TRADICIONES En Barcelona conviven 161 nacionalidades que hacen realidad una interculturalidad improvisada al adaptarse y adoptar las fiestas navideñas del país de acogida sin olvidar sus propias costumbres
Cóctel de Navidad
La Vanguardia, , 26-12-2007Mis hijas escriben la carta a los Reyes pero también celebramos la fiesta del cordero", dice Astu Nang
atar a un cordero con la cabeza M mirando a la Meca mientras se cantan villancicos puede parecer extraño, pero bien podría convertirse en una nueva fórmula para celebrar la Navidad. “Mis hijas escriben la carta a los Reyes Magos y en casa festejamos el día 25. pero continuamos celebrando la fiesta del cordero”, dice Astu Nang, una musulmana de 39 años originaria de Senegal que reside en Barcelona desde hace ocho.
En Barcelona, 160 nacionalidades conviven junto a la española. Cada una de ellas cuenta con sus propias tradiciones, que celebran pese a no estar en su país de origen, y muchos inmigrantes no dudan en añadir al calendario las costumbres autóctonas. “Como aquí es difícil comprar un cordero vivo para cumplir con el ritual, lo compramos en una carnicería que nos lo trae descuerado”, continúa Astu. El pasado sábado su familia celebró esta fiesta junto a la comunidad de Senegal en Barcelona para conmemorar que Abraham degolló un cordero en sacrificio a Dios en lugar de su hijo. La hijas de Astu, Amina, de 5 años, y Ana, de 7, estrenaron ropa nueva, como manda la tradición. Pero también fundieron costumbres al escribir a los Reyes Magos una carta con sus regalos.
Si bien la Navidad es para la gran mayoría de latinoamericanos una fiesta señalada, cada país tiene sus propios matices que no dudan en conservar en España. Desde que llegó de Colombia hace ahora once años, Franci Villeras sigue celebrando la Novena de Aguinaldos. “Desde el 16 al 24 de diciembre los niños cantan villancicos y leen la Biblia al lado del belén”, explica Franci, que comenta que esta tradición colombiana se ha mantenido incluso entre familias no católicas como la suya. Pero desde que vive en Barcelona, Franci ha incorporado a su celebración los Reyes Magos. “Yo lo celebro todo”, reconoce con alegría, pese a que admite que las fiestas pierden el sentido sin su familia. Como Rosita Bueno, que dejó en Cali (Colombia) hace seis años a sus hijos para encontrar en España una nueva oportunidad. “Yo les mando regalos, pero es duro no reunirnos todos el 25: en la mesa seríamos más de veinte”, cuenta.
Sin embargo, lo que Silvia Vargas más extraña de sus navidades peruanas es el ambiente de fiesta que se vive en las casas. “Tras la misa del Gallo y una abundante cena, deseábamos unas Buenas Pascuas a los vecinos. Había música y todos estaban muy contentos”. Pese a que reside en la capital catalana desde hace 16 años, Silvia ha encontrado en la gastronomía la llave para sentirse más cerca de su país. Gracias a los negocios de alimentación que han abierto sus compatriotas, puede elaborar los manjares navideños de Perú, como las papas a la huancaina y la mazamorra morada.
Por el contrario, Cuba no celebra la Navidad: tras la revolución se eliminó cualquier fiesta religiosa. “Yo sólo la conocía por las películas norteamericanas, pero cuando llegué aquí me di cuenta de que ¡era verdad, existía!”, explica Ana, estudiante cubana que vive en el Maresme desde hace nueve años. “De pequeña me quedaba triste cuando todos mis amigos de clase traían sus regalos de Reyes, pero ahora me da igual”, señala. “Seguimos sin celebrar la Navidad, pero en casa ahora nos hacemos un regalo en Fin de Año”. Aunque Ana ha acogido la costumbre de hacer regalos, vacila a la hora de transmitir la tradición de los Reyes Magos cuando eduque a sus hijos. “No me gusta la idea de tener que engañarles”.
Lo que inquieta de estas fiestas a Brahim Jabbour, de Marruecos y vecino de Palautordera, es “el despilfarro”. “La gente gasta mucho. Alos niños se les hace demasiados regalos y no aprenden a valorar lo que tienen”, medita este marroquí, padre de Agnés y Carles, que se muestra crítico con las tradiciones islámicas y cristianas. Brahim, que no celebra la fiesta del cordero, sí festeja la Navidad “aunque sin mucha parafernalia”. “Últimamente – sostiene- la gente moderna de mi país también celebra el día 25, pero sólo como excusa para salir de fiesta. Yo adopto lo que más me gusta de cada tradición”, confiesa.
Pero sin duda, los que más se desmarcan de estas fiestas navideñas son los asiáticos. Sus tradiciones orientales son muy diferentes a las occidentales. Los distintos calendarios de ambas comunidades son un ejemplo. En Barcelona residen oficialmente 10.986 chinos que no celebran la Navidad. Pero la globalización no perdona y han añadido a su decoración abetos y luces de colores. “Para nosotros, el inicio del año es el momento más importante de todo el curso”, explica Vivian, de Shanghai, que dejó su país hace diez años cuando se casó. “Cuando me fui, mi ciudad ya empezaba a vestirse de Navidad: las tiendas pintaban sus escaparates con nieve artificial y había Santa Claus por todas partes”.
La mayoría de chinos no se hace regalos ni tiene vacaciones en estas fechas. “Al principio es extraño, sigue Vivian, parece que vas en otra dirección. Pero tener hijos te sumerge en la cultura de este país”. Su hija Michelle de cuatro años ya va al colegio. “Es difícil negarle regalos cuando todos sus amiguitos reciben”.
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