Pesquero al rescate... otra vez
El Mundo, , 15-11-2007Un buque de Santa Pola que en junio recogió a 25 inmigrantes en aguas libias auxilia ahora a cuatro tunecinos en la costa de Malta Recoger a sin papeles perdidos en alta mar se está empezando a convertir en la ocupación alternativa del barco pesquero Nuestra Madre de Loreto, con sede en la localidad alicantina de Santa Pola.
El pasado mes de junio se hizo famoso tras rescatar a 25 inmigrantes de una patera cuando faenaba a unas 90 millas de Libia. Hace dos días, atracó en el puerto de Malta con cuatro tripulantes de más: cuatro varones tunecinos que viajaban en un cayuco y que, horas antes, un barco de bandera italiana se había negado a recoger.
El armador de la embarcación humanitaria, José Durá, también realizó otro rescate en julio del año pasado, esta vez como patrón del Francisco Catalina, salvando a 51 subsaharianos en aguas de Malta.
Ahora ha sido de nuevo, a poca distancia de allí, el Nuestra Madre de Loreto. Según contó ayer a EL MUNDO su patrón, José Luis Sestayo, los marineros estaban preparándose para faenar en la madrugada del martes cuando una voz en mitad de la oscuridad les puso en alerta.
Los gritos llevaron al buque hasta un joven de 23 años que nadaba solo en mitad del mar.
El joven relató cómo horas antes él y sus tres compañeros, que viajaban en una ruinosa embarcación fabricada por ellos mismos, pidieron auxilio a un barco con bandera italiana, después de permanecer cinco días sin alimentos, agua ni rumbo. Los tripulantes de este barco intentaron repeler a los inmigrantes , aunque el joven logró saltar de la patera y engancharse a la barandilla. Pero los marineros «le soltaron las manos y le devolvieron al mar», explicó Sestayo. Para entonces, sus tres compañeros ya habían desaparecido y el joven no tuvo otro remedio que permanecer en el agua durante horas.
Los marineros españoles buscaron a los compañeros de su nuevo tripulante por los alrededores, aunque sin éxito. Dos horas más tarde desistieron y comenzaron a faenar. Pero las olas les llevaron hasta la boya donde la patera se había amarrado, y a la que los inmigrantes «se habían arrimado viendo que el tiempo se les acababa y creyendo que tenían más posibilidades de ser vistos», explicó Durá. Para entonces, la barcaza ya estaba completamente destrozada y los jóvenes, deshidratados.
«Hay que tener un estómago muy grande para hacer una maniobra así y tirar una persona al mar», se lamentó el patrón. «Perder un día de pesca es un precio demasiado pequeño como para ignorar que puedes salvar a alguien», añadió el armador.
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