Enrique Martín Braun

Canarias, antesala

El Día, 07-11-2007

PARECE que las amenidades procedentes de la Península no van a cambiar nunca de color. Tendremos que, como siempre, digerir el estado de indignación por el que atraviesa un considerable número de ciudadanos de estas Islas y compilarlo a los anales que narran los atropellos que, a lo largo de la Historia, viene soportando nuestro Archipiélago. Para aquellos que nos miran desde la distancia y desde lo alto, es conveniente recordarles que Canarias es comunidad autónoma (no para esos señores, precisamente) desde 1982. Aquí, los diferentes partidos políticos han tratado de desarrollar el autogobierno para que entendamos qué es lo que nos interesa. Canarias es reconocida como nacionalidad dentro del Estado español. Es decir, Canarias es nación, es pueblo. Al menos así es como nos lo recuerdan las organizaciones, incluida, por supuesto, la de esos señores altivos que vienen trabajando, constantemente (siempre hay algún gandul), por esta tierra tan alejada de los poderes de decisión sectarios. No importa. Contamos también con cabildos, que son órganos de gobierno e instituciones autonómicas con implicaciones en todo aquello que pueda afectar a esta Comunidad. El campo de competencias en distintas materias es amplio y tenemos la importante denominación de región ultraperiférica de la Unión Europea. Se ha trabajado mucho, igualmente, en Bruselas. A pesar de las cortapisas que estos señores erguidos nos dedican desde Bruselas y desde Madrid. No existen compromisos definidos sobre nuestras aguas y sobre nuestras relaciones con los países vecinos. El actual Gobierno estatal prefiere evitar cualquier situación delicada con Marruecos que poner sobre la mesa de negociación los papeles indicativos de este Archipiélago Atlántico. Pero es igual. Se sigue trabajando continuamente. El Ejecutivo canario no pierde de vista este camino a seguir y para ello, asimismo, trabaja desde distintos enfoques. Esto es, queremos decir que el pueblo canario contemporáneo sabe a dónde va, pero tropieza, como lo ha venido haciendo desde tiempos de la Conquista, con argumentos que les son incomprensibles porque se plantean con una óptica que nada tiene en común con la realidad que viven estos queridos peñascos.

Tenemos mala suerte con los dos últimos ministros de Justicia. El penúltimo, enviado aquí para convertirse en presidente de la Comunidad, sólo ha conseguido sembrar una serie de irritaciones en la mayoría de la sociedad canaria, dentro de la que se incluyen militantes y seguidores de su partido. Ha escogido un estilo que por aquí no se estila (lleva mucho tiempo viviendo y tocando la guitarra en Madrid), y es el que le va a conducir al mundo del fracaso político. No basta con ser un eminente catedrático. Puede suceder que aparezca en el horizonte un maestro y eche por tierra todas sus ambiciones. Como así ha ocurrido. Para ser un político se necesitan otras cualidades, algunas ni siquiera están en los libros.

El actual titular de la cartera de Justicia viene destacándose por una serie de declaraciones y actuaciones, al menos, polémicas. Algo tiene que pulular por la sede del edificio ministerial para entender estas casualidades en comportamientos. No se puede entender, si no (al menos nuestra inteligencia no da para más) que un señor, que según todos los indicios pertenece a los citados en este artículo, venga a nuestras Islas y ante los 47 miembros del Consejo de Europa, Conferencia celebrada hace una semana en Lanzarote, afirme, sin rubor pero con altanería, que “Canarias lo que tiene que hacer es trabajar más y quejarse menos en materia de inmigración ilegal”. No puede soslayar, de ninguna de las maneras, ese estado de indignación, de cabreo (en román paladino), que aguanta este pueblo trabajador. Ni a él ni a su colega en Trabajo se les ha pasado por la cabeza la iniciativa contemplada en la inauguración de la conferencia “El papel de las regiones y ciudades en la gestión de los flujos migratorios”, a cargo del presidente canario, Paulino Rivero. Se dijo allí, en el Sur de Tenerife, que el Gobierno de Canarias ofrecerá cupos de trabajos temporales a los países africanos para evitar la llegada de inmigrantes en cayucos y “se pueda venir a España o Europa de forma legal acudiendo a los consulados”. ¿Se trabaja aquí o no, señor ministro?

Hay más. El señor Rivero apuntó que sería procedente y aconsejable establecer cupos entre 50.000 y 100.000 trabajadores extranjeros y crear un plan de acción que incluya, en especial, al Archipiélago, frontera sur de Europa. Solos no podemos hacer nada. Es una evidencia que muchos venimos denunciando desde hace tiempo. Pero los diferentes gobiernos que pasan por La Moncloa tienen como misión atender, con total prioridad, a vascos, catalanes y gallegos (los andaluces conforman una exclusividad socialista). A Canarias la han convertido en una especie de antesala donde aguardan los inmigrantes a ser recibidos por Madrid o Bruselas, paradigma de los olvidos hacia una población absolutamente vulnerable.

 

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