Diálogos para la cooperación
Diario de noticias de Alava, 22-11-2007EN Ecuador, la selva se divide en bloques para vender su explotación a las petroleras. La comunidad de Sarayaku pertenece al bloque 23. En 2002, con el consentimiento del gobierno ecuatoriano, una compañía petrolífera argentina comenzó a realizar estudios sísmicos mediante la detonación de explosivos para detectar posibles bolsas de petróleo. Cinco años después, los explosivos siguen sembrando la selva y los 1.500 indígenas que viven el Sarayaku y la necesitan para proveerse de comida se juegan la vida todos los días.
En Bolivia, el 64% de la población es indígena. Su presidente, por primera vez en la Historia, también lo es. Aún así, los pueblos nativos siguen siendo marginados en ese país a pesar de que el derecho a su reconocimiento es hoy ley nacional.
Jhonny Dahua, miembro de la comunidad de Sarayaku, y Cristina Rojas, diputada del MAS (Movimiento al Socialismo) en Bolivia, han venido a Vitoria para contarlo. Se trata de una iniciativa de la organización no gubernamental Mugarik Gabe, entre otras, dirigida a sensibilizar a distintos actores sobre la situación de los pueblos indígenas, en particular en lo que se refiere al ejercicio de su derecho al desarrollo a partir de sus propias visiones y necesidades diferenciadas. “En Vitoria hay varios colectivos de inmigrantes procedentes de pueblos indígenas. Desde diferentes asociaciones se trabaja con ellos para ayudarles en ese riesgo de pérdida de identidad que sufren al venir desde tan lejos. Otra manera de ayudarles es acercar su realidad a los vitorianos, porque sigue quedándonos muy lejana”, explica Josune Fernández, de Mugarik Gabe. Pero no se trata de definirles. No es cuestión de lo que son, sino de lo que no son. “En Occidente todavía se malinterpretan los términos y nos llaman indios. Incluso en nuestro país se nos considera un grupo minúsculo de clase baja. No somos eso. Nosotros nos sentimos muy orgullos de ser indígenas, de tener una riqueza cultural, un idioma propio, y de no depender de los recursos económicos”, aclara Jhonny.
Los pueblos indígenas descienden de poblaciones que habitaban el país antes de las conquistas, conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, y sobre todo, preservan con celo la conciencia de su propia identidad. “Sólo queremos vivir en armonía. Para nosotros el desarrollo no significa lo mismo que para ustedes. El nuestro es un desarrollo convivencial. Mantenemos una interrelación con la naturaleza, un equilibrio con el medio ambiente. Desde hace un año trabajamos en un proceso de construcción de nuestro propio plan de vida, en base a nuestro territorio y nuestros principios. Hemos planteado, por ejemplo, la creación de una universidad propia en la Amazonia Ecuatoriana para que la educación deje de ser para nosotros sólo la ilusión de un gran sueño inalcanzable”, comenta Jhonny.
La diputada boliviana también confía en que las cosas vayan cambiando. Pero el proceso es lento. “Necesitaríamos otros 500 años. Los mismos que sufrimos la opresión por la invasión del colonialismo. Los bolivianos hemos financiado la revolución industrial en Europa, pero nosotros no nos hemos industrializado. Hemos fortalecido las economías de Estados Unidos, pero somos el país más pobre de Latinoamérica. Hoy nos dicen que exportando gas seremos un país moderno; otra gran mentira. Eso no haría más que aumentar nuestra condición de ser simples exportadores de materias primas. Siempre hemos sido eso. Hoy estamos en un proceso de cambio y avance pero exige mucho tiempo revertir todo lo que ellos han desmantelado el país”.
Lo primero, según Cristina Rojas y Jhonny Dahua, es contar al resto del mundo esas realidades a través de los medios de comunicación y contribuir así a la creación de una cultura crítica generalizada que favorezca la cooperación con los pueblos indígenas. “Gracias”, concluyen.
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