Pega a migrantes crisis hipotecaria

El Universal, Por Adam Thomson en Juventino Rosas, Guanajuato, 30-10-2007

El refrigerador de Hermelinda Guerrero es un monumento a una época anterior más próspera. Su brillante y voluminosa masa, de puertas curvilíneas y moderna manija, domina lo que antes fuera una cocina humilde. El aparato todavía tiene la etiqueta de venta original. “Lo compré hace cuatro años, cuando todavía había suficiente dinero para lujos”, dice, apretando el pañuelo azul con blanco que enmarca su rostro regordete. “Las cosas son muy diferentes ahora”, agrega.

Tan diferentes, que la señora Guerrero ya no cuenta con suficiente dinero para llenar el refrigerador e incluso, a veces, ni para comprar carne. Aquellos días en los que podía ir con su familia al centro durante el fin de semana para comer tacos se han ido.

A primera vista, parecería que la disminución de sus ingresos —de aproximadamente 300 dólares al mes en comparación con más de mil dólares hace casi dos años— tiene poco que ver con la agitación en el mercado inmobiliario estadounidense: ella vive en una pequeña comunidad cercana a Juventino Rosas, un pueblo mercantil casi tres horas al norte de la ciudad de México.

No obstante, su esposo —y única fuente de ingresos— trabaja como albañil en Naples, Florida, y la disminución de la actividad en el mercado de la construcción de Estados Unidos se ha traducido en mucho menos trabajo para él y en una importante reducción de dinero para ella.

“En los buenos tiempos él podía ir a la playa los fines de semana y tomarse una cerveza. Ahora quiere regresar a casa, pero ni siquiera tiene los 300 dólares que necesita para pagar el viaje”, señala.

Fuerte impacto en migrantes

En los últimos meses, el deterioro del sector de la construcción en Estados Unidos ha tenido un impacto cada vez mayor sobre los más de 23 mil millones de dólares en efectivo que los migrantes mexicanos —tanto legales como los que no tienen papeles— envían a sus familias cada mes.

Según Jesús Cervantes, director del Departamento de Medición Económica del Banco de México, aproximadamente entre 20% y 25% de los migrantes mexicanos legales trabajan en la industria de la construcción de Estados Unidos. “Es razonable suponer que el mismo porcentaje se aplica a los trabajadores mexicanos indocumentados (que conforman una gran parte del estimado de 12 millones de inmigrantes ilegales en ese país)”, dijo al Financial Times”.

Desde el segundo semestre del año pasado, el crecimiento en el flujo de remesas ha disminuido notablemente. En la primera mitad de 2006, las remesas registraron un crecimiento de 23.1% respecto del mismo periodo del año pasado, pero durante el primer semestre de este año las remesas crecieron apenas 0.6% en relación con el año anterior.

Rita Mejía, una mujer de 25 años que vive cerca de Juventino Rosas, sufre al igual que la señora Guerrero. Su esposo se fue a Estados Unidos hace seis meses porque con sus ingresos era imposible llegar al fin de mes.

“Estaba ganando 800 pesos (75 dólares) al mes y pagábamos 300 de renta, más 100 de agua, 150 de luz y entre 300 y 400 pesos de comida al mes”, dice. “No tuvo que pasar mucho tiempo para que nos diéramos cuenta de que se tenía que ir”.

Actualmente su esposo trabaja como instalador de techos en Oklahoma, pero el empleo se ha reducido incluso durante el breve periodo que ha estado allá.

El declive en el sector de la construcción no es la única razón por la que ha disminuido el crecimiento de las remesas este año. Cervantes piensa que ha contribuido toda una serie de factores, entre los cuales se incluyen los efectos estadísticos de las medidas tomadas en 2000 para exhortar a los bancos y demás compañías que manejan las remesas a registrar los flujos con el Banco Central, lo cual es obligatorio desde octubre de 2002.

“Hasta antes del año 2000 siempre supimos que estábamos subestimando las remesas”, indicó. “Las reglas produjeron un aumento de las estadísticas debido a que por primera vez estábamos registrando con precisión los flujos, aunque este efecto se registraría una sola vez”.

Otra de las razones de la reducción en el crecimiento de las remesas es la extrema dificultad que enfrentan los migrantes mexicanos para cruzar la frontera de regreso debido a las enérgicas medidas contra los migrantes ilegales que viven allá.

El esposo de la señora Mejía es un buen ejemplo: “Me dice que, cuando tiene trabajo, la policía patrulla la zona con regularidad y que él y sus amigos se tienen que esconder. Apenas hace unos meses a la policía no le importaba”.

El efecto combinado de todo esto, dijo Cervantes, no es que las remesas disminuyan, sino que el fuerte crecimiento que han experimentado en los últimos años se está reduciendo.

La otra es que las familias en México que dependen de tener empleo abundante y sin problemas en el sector de la construcción estadounidense tendrán que hacer “de tripas corazón”.

La señora Guerrero ya está resignada. “Voy a tener que vender una de mis tres vacas para pagar el viaje de regreso de mi esposo; no tiene sentido que siga allá. ¿Para qué?, si no hay suficiente trabajo”.

