SOCIEDAD
Morir por balas perdidas
El Correo, 28-12-2007La mayor miseria tiene en Santo Domingo acento vagamente francés. Muchos de los más menesterosos son inmigrantes llegados del otro lado de la frontera. «Si los nativos son pobres y sobreviven a duras penas, los haitianos son ‘repobres’, y hacen malabarismos para salir adelante», advierte que Ana Eguía, incapaz de adivinar como se subsiste al otro lado de la frontera.
Los trabajadores extranjeros abundan en las plantaciones cafetaleras y azucareras, donde realizan las labores más penosas, pero también se emplean abundantemente como obreros de la construcción y artesanos. Son más de medio millón, la gran mayoría permanece en situación ilegal y sufre discriminación y xenofobia.
La violencia es otro de los grandes problemas del país. Poco después de llegar, en agosto del pasado año, una de las coaas que más impresionaron a la joven vasca fue un estudio que detallaba las causas de mortandad. «Una de las más frecuentes era por balas perdidas». Hoy, la cooperante manifiesta haberse acostumbrado al roce de una pistola, alojada en cualquier bolsillo, cuando ocupa su asiento en el taxi colectivo. «Se enfadan e, instintivamente, sacan el arma».
La degradación del medio ambiente es otra de las grandes amenazas que penden sobre el futuro de la República Dominicana. A la deforestación se suma la precariedad de los servicios de recogida de basura y la inexistencia de servicios de reciclaje. «La contaminación es brutal», indica, y dibuja el panorama de estos próximos meses con una población descalza y sin guantes empeñada en recoger toneladas de lodo lleno de inmundicias o proveyéndose de agua y pescado en ríos insalubres. «Como el proceso de destrucción es cíclico, la gente tiene pocas oportunidades de escapar de la miseria».
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