Mueren un centenar de emigrantes en dos naufragios en Senegal y el Sahara

ABC, 11-12-2007

LUIS DE VEGA, CORRESPONSAL

RABAT. La isla de Diogué sigue siendo un paraíso para las mafias que organizan expediciones en cayuco desde las costas africanas hacia Canarias. La desembocadura del río Casamance, que da nombre también a esta región senegalesa que limita con Guinea Bissau, es un entramado de brazos de agua, islotes y meandros ocultos por el follaje que se ha convertido en una auténtica agencia de viajes para los que quieren llegar a Europa sin papeles. Así ocurre desde hace un año y medio, periodo en el que el tránsito de cayucos se ha multiplicado.

Candidatos no faltan en la gran capital de la región, Ziguinchor, o en localidades como Elinkín, más pequeñas pero a sólo media hora de cauce de la puerta de salida al océano Atlántico, donde asoma la pequeña Diogué como un bastión para los que quieren poner tierra de por medio con la miseria y la desesperanza. De este paisaje de palmeras verdísimas y playas de catálogo si no fuera por los restos del pescado putrefacto cuyo olor impregna hasta el alma, salió hace doce días un cayuco con 130 ilusiones a bordo. Eran de Senegal, Gambia, Ghana o Nigeria y tenían más de 2.000 kilómetros hasta alcanzar costas canarias. Así lo confirmó ayer desde Dakar a ABC el coronel de la Policía senegalesa Alioune Ndiaye, coordinador senegalés con el dispositivo de la Agencia Europea de Fronteras Exteriores.

Una semana de calvario

Tras los primeros días de navegación rumbo al norte ocurrió lo que cada vez es más frecuente: el agua y la comida escasea y el físico empieza a pasar factura. El sábado apenas habían cubierto una cuarta parte de la travesía cuando la embarcación tocó tierra a la desesperada en Yoff, una playa de Dakar. Para entonces, de los 130 que habían partido sólo quedaban unos 90.

Los supervivientes habían ido arrojando al mar a lo largo de una semana de calvario a cuarenta compañeros derrotados para siempre por la inanición. Los que se encontraban con fuerzas «echaron a correr y se fugaron, entre ellos el patrón» para no ser detenidos, explica el coronel Ndiaye. «Sobre la arena encontramos veintitrés supervivientes – encargados de relatar la tragedia – y un cadáver». «No había suficiente para comer y beber. Al cabo de siete días no quedaba nada», relató Samuel, un nigeriano que logró sobrevivir a pesar de tener las piernas comidas por heridas, a un reportero de la agencia France Presse que se desplazó al centro de salud Philippe Maguilen Senghor de Yoff. «¡Muchas personas han muerto!», repetía Samuel.

Como él, algunos de los que pueden contarlo presentan en sus cuerpos las pruebas de la dura supervivencia durante diez días en medio del oleaje del océano a bordo de una embarcación de madera y sin más comodidad que una lona con la que cubrirse. El contacto de la piel con la sal del mar y la gasolina y las rozaduras hacen estragos, por eso las infecciones son a veces también motivo de muerte.

Una suerte parecida corrieron los integrantes de otra expedición que con similares características y con la misma intención, alcanzar España, partió sobre el 30 de noviembre de Nuadibú, ciudad costera en el norte de Mauritania.

Sólo seis rescatados

Un palangrero marroquí encontró el cayuco con una vía de agua frente a las costas de Dajla, la antigua Villa Cisneros española, como informó ABC en su edición de ayer. La Gendarmería Real sólo ha rescatado hasta el momento a seis supervivientes del medio centenar que, según el testimonio de los que siguen con vida, iban en la piragua. Fuentes oficiales del reino alauí dijeron ayer que seguía la búsqueda.

A la doble tragedia del Atlántico se une el naufragio de otra embarcación que había partido desde costas turcas hacia Grecia con unos 85 emigrantes a bordo, según los cálculos de las autoridades. El sobrepeso es el motivo que se maneja para explicar el naufragio, que ha dejado sólo seis supervivientes. Los sucesos de Senegal, Sahara Occidental y Turquía coinciden en el tiempo con la celebración en Lisboa de la cumbre euroafricana en la que uno de los aspectos abordados fue la necesidad de estrechar la colaboración para evitar más muertes de emigrantes en su viaje al primer mundo.

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