El refrigerador de Hermelinda Guerrero es un monumento a una época anterior más próspera. Su brillante y voluminosa masa, de puertas curvilíneas y moderna manija, domina lo que antes fuera una cocina humilde. El aparato todavía tiene la etiqueta de venta original. “Lo compré hace cuatro años, cuando todavía había suficiente dinero para lujos”, dice, apretando el pañuelo azul con blanco que enmarca su rostro regordete. “Las cosas son muy diferentes ahora”, agrega.

Tan diferentes, que la señora Guerrero ya no cuenta con suficiente dinero para llenar el refrigerador e incluso, a veces, ni para comprar carne. Aquellos días en los que podía ir con su familia al centro durante el fin de semana para comer tacos se han ido.

A primera vista, parecería que la disminución de sus ingresos —de aproximadamente 300 dólares al mes en comparación con más de mil dólares hace casi dos años— tiene poco que ver con la agitación en el mercado inmobiliario estadounidense: ella vive en una pequeña comunidad cercana a Juventino Rosas, un pueblo mercantil casi tres horas al norte de la ciudad de México.

No obstante, su esposo —y única fuente de ingresos— trabaja como albañil en Naples, Florida, y la disminución de la actividad en el mercado de la construcción de Estados Unidos se ha traducido en mucho menos trabajo para él y en una importante reducción de dinero para ella.

“En los buenos tiempos él podía ir a la playa los fines de semana y tomarse una cerveza. Ahora quiere regresar a casa, pero ni siquiera tiene los 300 dólares que necesita para pagar el viaje”, señala.

Fuerte impacto en migrantes

En los últimos meses, el deterioro del sector de la construcción en Estados Unidos ha tenido un impacto cada vez mayor sobre los más de 23 mil millones de dólares en efectivo que los migrantes mexicanos —tanto legales como los que no tienen papeles— envían a sus familias cada mes.

Según Jesús Cervantes, director del Departamento de Medición Económica del Banco de México, aproximadamente entre 20% y 25% de los migrantes mexicanos legales trabajan en la industria de la construcción de Estados Unidos. “Es razonable suponer que el mismo porcentaje se aplica a los trabajadores mexicanos indocumentados (que conforman una gran parte del estimado de 12 millones de inmigrantes ilegales en ese país)”, dijo al Financial Times”.

Desde el segundo semestre del año pasado, el crecimiento en el flujo de remesas ha disminuido notablemente. En la primera mitad de 2006, las remesas registraron un crecimiento de 23.1% respecto del mismo periodo del año pasado, pero durante el primer semestre de este año las remesas crecieron apenas 0.6% en relación con el año anterior.

Rita Mejía, una mujer de 25 años que vive cerca de Juventino Rosas, sufre al igual que la señora Guerrero. Su esposo se fue a Estados Unidos hace seis meses porque con sus ingresos era imposible llegar al fin de mes.

“Estaba ganando 800 pesos (75 dólares) al mes y pagábamos 300 de renta, más 100 de agua, 150 de luz y entre 300 y 400 pesos de comida al mes”, dice. “No tuvo que pasar mucho tiempo para que nos diéramos cuenta de que se tenía que ir”.

Actualmente su esposo trabaja como instalador de techos en Oklahoma, pero el empleo se ha reducido incluso durante el breve periodo que ha estado allá.

El declive en el sector de la construcción no es la única razón por la que ha disminuido el crecimiento de las remesas este año. Cervantes piensa que ha contribuido toda una serie de factores, entre los cuales se incluyen los efectos estadísticos de las medidas tomadas en 2000 para exhortar a los bancos y demás compañías que manejan las remesas a registrar los flujos con el Banco Central, lo cual es obligatorio desde octubre de 2002.

“Hasta antes del año 2000 siempre supimos que estábamos subestimando las remesas”, indicó. “Las reglas produjeron un aumento de las estadísticas debido a que por primera vez estábamos registrando con precisión los flujos, aunque este efecto se registraría una sola vez”.

Otra de las razones de la reducción en el crecimiento de las remesas es la extrema dificultad que enfrentan los migrantes mexicanos para cruzar la frontera de regreso debido a las enérgicas medidas contra los migrantes ilegales que viven allá.

El esposo de la señora Mejía es un buen ejemplo: “Me dice que, cuando tiene trabajo, la policía patrulla la zona con regularidad y que él y sus amigos se tienen que esconder. Apenas hace unos meses a la policía no le importaba”.

El efecto combinado de todo esto, dijo Cervantes, no es que las remesas disminuyan, sino que el fuerte crecimiento que han experimentado en los últimos años se está reduciendo.

La otra es que las familias en México que dependen de tener empleo abundante y sin problemas en el sector de la construcción estadounidense tendrán que hacer “de tripas corazón”.

La señora Guerrero ya está resignada. “Voy a tener que vender una de mis tres vacas para pagar el viaje de regreso de mi esposo; no tiene sentido que siga allá. ¿Para qué?, si no hay suficiente trabajo”.

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