Exteriores: esta casa es una ruina

La Razón, Carmen Gurruchaga, 11-11-2007

MADRID – La política exterior española en esta Legislatura que está a punto
de acabar ha sido errática y superficial, y ha tenido un mal representante
en el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que la ha
rehuido siempre que ha podido, con la consiguiente pérdida de influencia
de España en el concierto internacional de Naciones. La otra pieza clave
en este rompecabezas es el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Angel
Moratinos, diplomático de carrera, gran experto en el Magreb y en Oriente
Medio y que, sin embargo, a veces, ha actuado con aparente impericia. En
demasiadas ocasiones ha perdido los nervios y nunca ha aceptado una
crítica, aunque fuera constructiva. Una reacción atípica en un diplomático
de su nivel. La llegada del PSOE al Gobierno supuso un giro en las
coordenadas internacionales mantenidas por su antecesor en el cargo, José
María Aznar. A los conocidos desacuerdos con Estados Unidos, se ha sumado
una menor influencia en Iberoamérica y una decidida apuesta por Africa,
donde se han triplicado las ayudas. Pero lo sucedido hace unos días en el
Chad o la incesante salida de cayucos procedentes de la costa africana con
destino a Canarias – muchos mueren en el intento – , son un claro exponente
de que el «Plan África», diseñado con esmero por el Gobierno, ha servido
para bien poco. Fuerza irrelevante Nadie duda de las buenísimas
intenciones del Ejecutivo socialista al plantearse la necesidad de
extender la cooperación y ayuda humanitaria al continente en el que se
concentran las naciones más pobres del mundo. Pero es obvio que en algo ha
errado el planteamiento, porque pese a la ayuda prestada, la fuerza de
España es irrelevante. En el reciente problema vivido con Chad, por
ejemplo, ha podido comprobarse que no existe presencia española activa. Es
poco probable que un diplomático con experiencia y con muchos años de
carrera elija como destino Ghana, Mali o Angola, pero algo tendrá que
hacer Exteriores para cumplir con su «Plan» y para que las palabras vayan
acompañadas de los hechos. De lo contrario, se da la paradoja de que un
Estado soberano como España deja su representación en manos de un país
extranjero. El presidente francés, Nicolás Sarkozy ha dado toda una
lección. La ensayó en Libia al rescatar a las enfermeras búlgaras y la ha
vuelto a repetir en Chad. En cambio, Zapatero, en su relación con ambos
países, ha sido incapaz de levantar el teléfono y hablar de tú a tú con
Gadafi e Idriss Déby para resolver sus crisis. Ha permanecido
desaparecido, a expensas de los trámites burocráticos hechos por una
exigua representación diplomática. Al final, la magnanimidad del inquilino
del Elíseo posibilitó una salida digna al presidente español. Hizo escala
en Madrid, antes de llegar a París, para dejar a las cuatro azafatas
españolas. En el aeropuerto de Torrejón escenificaron un encuentro, pero
al decir el francés que en todo momento habían trabajado «coordinados»,
descubrió, sin saberlo, las vergüenzas de Exteriores que había asegurado:
«Cada país va a lo suyo porque las cargas contra los detenidos son muy
diferentes». Alfinal, con la liberación de los otros tres tripulantes
españoles, Exteriores sacó pecho y se jactó del éxito de la «diplomacia
callada». El drama de la inmigración El ministro de Exteriores, Miguel
Angel Moratinos, se ha pateado todo Africa subsahariana, con la pretensión
de que los gobernantes de esos países controlaran la salida de inmigrantes
de sus costas o el paso por sus territorios. Con este fin, España les
proporcionó ayuda material y económica y les ofreció cursillos impartidos
por las Fuerzas de Seguridad española. Nada de esto ha dado frutos y no
tanto por la corrupción que impera en casi todos esos países, que también;
sino porque han descubierto que el inmigrante llamado «ilegal» es un
elemento con el que chantajear al país receptor, por lo que la extorsión
no terminará mientras existan personas que están totalmente dispuestas a
arriesgar su propia vida por encontrar un mundo mejor. Se puede valorar el
trabajo hecho por Exteriores, pero éste no sirve de nada si en el momento
crucial, en plena crisis con Marruecos y con el destino en juego de siete
españoles en Chad, el jefe de la diplomacia española se encuentra de
puente, viendo un concierto de Juan Peña, «El Lebrijano», en la ciudad
marroquí de Essauira. El presidente, por su parte, permaneció inactivo y
siguió inédito en las gestiones para defender intereses españoles fuera de
sus fronteras. Y no vale argumentar que Sarkozy, protagonista absoluto de
la liberación de las cuatro azafatas españolas y de los tres periodistas
franceses, lo tenía más fácil porque Chad fue colonia francesa. Y
Marruecos y Argel. «Habilidad» para los problemas Si esa afirmación
pretende sugerir que España no tiene ninguna posibilidad de ser fuerte en
esa parte del mundo, ¿Por qué ese interés en iniciar algo imposible? El
Sahara fue español y, sin embargo, el Gobierno de Zapatero tampoco allí
está en condiciones de realizar la más mínima gestión en ese territorio.
Observadores políticos comentan extrañados la «habilidad» del Ejecutivo
español para tener problemas al mismo tiempo con Marruecos, Argelia y el
Sahara. A cambio, Francia se lleva estupendamente con Marruecos y Argelia.
Con los dos a la vez. El Ministerio de Exteriores diseñó una estrategia
simplista para contener a Marruecos. Estaba convencido de que si cambiaba
la tradicional postura española y apoyaba las pretensiones marroquíes
frente a la población del Sahara, el monarca alauita no se encendería con
la visita de los Reyes a Ceuta y Melilla. De esta forma, Zapatero se
anotaría el tanto de ser el primer presidente de la democracia que
posibilitó la visita de Don Juan Carlos y Doña Sofía a estos históricos
enclaves españoles en Africa, mientras se daba un baño de españolidad para
conjurar las acusaciones de secesionista. No contaba con la voracidad de
MOhamed VI, que una vez logrado el apoyo español respecto al Sahara,
pretende arrebatarle las ciudades de Ceuta y Melilla. Un político
socialista español comentó a este respecto: «Los marroquíes son como los
nacionalistas, nunca están satisfechos y siempre quieren más».
Representación en Marruecos Marruecos es el primer receptor de la
cooperación al desarrollo y hay 1.200 empresas españolas instaladas en ese
país, además de colegios y el Instituto Cervantes. Estas razones sobrarían
para no sentirse acomplejado ante un país que ni siquiera respeta los más
elementales derechos humanos y que desconoce el significado de la división
de poderes. Sin embargo, el ministro Moratinos dio una explicación
inexacta sobre lo que había sucedido en La Cañada Real y el desalojo de
alguna vivienda con inquilinos de ese país, por no enfrentarse a los
poderes del régimen marroquí. Afirmó a su homólogo magrebí y a la agencia
oficial de noticias que los incidentes estuvieron motivados por una pugna
entre dos facciones del Partido Popular. En vez de explicar la verdad, que
las Fuerzas de Seguridad, del Gobierno al que pertenece, ayudaron a
cumplir una orden de la Justicia, un poder independiente. Esta postura
escapista es habitual en muchos de los asuntos que conciernen al Ejecutivo
español. Confía en que las circunstancias solucionen sus problemas. El de
Chad se lo medio arregló Nicolas Sarkozy y el de Marruecos aún no se sabe
quién lo compondrá.

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