La miseria «se aprende» desde niño
ABC, 18-12-2007POR PEDRO RODRÍGUEZ
CORRESPONSAL
WASHINGTON. Aunque Leon Tolstoi advirtiese en la primera frase de su novelón «Ana Karenina» que «todas las familias felices son iguales; pero cada familia desgraciada lo es a su manera», la miseria parece ser mucho más uniforme y hereditaria de lo que la literatura rusa nos ha hecho pensar. Un ambicioso estudio sociológico – a partir del seguimiento durante siete años de dos mil niños afro – americanos residentes en algunas de las peores barriadas de Chicago – ha servido para determinar cómo la marginalización social tiende a perpetuarse al limitar de forma prematura las oportunidades de educación.
El estudio, dirigido por el profesor Robert Sampson de la Universidad de Chicago, se ha centrado en medir la capacidad verbal de los niños negros residentes en seis vecindarios «desfavorecidos» de Chicago. Los niños, entre los 6 y 12 años de edad, han sido evaluados sobre su desarrollo cognitivo en tres ocasiones durante los años 1994 y 2003, con un especial énfasis en determinar sus capacidades verbales como indicador de futuros éxitos o fracasos escolares.
Modelo matemático
Tras pasar todos los datos obtenidos por el tamiz de un complejo modelo matemático formulado para eliminar sesgos – con excepción de factores geográficos – , el resultado es que los niños nacidos y criados en estas zonas marginales terminan por acumular a medio camino una desventaja en términos educativos equivalente a peder un año o más de escolarización. Con medias de cuatro puntos menos en pruebas comparativas sobre cociente intelectual.
El equipo del profesor Sampson, que publica su trabajo en el último número de la revista especializada PNAS (de la Academia de las Ciencias de Estados Unidos), ha establecido que esta desventaja resulta especialmente grave en niños negros en comparación con blancos o incluso hispanos, categoría que en Estados Unidos también sufre de grandes problemas educativos. En el debate clásico de «se nace o se hace», el estudio se decanta por el diagnóstico de que el lugar donde se cría un niño es un factor decisivo en el desarrollo de sus habilidades, éxito educativo, avances laborales e incluso comportamiento criminal o nivel de salud.
Entre los factores que explican esta correlación entre barrio marginal y desventaja educativa, se enumeran desde inconsistentes esfuerzos por parte de los padres hasta el peculiar sistema de financiación educativa de Estados Unidos vinculado a los impuestos sobre la propiedad inmobiliaria. Sin olvidar la perseverancia empobrecedora del «slang», el habla en argot. Aunque según este estudio, el factor más importante sería una combinación de desconfianza, miedo a la violencia, espacios urbanos aislados que tienden a inhibir la más básica comunicación verbal en diferentes contextos.
La investigación, que insiste en la importancia de las llamadas «infraestructuras de comunicación», argumenta que «el vecindario no es una característica estática en la vida de un niño, sino que cambia con el paso del tiempo mientras los niños avanzan a través de diferentes periodos de desarrollo, planteando riesgos y oportunidades únicas en cada fase». En el caso del impacto negativo de los suburbios pobres en el desarrollo verbal de los niños, el estudio publicado esta semana establece también que los efectos más fuertes no se presentan de forma inmediata, sino con el paso del tiempo.
Soluciones comunitarias
Esta no es la primera vez que el profesor Robert Sampson ha intentado explicar con ayuda de la sociología las grandes disparidades en una sociedad multirracial como Estados Unidos. Hace dos años, su quipo de la Universidad de Harvard también presentó otro comentado estudio para explicar la prevalencia de actos violentos entre jóvenes afro – americanos, casi el doble que la registrada entre blancos o hispanos.
De acuerdo a esa investigación, publicada en 2005 por el «American Journal of Public Health», las diferencias de comportamiento violento estarían vinculadas a cuatro factores fundamentales: el estatus marital de los padres del joven, el nivel de pobreza de su vecindario, la condición de inmigrante de primera o segunda generación, y la proporción de inmigrantes en el vecindario de residencia. Con la hipótesis de que cuanto más reciente es un inmigrante en una gran ciudad de Estados Unidos, menos probabilidades tiene de protagonizar actos de violencia.
Por todo ello, el profesor Sampson insiste en que problemas sociales como la violencia juvenil o el fracaso escolar no dependen únicamente de los recursos de cada familia individual, sino más bien de cuestiones colectivas. Y que las soluciones a estos retos urbanos pasan preferentemente por el terreno de lo comunitario, más que por lo particular.
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