Un vecino de Eibar mata a un hombre y hiere a su mujer y dos hijos tras una disputa familiar
Diario de noticias de Gipuzkoa, , 15-12-2007El suceso ocurrió frente a la vivienda del detenido, donde se encontraron 19 casquillos disparados por una escopeta
eibar. Un trágico suceso conmocionó ayer a los vecinos del barrio de Urki de Eibar, después de que una disputa entre dos familias de etnia gitana culminó con la muerte de un hombre de 46 años y tres heridos, uno de ellos grave. El autor de los disparos fue detenido por la Ertzaintza en el mismo lugar de los hechos en posesión de una escopeta, según informó el Departamento vasco de Interior.
Fue hacia las 13.15 horas cuando, en la confluencia entre las calles Polonia Etxeberria y Juan Antonio Iturrioz de Eibar, dos familias de etnia gitana resolvían una discusión personal, motivada por un proceso de divorcio, a tiros, frente al portal donde residía uno de los clanes y ante el que se encontraron 19 casquillos de bala.
Según pudo saber este periódico, uno de los integrantes de la familia y residente en Eibar, de 47 años de edad y que responde a las iniciales R.V.E., fue el autor de los disparos, ya que la Policía le aprehendió la escopeta del calibre 22 con la que presuntamente cometió el homicidio.
Por el contrario, tanto el fallecido, J.J.G., de 46 años, como los otros tres heridos pertenecían a otra familia residente en Tolosaldea. De hecho, la víctima era el padre de dos de los heridos, dos chicos de 20 y 23 años que responden a las iniciales P.J.E. y F.J.E. El más joven salió el peor parado de la disputa, ya que padece un neumotórax (presencia de aire en la membrana que cubre los pulmones) y una hemorragia pulmonar producida por una bala que se alojó en el tórax, según informó el Hospital Donostia a donde fue trasladado junto al resto de los lesionados.
Por su parte, la madre, M.A.E.P., de 43 años, tiene heridas de bala en el tórax, el abdomen y las extremidades. El menos grave es el joven de 23 años, quien recibió varios tiros en las extremidades.
en alerta por las sirenas La mayor parte de los vecinos consultados por este periódico se enteraron del suceso por el barullo que se armó en torno a la vivienda familiar. Sus miembros eran bien conocidos en el entorno y la mayoría afirmaba que nunca habían sido fuente de problemas.
La disputa pudo comenzar en los juzgados del municipio, según apuntaron varios vecinos en sus testimonios. Al parecer, entre las dos familias mediaba un matrimonio que estaba en proceso de separación. La mujer pertenecía al clan eibartarra y su marido al de la familia de Tolosaldea.
La discusión giraba en torno a la custodia de los hijos y, por circunstancias que se desconocen y que la Ertzaintza investiga, terminó con un arma de por medio. Tras el suceso, dos de los heridos se refugiaron en el Bar Nuevo, muy cercano a la vivienda, y donde los ertzainas tuvieron que recubrir el suelo con serrín por el gran rastro de sangre que habían dejado.
“Vienen a matarnos” El homicidio tuvo lugar ante el portal donde residía la familia del arrestado. El cuerpo de la víctima fue custodiado por la Ertzaintza durante varias horas hasta que la autoridad judicial ordenó el levantamiento de cadáver, en torno a las 16.00 horas.
Mientras tanto, la familia del detenido, visiblemente nerviosa, no paraba de gritar a los periodistas: “Que den en el parte que vienen aquí a matarnos. Que viene la gente del difunto a matarnos”, repetían una y otra vez.
Reunidos en torno al portal número 7, con varios fardos en la mano, esperaban a que la Policía judicial terminara de recoger las pruebas, marcadas con números hasta llegar al 19 (número de casquillos localizados), para obtener el permiso e irse del lugar, temerosos de que el asunto pudiera conllevar una represalia por parte de la familia de la víctima mortal.
Hacia las 16.30 horas, los ertzainas dieron por finalizado su trabajo y permitieron a los congregados alejarse del lugar de los hechos. En dos furgonetas, registradas con anterioridad por los agentes y donde encontraron varios colchones y otros enseres, y en un coche, más de 15 personas de etnia gitana abandonaron el escenario del crimen en distintas direcciones, aunque posteriormente se reunieron en un parking cercano donde esperaban otros tantos.
Por otro lado, en torno a la vivienda donde ocurrió el crimen, apenas quedaban restos del suceso. Sólo una cinta policial aflojada por un tirón tras otro de la decena de curiosos que se acercaron para presenciar el suceso y los domicilios de la familia del detenido que aguardaban vacíos.
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