Un niño de cinco años fallece ahogado en la charca de una fábrica en Sestao

Diario de noticias de Gipuzkoa, césar martín, 04-01-2008

El menor, que vivía con sus abuelos en el barrio degradado de Simondrogas, jugaba habitualmente en la zona

sestao. Apenas un centenar de metros separan la vivienda donde Raúl, un niño de cinco años de Sestao (Bizkaia) residía con sus abuelos junto a la charca de la antigua fábrica Aurrerá, dedicada a la construcción de chapa, donde el miércoles perdió la vida ahogado. Es más, desde las ventanas de madera del piso se tiene una vista privilegiada de la zona donde se produjo el fatal suceso que ha consternado al barrio de Simondrogas, una de las zonas más castigadas y degradadas de Ezkerraldea por la desindustrialización.

Raúl fue visto por última vez por una vecina llamada Carmen sobre las 15.00 horas. “Estaba subido a la barandilla tirando piedras a la charca donde murió ahogado”, indicó ayer. Esta sucia explanada, transitada tan sólo por los vehículos que acceden a La Naval, era su zona de juegos habitual. El miércoles compartía el tiempo con un menor de siete años que, apenas un cuarto de hora después, se marchó y le dejó solo. Los abuelos, angustiados porque no regresaba, avisaron a la Policía a media tarde. Los vecinos organizaron rápidamente un dispositivo de búsqueda y sobre las 22.30 horas su cuerpo fue encontrado sumergido en la charca, cuya profundidad apenas supera un metro.

La Ertzaintza cree que se trata de un accidente, pero ha abierto una investigación para esclarecer las causas mientras espera los resultados de la autopsia. Los vecinos, mientras tanto, especulan con la posibilidad de que un golpe de viento hubiera podido hacer caer al chaval al vacío desde unos tres metros.

El descubrimiento del cadáver provocó una honda consternación en el barrio donde reside, especialmente en el portal 22 de la calle Rivas donde vivía con sus abuelos, puesto que se trataba de un niño “muy querido por todas las personas por su simpatía”. El dueño del bar Begoña, una taberna que pega puerta con puerta, recordaba que los trabajadores de las empresas de la zona “siempre le hablaban porque era muy abierto, dicharachero y siempre estaba haciendo gracias”.

A pesar de su corta edad, Raúl ya conocía lo dura que es la vida. Su madre “le tuvo con apenas 15 ó 16 años”, señalaban las vecinas, y decidió dejarlo con los abuelos, de etnia gitana, “porque ella lleva otro ritmo de vida: ha estado con un hombre que era drogadicto, otro al que le metieron en la cárcel y no quería que el niño viviera eso”.

travieso Hijo único, Raúl estaba escolarizado en el colegio Kueto y, tal y como recordaban ayer algunas de las personas que participaron en la batida, “siempre iba limpio como una patena”. Aunque generalmente demostraba un buen comportamiento, a veces también le salía su vena revoltosa: hace tiempo tuvieron que reprenderle porque estaba jugando en el descansillo de la escalera con un puro encendido y unas hojas secas.

La familia subsiste al parecer con el negocio de los ajos. El matrimonio se dedica a comprar las cabezas y, tras limpiarlas, las pone a la venta en diversos puntos de la comarca varios días a la semana.

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