MIGRACIONES Y REFUGIADOS

Personas en movimiento

El Mundo, ANTONIO GUTERRES, 16-12-2007

Son necesarios mayores esfuerzos para prevenir el surgimiento de situaciones donde las personas sean obligadas a abandonar sus hogares, ya sea como resultado de abusos contra los derechos humanos, de conflictos armados o por otras catástrofes El siglo XXI estará definido por el movimiento masivo de personas de un país y un continente a otro. El número de mujeres, hombres y niños que viven fuera de su tierra natal alcanza actualmente los 200 millones, casi equivalente a la población de Brasil, el quinto país más grande del mundo.


Al mirar hacia el futuro, parece un hecho que el mundo atestiguará los nuevos y complejos patrones de desplazamiento y migración. La degradación ambiental y los desastres naturales harán la vida cada vez más insostenible en muchas partes del planeta. Al mismo tiempo, la creciente brecha entre los ganadores y los perdedores en el proceso de globalización inducirá a millones de personas a buscar un mejor futuro más allá de las fronteras de su propio país.


Estas situaciones han generado un número importante de desafíos que exigen una respuesta coherente y coordinada de la comunidad internacional.


El primer desafío surge con la naturaleza cada vez más compleja de la movilidad humana. La mayoría de la gente que se desplaza son migrantes que abandonaron sus propios países porque no pudieron encontrar modos de vida sostenibles, porque quieren mejorar sus estándares de vida o porque sus habilidades y formas de trabajo se necesitan en otro lugar.


Otros son forzados a abandonar sus hogares en búsqueda de un santuario en otro país como resultado de la persecución y los conflictos armados. De acuerdo con el Derecho Internacional, estas personas son consideradas como refugiadas. Como tales, tienen derechos específicos, incluyendo la protección contra el retorno forzado a sus países de origen.


La responsabilidad del ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, es mantener los derechos y atender las necesidades de este último grupo. En muchas partes del mundo, sin embargo, los refugiados y los migrantes pueden estar viajando unos junto a los otros, yendo en la misma dirección y utilizando los mismos medios de transporte. En muchos casos, las personas involucradas en dichos movimientos no cuentan con pasaportes ni visas.


Tales movimientos irregulares han alentado a muchos estados a levantar nuevas barreras para la llegada y admisión de extranjeros. Estas medidas han tenido algunas consecuencias negativas, incluyendo el evitar que los refugiados puedan buscar la seguridad que necesitan. Por lo tanto, debemos asegurar que los controles fronterizos permitan a las personas ejercitar su derecho a buscar y disfrutar del asilo en otros países.


Un segundo desafío, y que va más allá del mandato del ACNUR, es brindar más oportunidades para las personas en movimiento de una manera segura y legal.


Muchos estados han reconocido la necesidad de que los bienes, servicios, capital e información puedan fluir libremente a través de las fronteras nacionales. Pero los gobiernos generalmente se muestran renuentes a aplicar el mismo principio a los movimientos de personas, aun cuando tienen una necesidad evidente de la fuerza laboral de los migrantes.


El resultado ha sido un crecimiento masivo en la escala de la migración irregular y la rápida expansión de una industria cuyos propósitos y ganancias recaen en el tráfico y la trata de personas a través de las fronteras internacionales. Además de romper con estas actividades criminales y de explotación, los estados deben considerar abrir nuevos canales y expandir los programas existentes de la migración legal.


Además de reducir el número de migrantes irregulares, algunos de los cuales presentan solicitudes de asilo infundadas para evitar la deportación, tales acciones traerían beneficios económicos sustantivos para los países receptores que se beneficiarían de la presencia de la población migrante joven, activa, que paga sus impuestos.


Las fuerzas que están ocasionando la migración de muchas personas están profundamente enraizadas dentro de la economía internacional. Es probablemente una ilusión pensar que los números podrían ser significativamente reducidos en la actual fase dinámica de la globalización.


Pero se necesitan mayores esfuerzos para prevenir el surgimiento de situaciones donde las personas sean obligadas a abandonar sus hogares, ya sea como resultado de los abusos a los derechos humanos, de los conflictos armados u otras calamidades que alteran las vidas y sus formas de vida.


Si se quiere atender este tercer desafío de una manera efectiva, deben ponerse en práctica serios esfuerzos para promover formas de desarrollo justas y sensibles al medio ambiente en los países donde la lucha diaria por la supervivencia amenaza con llevar a la violencia.


Sobre todo, los gobiernos de cada parte del mundo deben ser alentados y recibir apoyos para proteger las vidas y el bienestar de sus ciudadanos, y al hacerlo, permitirles que vivan una vida pacífica y próspera en sus propios países.


Cuando las personas se desplazan de un país a otro, deberían hacerlo por su propia decisión y no porque sea la única forma que tienen para sobrevivir.


António Guterres, ex primer ministro de Portugal, es el alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

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