Odio racial en Kenia

La Vanguardia, Valentín Popescu, 04-01-2008

Lo sucedido en Kenia a lo largo del inacabable escrutinio de las elecciones para la Presidencia y los Parlamentos nacional y provinciales de la semana pasada tiene que ver un poco con la política y un mucho, un muchísimo, con el odio racial y la desesperación de los grupos marginales de la sociedad keniana.

La historia del conflicto electoral no comenzó con estos comicios, sino con los del 2002. En aquella ocasión se coaligaron el kikuyu Muai Kibaki del Partido de Unidad Nacional y Raila Odinga, de la etnia lúo y jefe del Movimiento Democrático Naranja (MDN) para derrotar al entonces presidente Daniel Arap Moi, del Kanu, el partido que había ejercido el poder en Kenia cerca de 40 años.

Aquello fue en cierto modo un pacto contra natura, porque en Kenia la gente votó siempre en función de su pertenencia tribal y los kikuyus – 22 por ciento de la población- tienen una enemistad tradicional con los lúos – 13 por ciento-. Y por mucho que los respectivos jefes pactasen, la alianza resultaba superfrágil. Kibaki lo vio – o lo supo- primero y en cuanto se hizo con la Presidencia del país rompió la alianza y dejo a Odinga sin la prometida cartera de primer ministro.

Desde entonces la hostilidad racial lúo-kikuyu se aumentó con el odio personal de sus respectivos jefes. Y en un país en vías de democratización odio quiere decir siempre sangre. La campaña electoral de este año se saldó con más de 300 muertos, sin contar lesiones y otros tipos de violencia. Las cifras resultan quizá menos impresionantes si se recuerda que Kenia logró su independencia de Gran Bretaña con una prolongada y cruel campaña terrorista de los mau mau de claro tinte racista

La situación resultaba ahora explosiva, además, porque todas las encuestas señalaban que se registraría un cambio de poder. Y mientras unas daban una victoria escasa a Odinga, otra le pronosticaban un triunfo arrollador. Los lúos se veían por vez primera mandando en este país africano.

Y el escrutinio acabó por desencadenar la crisis. No sólo se ha ido haciendo muy lentamente, sino que los resultados de los primeros días confirmaban la clara victoria de Odinga mientras que los datos que se han ido facilitado a finales de la pasada semana ratificaban la continuidad de Kibaki en la Presidencia.

De ahí que a mediados y finales de semana los seguidores del MDN salieran a la calle a denunciar lo que creían un fraude y armaron algaradas por donde tenían mayoría étnica. Ellos solos no habrían desencadenado los disturbios magnos del fin de semana – unos disturbios que hicieron temer incluso un estallido de guerra civil-, pero en Kenia impera un descontento grande y generalizado.

Porque si bien de la mano de Kibaki la economía nacional ha registrado incrementos apreciables, el pueblo llano sigue con grandes problemas para llegar a fin de mes. Además, la corrupción imperante en la república es tal que todo el mundo cree ser personalmente víctima de una injusticia. Y así, las airadas protestas políticas desencadenaron rápidamente un estallido de violencias y pillajes en los estamentos más depauperados de Kenia que está por ver cuanto tardarán las autoridades en sofocarlos del todo.

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