E N la víspera de la inauguración de la línea de alta velocidad Madrid – Segovia – Valladolid, han robado, a toda velocidad, 140 metros de cable del AVE. Una extensión que ni cabe en una mochila ni cabe en cabeza humana que no estuviera debidamente custodiada. La línea iba a ser inaugurada por el amable presidente del Gobierno, que tenía preparada para la ocasión su mejor sonrisa, aunque como dispone de tantas no sepa cuál es.
Confiemos en que exhiba otra, que el acto se desarrolle según lo previsto y que alguien le eche un cable.

Simultáneamente a este robo se ha perpetrado otro de índole privada. Una banda de kosovares ha asaltado la casa del conocido productor, dudoso artista y popular personaje José Luis Moreno. Además de desvalijarlo, le han herido gravemente. Son los llamados “ladrones silenciosos”, quizá porque la policía nunca les oye llegar, ni mucho menos irse.

Hemos acogido a tanta gente que si alguien tiene la osadía de reclamar sus certificados de origen corre el riesgo de que le acusen de la infamante condición de xenófobo. No hay más que una patria para los terrícolas, que es el mundo, y no está bien prohibirle la entrada a nadie en ninguna de sus pequeñas parcelas. Esta benigna creencia está haciendo de nosotros un catalizador de granujas y de forajidos. Nuestra acreditada hospitalidad, tan restringida para los que vienen en pateras, es muy tolerante para los que vienen con caretas.

La delincuencia selectiva es uno de nuestros problemas no sólo más acuciantes, sino más crecientes. Por fortuna no les afecta al numeroso cónclave de los que disponen coches blindados. Esos eventuales están a salvo. El riesgo sólo lo sufren las personas decentes que pueden perder sus posesiones o su vida. Así que el Gobierno no debe perder los nervios.