El Ayuntamiento de Donostia busca una salida a los rumanos que desahuciarán en Martutene

Diario de noticias de Gipuzkoa, ane paguey, 10-11-2007

La situación de marginalidad crónica y la cultura nómada de algunos de estos gitanos dificulta su inserción social

donostia. Cuatro chicas embarazadas, una familia con dos niños pequeños, otras con hasta cuatro hijos, una mendiga anciana, algunos jóvenes varones y decenas de hombres y mujeres adultos, en su mayoría parejas de etnia gitana y procedentes de provincias desfavorecidas de la Rumanía central. Es la radiografía de la comunidad de inmigrantes que ocupa desde hace meses un instituto abandonado de Donostia y que, antes de fin de año, se quedará en la calle.

Son alrededor de un centenar, viven en condiciones muy precarias en un viejo centro de enseñanza situado en el barrio de Martutene y el Gobierno Vasco, propietario del inmueble, ha decidido expulsarlos. Probablemente, derribará el antiguo instituto profesional para que no vuelva a ser ocupado. ¿Qué futuro les espera entonces a estas familias?

Los servicios sociales del Ayuntamiento de Donostia trabajan desde hace meses con estos inmigrantes, a quienes, en sus visitas recientes de acercamiento social e incluso antes de recibir la notificación del Departamento de Educación, ya han advertido de que van a ser desalojados. Por eso, tratan de ayudarles a buscar un futuro.

En concreto, la concejala de Bienestar Social, Susana García Chueca, indica que “se ha intervenido en el caso de Martutene a través del Equipo de Mediación que trabaja para el Consistorio”. Se trata de un grupo integrado por profesionales de distintas áreas, como psicólogos o trabajadores sociales, y de diversas procedencias. Entre ellos destacan las personas de origen rumano, un recurso fundamental ya que este colectivo gitano se caracteriza por su escaso contacto con la población autóctona y su falta de conocimiento del castellano.

Acompañar a las mujeres embarazadas que viven en el edificio ocupado a centros de salud para que reciban un seguimiento médico o ayudar a las familias en la búsqueda de un empleo y un hogar son algunas de las labores que ha desarrollado el Equipo de Mediación con este centenar de inmigrantes.

Además, en los contactos con los ocupantes, se han desarrollado iniciativas comunitarias de orientación socioeducativa y de sensibilización para la adaptación, que debe ser “bidireccional” entre las personas extranjeras y la población autóctona, subraya el técnico de Inserción Social del Ayuntamiento donostiarra, Antton Arka.

compromiso de inserción Sin embargo, este técnico explica que los empleados municipales, que asistieron el pasado año a cursos de formación específicos sobre la realidad de la migración rumana, son conscientes de que la cultura y las costumbres de este grupo nómada, víctima de una exclusión social que comienza en su propio país de origen, hacen que algunas de estas personas “se rebelen contra el sistema” y no acepten la ayuda que se presta desde la red de servicios sociales. “No podemos más que respetarlo”, admite el técnico. En muchos casos, además, los romis (gitanos en rumano) no se plantean un proyecto de futuro en Donostia, sino que buscan “hacer dinero rápido y volver al cabo de tres meses a su país”.

Por ello, los especialistas en inmigración les plantean un compromiso de inserción y un proyecto de vida que pase por asentarse en la sociedad antes de prestarles otros servicios de inserción laboral, búsqueda de vivienda o ayuda en la obtención del certificado de empadronamiento y los permisos de residencia.

Arka pone como ejemplo el caso de una familia con dos niños pequeños que, hasta hace pocos días, habitaba en el instituto de Martutene. Tras una estancia de unos meses en la ciudad y orientado por los servicios sociales, el matrimonio accedió a enviar a los pequeños de nuevo a su país de origen hasta encontrar un trabajo y un hogar con condiciones dignas para ellos. Allí, los dejaron a cargo de un familiar pero, al fallecer éste, tuvieron que viajar a su tierra y regresaron después con los niños para continuar con la búsqueda de un empleo en Donostia.

El “compromiso de integración y la voluntad de crear un proyecto de vida aquí” demostrado por esta pareja ha llevado a los servicios sociales a volcarse en la búsqueda de un futuro para ellos, relata Arka. Ahora, los padres han recibido ofertas de trabajo de tres empresas distintas, van a trabajar en un hotel y cuentan con un “certificado de empadronamiento ficticio o provisional” proporcionado por el Ayuntamiento que les permitirá regularizar su situación y les facilitará la búsqueda de un hogar. Mientras, la Administración local les ofrece alojamiento y les orientará para encontrar una vivienda y escolarizar a sus pequeños.

marginalidad crónica Esta historia de superación puede dar esperanza a muchos compatriotas de esta pareja que aspiran a una vida mejor, aunque también hay quienes por su cultura y sus costumbres rechazan este tipo de ayuda de la Administración.

Triste ejemplo de ello es la anciana septuagenaria que fue localizada por los servicios sociales hace meses, cuando mendigaba bajo un puente del barrio de Egia. “Hablamos con ella, conocimos su historia y su situación y empezamos a tratar de conseguir que regresara a su tierra. Contactamos con la embajada rumana y con un centro religioso de aquel país. Conseguimos que se comprometieran a hacerse cargo de esta mujer a su vuelta a Rumanía, ella accedió a firmar un documento para volver y logramos ayuda financiera de la Diputación para pagar el viaje”, cuenta Arka. La historia, sin embargo, no tiene un final feliz, ya que la anciana ha vuelto a Donostia, a mendigar estos días por la plaza de Gipuzkoa y a vivir en la precariedad del instituto abandonado.

A ella, como a otros muchos compatriotas suyos que llevan décadas en las calles y cuya situación está “cronificada”, tras el derribo del centro de Martutene sólo les quedará la calle o la búsqueda de un nuevo edificio ruinoso que convertir en su hogar sin saber por cuánto tiempo.

“Al final, es una decisión personal y no podemos hacer más que seguir con ellos todos los días, ésa es nuestra labor profesional”, dice Arka. Así, el Equipo de Mediación de Donostia sigue tratando de asesorarles y les explica cuáles son los recursos de alojamiento y alimentación gratuitos de los que disponen en la capital guipuzcoana, como el centro de acogida de Marrutxipi, los comedores sociales o el hogar para transeúntes que se abre en invierno en Zorroaga.

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