La presencia en Donostia de ciudadanos procedentes de Rumania se ha cuadruplicado en cinco años
Diario de noticias de Gipuzkoa, , 12-11-2007Donostia. Un total de 350 personas de origen rumano están empadronadas en Donostia y casi un tercio de ellas ha pasado por el viejo instituto abandonado de Martutene. Se calcula que son alrededor de un centenar los gitanos de Europa del Este que viven en este inmueble, aunque la cultura nómada y la escasa estabilidad que caracteriza a este colectivo hace difícil dar una cifra exacta. De hecho, después de que el Gobierno Vasco desvelara el pasado jueves su intención de desalojar el edificio, algunos de los rumanos de Martutene hicieron anteayer las maletas para buscar un nuevo hogar.
La cifra de personas de esta procedencia ha experimentado un notable aumento en el último lustro en Donostia. Así, Europa del Este ha pasado a ser, después de Lationamérica y el Magreb, la tercera fuente de inmigración. Y, aunque hace años los rumanos se encontraban distribuidos por distintos barrios, en los últimos tiempos han tendido a concentrarse en edificios ocupados de Txomin Enea, primero, y Martutene, después.
En 2002, el padrón municipal registraba menos de 90 romis (gitanos en rumano), una cifra que experimentó un incremento del 50% en sólo un año. Así, 130 ciudadanos de esta procedencia estaban empadronados en la capital guipuzcoana en 2003, lo que suponía un 2,8% de la población inmigrante total. En 2006, se registraron 320 europeos no comunitarios en la ciudad, sobre todo procedentes de Rumanía (117) y Ucrania (68). Hoy en día, sin embargo, la cifra de romis se ha elevado hasta las 350 personas, es decir, casi un 4% de los 9.000 extranjeros que registra el padrón del Ayuntamiento. Esto indica que, junto a los ciudadanos procedentes de otros países del Este, “presentan la tasa de crecimiento más elevada de todos los colectivos”, según el Diagnóstico de la población inmigrante extracomunitaria elaborado por la Administración local.
El hecho de que la población rumana se haya cuadruplicado en Donostia en el último lustro, unido al importante choque cultural que existe entre la comunidad autóctona y este colectivo nómada afectado por un alto índice de marginalidad, ha suscitado no pocos recelos en la capital guipuzcoana.
percepción De hecho, según el Estudio sobre la percepción, valores y actitudes de la población donostiarra hacia la inmigración efectuado por el Ayuntamiento en 2006, los rumanos son, junto a los magrebíes, uno de los grupos de inmigrantes peor considerados.
El 60,6% de los donostiarras considera que este colectivo “es el que menos interés tiene en relacionarse e integrarse en la sociedad”, afirma el citado informe, en el que se destaca que la delincuencia y la agresividad son dos de las características que la población autóctona atribuye a estas personas. “Son violentos, abundan los delincuentes entre ellos, antipáticos, generan desconfianza, no se esfuerzan por integrarse, son distintos a nosotros, son vagos, cerrados y es difícil tener lazos con ellos”. Éstas son algunas de las ideas más repetidas por los donostiarras en su percepción de los rumanos, según el estudio del Consistorio.
“Su impresión es que entre las personas inmigrantes que vienen a trabajar honradamente y a buscar un futuro mejor para sus hijos y para ellas, se infiltran otras personas que vienen, en una palabra, a robar”, prosigue el documento.
Una de las principales razones para ello estriba en la diferencia cultural que existe con una comunidad de gitanos nómadas que presenta unos hábitos que chocan con el modo de vida de la población autóctona.
En Martutene conviven más de cien romis , la mayoría de la ciudad de Blaj, situada en un estado pobre de la Rumanía central llamado Alba. La marginalidad y la exclusión social empiezan en su propio país de origen y, en la mayoría de los casos, se convierten en crónicas, por lo que, pese a los intentos de los Servicios Sociales, los romis no aceptan entrar en las redes de ayuda institucional.
Así, continúan con su vida en la calle y, en Donostia, se les puede ver mendigando o rompiendo las papeleras con palos para recoger plásticos y metales de la basura que luego venden a peso en las chatarrerías de los alrededores de Martutene.
Se trata de mujeres y hombres que, en muchas ocasiones, llevan a sus hijos consigo porque la de los gitanos del Este es una inmigración en familia que, a veces, reúne hasta tres generaciones en el mismo peregrinaje, como puede verse en el caso del instituto donostiarra ocupado, donde duermen desde niños hasta ancianos.
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