El joven rumano acusado del asesinato y violación de Giovanna Reggiani fue detenido cerca del lugar de la agresión, en un campamento de chabolas de Tor di Quinto, una zona de la ciudad que no es céntrica pero tampoco está en las afueras, un simple barrio periférico. Fue otra rumana la que llevó allí a la Policía, que sorprendió al sospechoso manchado de sangre y con el bolso de la víctima. A los dos días, con el nuevo decreto en la mano, un grupo de varios agentes se presentó en el campamento. Fueron abatidas la mayoría de las 78 barracas y arrestadas 17 personas sin documentación. Muchos de ellos serán expulsados.

Sólo en Roma, igual que en capitales más industriales del norte como Turín o Milán, hay contabilizados 66 asentamientos de este tipo. Se ven cerca de las orillas del río, bajo los puentes o en descampados abandonados. Viven así de 5.000 a 10.000 personas, según la Policía. Llegaron en masa con la entrada de Rumanía en la UE y viven como pueden. En muchos casos, de la delincuencia. Lo dicen las estadísticas: en el último año los rumanos están a la cabeza por nacionalidades de todos los delitos. El 15% de los homicidios, el 16% de los casos de violencia sexual o el 19% de los robos en casas. Entre 2004 y 2006, antes de la incorporación de Rumanía a la libre circulación de ciudadanos, Italia expulsó a 58.000 rumanos. Según reconoce la Policía rumana, lo más probable es que la mayor parte hayan vuelto a entrar en Italia. En diciembre, antes de la apertura de fronteras, Italia envió 14 aviones con inmigrantes rechazados a Bucarest.