Un centenar de extranjeros aprende español en Miranda en aulas especiales
El programa diseñado por Cáritas busca la inmersión lingüística de los inmigrantes
El Correo, , 29-10-2007Aterrizan en un país que no es el suyo, con costumbres muy diferentes, y encima no saben ni cómo hacerse entender. En esta situación viven numerosos inmigrantes recién llegados a la ciudad con los que trabaja Cáritas desde los diferentes programas que diseña para este sector de la población. Aunque son muchas las necesidades que plantean, existe para ellos una barrera que se les hace infranqueable: el idioma. Por ello, desde esta asociación se han puesto en marcha una serie de aulas especiales donde los inmigrantes pueden recibir clases de español para defenderse en el día a día de la nueva etapa que inician.
Los números avalan la importancia que está adquiriendo este servicio ya que sólo durante el pasado año un centenar de inmigrantes llenaron sus aulas. El perfil del usuario es de un joven en edad de trabajar, sobre todo entre los 20 y 40 años. Los hombres son mayoría, en especial aquellos de origen musulmán.
«Normalmente hay más hombres musulmanes porque son ellos los que vienen primero a España a buscar trabajo y después las traen a ellas. Las mujeres, por lo general, lo tienen más fácil para practicar el idioma porque se relacionan con más gente al ir al colegio a por sus hijos o a comprar», explica la responsable del área de inmigración de Cáritas, Pilar Corral.
Ahora bien, el hecho de que las mujeres acudan menos preocupa en el sentido de que al hombre se le carga con más responsabilidades. «Se trata de hacer ver que si no aprenden español van a depender siempre de sus maridos para ir al médico o para comprar y, al final, les van a dar el doble de trabajo», recuerda.
Por países, los alumnos proceden mayoritariamente de Marruecos y Argelia, con un importante número de rumanos y búlgaros integrados en las aulas. Además, también hubo gente de origen chino en 2006 y se han incorporado ciudadanos ucranianos a lo largo de este año.
Por eso no es de extrañar que, en ocasiones, algunas clases puedan convertirse en auténticas torres de Babel. En ese momento, es la pericia de los profesores voluntarios que forman parte de esta actividad la clave para hacerse entender. Utilizan desde desde dibujos hasta señas. Pero, además, un objeto que tampoco falta es el diccionario ni las viñetas traducidas en varios idiomas.
En cuatro meses
El nivel académico con el que llegan suele ser bajo, aunque siempre hay excepciones. Son los de origen europeo o con lenguas maternas derivadas del latín los que consiguen aprender con mayor rapidez el idioma. De hecho, rumanos y búlgaros pueden empezar a defenderse en español ya en los primeros cuatro meses.
Pero además, las clases tienen más funcionalidades. Mediante éstas, conocen la ciudad, su diversidad, cómo es el país donde están viviendo, las costumbres de sus gentes, cómo desenvolverse en el día a día y a quién recurrir en el caso de que necesiten algo. La asistencia a clase no se entiende como algo rígido ya que dependerá, sobre todo, de los trabajos que vayan consiguiendo, que cambien horarios o que, incluso, abandonen el aula.
En todo caso, desde la institución religiosa se subraya que una de las diferencias de este programa respecto a otros como las clases en la escuela de adultos, reside en la atención que reciben los alumnos.
«Además de quitar la barrera del idioma pretendemos ayudar a los que nos llegan con problemas afectivos porque están solos o porque vienen con el dinero justo y no tienen trabajo. Lo que quieren del profesor no es sólo que les enseñe el idioma sino saber que cuenta con una persona que está ahí al tanto de ellos», plantean desde Cáritas.
En este sentido, se está pendiente en todo momento de su situación personal, de si necesitan formar parte de otros programas para inmigrantes o de si tiene cubiertos aspectos tan básicos como la comida y la cama.
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