Youssou N'Dour fusiona las raíces africanas con el 'reggae' y el 'blues'

El Mundo, RUBEN AMON. Corresponsal, 30-10-2007

El músico estrena ‘Rokku mi rokka’ mientras arremete contra la ley francesa de extranjería Youssou N’Dour está serenamente indignado. Indignado porque el Gobierno francés acaba de promover una ley de extranjería entre cuyos renglones torcidos aparece la posibilidad de realizar pruebas de ADN a los inmigrantes de filiación dudosa. La iniciativa le suena «vergonzosa, inhumana y humillante» al cantante senegalés. También sostiene N’Dour que los políticos occidentales apelan al «fantasma de la inmigración» para desviar la atención y eludir el fracaso de su programa.


Conoce bien la cuestión porque en Senegal embarcan las pateras «de la muerte y del engaño». «No existe Eldorado español», añade N’Dour sin irritarse. «El paraíso occidental es un mito, un espejismo que no justifica el éxodo de nuestros jóvenes ni el sacrificio de sus vidas».


Resulta difícil disociar al cantante del hombre comprometido. N’Dour es noticia porque reaparece en el mercado discográfico con un disco fronterizo entre la tierra madre, el reggae y el blues, aunque el héroe senegalés deriva la conversación a la actualidad.


Quieren convertirlo en jefe de Estado, proclamarlo como pastor y como mesías de Africa Occidental. Tendría muy sencillo destronar al presidente Wade, aunque las tentaciones providencialistas están lejos de seducirlo. «Si yo fuera presidente, los senegaleses comerían piedras», explicaba ayer a EL MUNDO en un hotel de París. «Soy un hombre comprometido. Trato de denunciar las injusticias. Intento detener ciertos abusos. Percibo que mis opiniones pesan y que tengo una responsabilidad. Ahora bien, me siento incapaz de resolver los problemas de la gente».


El autor de Rokku mi rokka (Dar y recibir, Warner) ha cumplido 48 años. Parece más joven. Quizá porque no tiene arrugas o porque la voz suena adolescente y templada. Vive casi todo el año en Dakar, aunque las giras y los compromisos políticos lo desalojan del acuartelamiento.


«Hace tres días he tenido la posibilidad de entrevistarme con Zapatero. Hemos hablado mucho de inmigración. España tiene que hacer más por Senegal y por Africa. Creo que su política está en el buen camino. La solución de la inmigración no está en construir muros ni en levantar empalizadas. Está en conseguir que los países de origen sean autosuficientes. Sobre todo en el desarrollo de la propia economía», explica N’Dour mientras saborea la espuma de un capuccino.


El compositor africano se ha convertido en el artífice de una campaña de sensibilización nacional. Aconseja a los compatriotas abstenerse de «arrojarse» al mar. Los invita a contribuir a la reconstrucción del país.


Lo hace con la palabra y con la obra, puesto que Youssou N’Dour se ha lanzado a la construcción de un imperio mediático. Es el propietario de un grupo con tentáculos en la prensa escrita, la radio y la televisión, aunque no le gusta que le llamen ciudadano N’Dour ni magnate.


«Me he lanzado a los medios de comunicación porque deseaba abrir una brecha a beneficio de la pluralidad informativa. Muchos países africanos están dominados por la prensa gubernamental y unilateral. Yo entiendo que Senegal tendrá mejor porvenir con una prensa independiente y vital».


Vital como su último disco. Ha necesitado tres años para concebirlo y para alejarse de Egipto, sobrenombre de un feliz e intrépido acercamiento a la inasible espiritualidad sufí. «El nuevo trabajo, de algún modo, es un regreso a los orígenes. Los míos y los de la música misma. Porque Africa es la gran y vieja madre de la música», explica el cantante.


Se refiere al tambor y al quejido. También a los ritmos que cuajaron en América. «Es un disco de raíces. Un disco de sentimientos profundos donde percibirse el latido del desierto», explica poéticamente.

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