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Cruzar la barrera psicológica

El Mundo, GEMMA TERES. Especial para EL MUNDO, 21-12-2007

Los residentes de las dos ciudades, una en Alemania y otra en Polonia, separadas por el río Oder, ya no necesitan enseñar el pasaporte para desplazarse de un lugar a otro gracias a Schengen El que desde 1987 ha sido el lema de la guardería polaco – alemana Eurokita en Francfort Oder es a partir de hoy un hecho real, más allá del márketing: Eurokita, la guardería sin fronteras. Los 20 niños polacos que cada mañana antes de las 9.00 cruzan con sus padres el río Oder para ir a clase ya pueden hacerlo sin temer haberse olvidado el pasaporte en casa.


Ahora, con 3, 4 y 5 años, no hay ninguno que aluda a Schengen como explicación a este alivio burocrático. Tampoco la directora de la guardería, la alemana Marina Hendel, parece darle mucha importancia a este hito histórico para la comunidad europea. «¡Todo el mundo nos hace esta pregunta, y para nosotros no supone nada tan especial!», añade.


En su jardín de infancia aprenden las primeras letras 20 niños del pueblo polaco vecino Slubice y 15 niños del pueblo de la antigua Alemania Oriental, donde se encuentra la guardería, Francfort Oder. El río Oder es la frontera natural y hasta ayer también real que separa estos dos municipios, a 10 minutos andando. Ocho maestras bilingües enseñan en polaco y alemán y transmiten las tradiciones de los dos países vecinos.


«Lo que sí que ha cambiado es que ya no necesitamos ni enseñar el pasaporte ni la cartilla especial de la que, por un acuerdo que cerramos con las autoridades polacas, disponen los padres para pasar más deprisa la aduana. En los primeros años, muchos se quejaban de que llegaban tarde al trabajo porque quedaban atrapados en largas colas en los puestos fronterizos», matiza la directora Hendel. Tanto el pasaporte como la cartilla especial ya son historia.


Más emocionada reacciona una de las profesoras polacas, Sofía Götz, que vive en Francfort Oder desde hace 30 años y está casada con un alemán: «¡Me resulta sorprendente y me hace extremadamente feliz ver cómo los cambios se acontecen tan deprisa, y para bien!» En 1991 se eliminó también el régimen de visados para los ciudadanos polacos. La maestra Götz añade que aceptó trabajar en este proyecto educativo transfronterizo porque quería trabajar para una mejor convivencia y entendimiento entre polacos y alemanes.


Los reasentamientos forzados de alemanes y polacos después de la II Guerra Mundial dejaron muchos recelos y estereotipos negativos entre los dos lados del río Oder. El Collegium Polonicum, situado en el polaco Slubice, es uno de los institutos surgidos en 1991 para cooperar entre universidades polacas y alemanas; forma parte de la Universidad Euroregional Viadrina (Francfort Oder) y de la Universidad Adam Mickiewicz (Poznan, Polonia). Su director, el doctor Krzysztof Wojciechiwski, ve en la ampliación de la zona Schengen para la libre circulación de personas y mercancías a nueve países del Este, una oportunidad para modelar estos imaginarios colectivos y acercarse a la cultura vecina. Con Schengen, se aligera la burocracia para establecer proyectos de formación e investigación. El doctor Wojciechiwski se deshace de parte de su talante académico y representativo del Collegium Polonicum para pasar a enternecerse y volverse más gestual cuando describe el impacto de Schengen en su día a día: «Cuando era pequeño nunca me imaginé que llegaría un momento en que con el pasaporte en el bolsillo pudiera salir de Varsovia y viajar hasta Lisboa. Esto era entonces tan utópico, que era impensable poder llegar a imaginárselo. Para mí, personalmente, es uno de los momentos más bonitos de mi vida».


La emoción que se palpa en los testimonios polacos pasa mucho más desapercibida entre los alemanes. Robert Cristoph, estudiante alemán de la transfronteriza Universidad Viadrina comenta que con Schengen podrán activar la que ha sido una de las mayores reclamaciones del Sindicato de Estudiantes: tener una línea de autobús regular que enlace los dos pueblos separados por el río Oder. A cada orilla, deben asistir a diferentes facultades o desplazarse a las residencias de estudiantes. Su compañero Michael Smolsky, mitad alemán, mitad polaco, añade que para él cae una frontera psicológica: «Me hace personalmente muy feliz que los dos países crezcan conjuntamente». Sólo uno de los estudiantes habla directamente de la UE; el polaco Jakob Peuonky estudia en Francfort Oder, pero vive en Slubice: «Supone un gesto real de la UE porque, de esta manera, los países están en un mismo espacio. Si, de hecho, estos países ya son miembros de la UE, este es el paso más lógico».


Lo cierto es que, especialmente en estos nuevos miembros de Schengen, se han repartido patrullas por carreteras, estaciones y puertos que en cualquier momento piden los documentos de identidad. Esta es una de las medidas para interceptar a inmigrantes ilegales y criminales.


Uno de los motivos del pragmatismo y poca emoción de la parte alemana es el miedo a una oleada de inmigrantes laborales y criminales. Con la ampliación hacia el Este en 2004, estos mismos temores ya surgieron. Las cifras actuales han demostrado que fue un pánico infundado. «Los que querían cruzar para buscar trabajo, ya lo han hecho», observa el doctor Wojciechiwski, «además, las restricciones laborales que mantienen países como Austria, Alemania, Bélgica, Dinamarca y Francia no lo pone nada fácil».


Con la caída del telón de acero, el nivel económico de Frankfurt Oder era 10 veces más elevado que el de Slubice. Este pueblo polaco se convirtió en El Dorado para los alemanes: los bazares, los estancos con tabaco y alcohol baratos se multiplicaron. Además, el crimen organizado tenía aquí uno de sus ejes para la compra – venta de coches robados. Según las estadísticas, una media de 40.000 contrabandistas, a pequeña y gran escala, infiltraban tabaco polaco hacia Alemania. «Los criminales están ya todos en el Oeste: han blanqueado el dinero y se han convertido en hombres de negocios», añade Wojciechiwski.


La ampliación del espacio Schengen ha implicado crear un fichero informático común SIS sobre criminales y crear patrullas conjuntas. Con la ampliación de Schengen a Polonia, Estonia, Letonia, Lituania, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia y Malta, las fronteras orientales de la Unión Europea se han reforzado con casi un tercio más de oficiales para evitar la entrada de inmigrantes clandestinos. Para los ucranianos, entrar a Polonia implica adquirir un visado, presentar un billete de ida y vuelta, un justificante de los ingresos y un seguro médico.


Ahora, quien pasea por Slubice intuye ese pasado de contrabandistas y tal vez puede adivinarlo en carteles y tiendas opacas. La realidad es que son menos los que pasan el puente en comparación a hace una década. El principal motivo es que la economía de Frankfurt Oder ha caído en picado: se repiten los locales vacíos en alquiler y los pensionistas que pasean en calles semidesiertas. Sólo la universidad le da vida. Slubice sigue teniendo sueldos polacos, pero ha dejado de ser un pueblo periférico de Polonia para ser un municipio más occidentalizado, situado a 80 km de Berlín.

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