El rechazo de los legisladores suizos a la reelección como ministro del xenófobo Christoph Blocher abre la incógnita sobre el futuro de la «fórmula mágica», un sistema colegiado de gobierno que ha regido al país durante más de 70 años.

De acuerdo con el estereotipo helvético, ayer, a las ocho en punto de la mañana, la ministra cantonal Eveline Widmer-Schlumpf anunció en el Parlamento suizo que aceptaba ser consejera federal (ministra nacional). La diputada toma el cargo que, de haber seguido la tradición helvética de mantener en su puesto a los siete miembros del Consejo Federal (Gobierno) hasta que ellos se retiran, le hubiera pertenecido a Blocher, polémico ministro de la Policía y la Justicia, que pertenece a su mismo partido.

Desde que hace cuatro años Blocher, dirigente de la Unión Democrática de Centro (UDC), accediera al cargo propagó sus posiciones de extrema derecha, tachadas de racistas por políticos, entidades sociales e incluso varios relatores de la ONU, en lugar de velar por el consenso político del Gobierno colegiado que dirige Suiza. Su cartel xenófobo de una oveja blanca expulsando a una negra marcó los pasados comicios.

Por ello, editoriales y analistas resaltaban ayer que los legisladores no votaron el martes contra un partido la elección de Widmer-Schlumpf lo confirma, sino contra un hombre y un estilo que los políticos helvéticos no aceptan. Tanto la derecha como la izquierda elogian a la nueva ministra, a pesar de pertenecer a la UDC, que en las elecciones del 21 de octubre renovó el título de partido más votado del país, con el 28,9% de los votos.

En su discurso de aceptación del cargo, Widmer-Schlumpf demostró un nuevo talante: «Si en el futuro no tenemos la misma opinión, eso es la democracia». El Gobierno se completa con otros dos ministros socialistas, uno de centroderecha y otros dos de derecha. «Les deseo buena suerte», se despidió irónicamente Blocher.