Un pequeño paso
El Periodico, , 28-12-2007Se ha ido imponiendo una apreciación perversa del adjetivo ilegal. Ilegal sería todo aquello que fuera contrario a la ley. La ilegalidad se refiere a actos, incluso a sustancias prohibidas. En determinadas situaciones de dictadura también puede ser ilegal una revista, un argumento, una asociación o una idea.
Pero la perversión a la que antes me refería es cuando se considera ilegal a una persona. Una persona jamás es ilegal, a la luz de los declaración de los derechos del hombre. Una persona puede haber cometido un crimen y ser, en consecuencia, un criminal. Pero no es ilegal por razón de su misma existencia. Son las personas las que configuran la sociedad y no al revés. Los países, los estados, son simples entidades administrativas a las que la propia administración ensalza y glorifica con símbolos y fronteras. Pero la persona goza por sí misma de unos mínimos derechos. El derecho a la vida, al buen trato, a la igualdad de oportunidades y a no ser discriminado por ninguna razón.
El Tribunal Constitucional acaba de pronunciarse sobre la vigente y apresurada ley de extranjería y ha declarado la inconstitucionalidad de algunos preceptos. La ley de extranjería avanza y retrocede a trancas y barrancas. Hace un año se reformó el texto para impedir el reconocimiento de los derechos de asociación, reunión y huelga a aquellos trabajadores extranjeros que no tuvieran la autorización de estancia o residencia en España. Curiosa contradicción. Sin contrato de trabajo no hay residencia. Sin residencia no hay contrato. Pero siempre queda el coladero de trabajar sin contrato, a condición, claro, de no sindicarse ni declararse en huelga.
El Tribunal Constitucional, por fin, ha corregido la ley intentando romper el círculo vicioso. En este país tienen más derechos los animales que los inmigrantes, relegados hasta ahora a una extraña condición de vegetal sin raíces. Hay diferencias entre considerar a una persona ilegal y considerarla en situación irregular. Tal vez las reglas deberían establecerse correctamente. Tal como empieza a hacer el Constitucional entendiendo que la condición de asalariado comporta el derecho de mejorar sus condiciones.
Inocentes perpetuos
Hoy es el día de los inocentes, y ha caído en desuso la publicación de inocentadas en los periódicos. Dicen que eso no es serio y, aunque se trate de un solo día, los lectores acabarían dudando de lo publicado el resto del año. El lector es mucho más inteligente y sabe distinguir entre una complicidad social y una falsedad informativa. La desaparición de las inocentadas impresas es debida a la falta de imaginación de los que las redactan. En otras palabras: la realidad es en sí misma una inocentada. Muchas de las noticias publicadas son tan sorprendentes y a veces tan lamentables que no se puede competir desde la ficción con la realidad. Antes el inocente era un crédulo. Ahora el más precavido y desconfiado de los lectores se siente perplejo ante lo que sucede. La realidad es increíble, precisamente porque es real.
Benazir
Los Kennedy en Estados Unidos, los Gandhi en la India, los Bhutto en Pakistán. Se trata de sagas familiares que se convierten en objetivo mortal. Tarde o temprano, la libertad arraigará sobre sus cadáveres.
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