Más vida activa
Diario Vasco, 09-12-2007Las nuevas Medidas en Materia de Seguridad Social, aprobadas en las Cortes por amplio acuerdo, constituyen una primera reforma del régimen de pensiones que deberá perfeccionarse para adecuarlo a la nueva realidad social y asegurarlo en el futuro. La preservación a largo plazo del sistema supone ya un desafío para buena parte de los países de la UE, ante los problemas que puede comportar para el sostenimiento de las prestaciones el progresivo aumento de la esperanza de vida y su impacto sobre el gasto en protección social. Esta misma semana, los Veintisiete han coincidido en la necesidad de promover modificaciones normativas, dado que ni siquiera la relevante aportación de los inmigrantes al mercado laboral europeo resultará suficiente para mantener los subsidios en sus niveles actuales. De ahí que los cambios legislativos recién introducidos en España supongan un significativo intento de reorientar una cultura colectiva cada vez más arraigada, que ha venido subrayando las ventajas del retiro anticipado situando la edad media de jubilación en torno a los 63 años.Es cierto que esa alternativa ha permitido compensar, al menos en parte, a la generación de ciudadanos que comenzaron a trabajar tempranamente y en circunstancias muchas veces difíciles. Pero en otros casos, como los de las prejubilaciones masivas o los derivados de un uso inadecuado o irregular del contrato de relevo, ha sido la propia legalidad la que ha propiciado situaciones que han acabado por lastrar el sistema, vaciando las plantillas de profesionales capaces y experimentados.
Las medidas previstas en la reforma, que incluyen incentivos para alargar la vida activa hasta los 70 años y las nuevas restricciones impuestas a las jubilaciones parciales o anticipadas, avanzan en la inaplazable revisión del régimen de la Seguridad Social para garantizar su pervivencia. Es posible que los países que cuentan con más amplios mecanismos de cobertura se vean obligados en un futuro no muy lejano a elevar la edad legal para poder dejar el puesto de trabajo. Pero lo que parece ya del todo aconsejable es la promoción de una mayor flexibilidad en el mercado laboral, que facilite a los trabajadores la elección del momento para acceder a la jubilación si las condiciones de la empresa y la capacidad personal así lo permiten. Nuestra sociedad precisa de un ensamblaje más equilibrado entre la aportación de la mano de obra joven y el valor de la experiencia acumulada. Pero también del impulso a aquellas opciones que ayuden a reubicar a los empleados en tareas menos rigurosas conforme envejecen, así como la creación de ocupaciones e, incluso, la apuesta por iniciativas empresariales que favorezcan un mayor y mejor aprovechamiento de la veteranía. Unos objetivos que han de acompañarse de la racionalización de las jornadas laborales, a fin de evitar que cada año trabajado sea percibido como una rémora, y no como un aliciente.
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