Tres muertos... y 90 desesperados

ABC, 06-12-2007

POR ERENA CALVO

LAS PALMAS. Un reguero de muertes. Es lo que deja tras de sí, y cada vez más, la inmigración irregular vía marítima. Sus protagonistas, desesperados que buscan una salida a la miseria y que en no pocas ocasiones terminan dando con sus huesos en las profundidades del océano, o alcanzan las Islas ya sin vida. Esta semana han sido cuatro. El lunes llegaba a Tenerife un cayuco con un muerto. De la noche del martes a la madrugada del miércoles desembarcaban a otros tres cadáveres a bordo de dos embarcaciones clandestinas.

«Si en lugar de tocar la costa ayer lo hubieran hecho hoy, tendríamos que haber lamentado cinco o seis muertes, no tres», explica a ABC Austin Taylor, jefe del Equipo de Respuesta Inmediata (ERI) de la Cruz Roja en Santa Cruz de Tenerife. «Ha sido una de las noches más largas que recuerdo», cuenta Taylor con el estrés aún en el cuerpo.

«Nunca había visto tanta ansiedad entre los inmigrantes al llegar. Lo único que hacían era pedir agua y más agua, sin cesar». Los vivos «estaban muy mal, muy afectados, muertos de sed, de hambre y de frío».

El primer fallecido formaba parte del cayuco escoltado por Salvamento Marítimo hasta El Médano, en Granadilla. Alcanzaban tierra firme sobre las once de la noche y habían sido avistados a las nueve y media. «Cinco personas fueron trasladadas a centros hospitalarios y otras quince atendidas en nuestro puesto de la Cruz Roja, a pie de playa». El grupo lo formaban 51 subsaharianos.

Simultáneamente, con las manos ocupadas todavía con este rescate, «nos avisaban de la llegada de otra expedición, por sus propios medios, a la playa de Las Vistas», próxima al muelle de Los Cristianos. Dos fallecidos compartían cayuco todavía con los 38 indocumentados que se salvaron esta vez de la muerte.

«La situación era demoledora, trasladaron a otros cuatro inmigrantes a centros hospitalarios con hipotermias y otras patologías», explica Taylor al tiempo que cuenta que alguno de los chicos «fue ingresado por alteración de conducta, provocada por un shock nervioso». Posiblemente estuvieron ingiriendo agua de mar, «mil veces más nocivo que no beber nada, te deshidratas mucho antes». Sospechan que entre la expedición se contaban al menos dos menores de edad. No pudieron obtener muchos más datos. «No sabemos de dónde partieron, cuántos días llevaban navegando o si tuvieron que lanzar a más compañeros por la borda durante el viaje».

Sin preguntas, ni respuestas

No hubo preguntas ni respuestas, como otras veces. «No estaba la historia para investigar, teníamos la situación controlada, pero no podíamos perder un solo segundo en ninguna otra cosa que en atenderlos y valorar quiénes estaban en peor estado de todos».

En la playa de Las Vistas «se complicó un poco la situación». No es lo mismo, relata Taylor, que lleguen escoltados y que podamos atenderlos de forma ordenada, que encontrarlos «desperdigados en un espacio de 200 metros».

Como otras veces, «contamos con la ayuda de algunas personas que andaban por allí, y con veinte voluntarios que se dejaron la piel en la playa; hasta los policías ayudaban a poner sueros».

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