56 personas mueren de sed en el Atlántico cuando intentaban llegar a Canarias en un cayuco
Un pesquero gallego encontró el barco con un único superviviente. La embarcación se quedó sin gasolina hace 20 días y navegaba a la deriva
Diario Vasco,
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26-10-2007
TENERIFE. Murieron de sed cuando intentaban ganar las costas canarias. Los 56 inmigrantes, uno a uno, sucumbieron deshidratados tras veinte días a la deriva sin agua, sin alimentos y perdidos en el Atlántico. Un pesquero español encontró el miércoles por la tarde el cayuco con el único superviviente, el patrón senegalés de la embarcación, y siete cadáveres: los cuerpos de los últimos inmigrantes en morir, a los que sus compañeros, también moribundos, ni siquiera pudieron arrojar por la borda por la falta de fuerzas.
El macabro hallazgo tuvo lugar a las 19.00 horas del miércoles en el límite de la zona económica exclusiva de Cabo Verde, a 380 millas náuticas al oeste del puerto mauritano de Nouadhibou, en la frontera con el Sáhara Occidental, desde donde al parecer partió el cayuco hace un mes. El pesquero gallego Tiburón III volvía de pasar varios meses faenando en Ecuador y acababa de hacer una escala en la isla caboverdiana de San Vicente para dejar cerca de casa a seis marineros africanos que eran miembros de su tripulación.
Poco después de abandonar el puerto de San Vicente y poner proa a su base en La Guarda (Pontevedra), uno de los seis marineros gallegos avistó el cayuco a la deriva, con el agua amenazando su línea de flotación. No había signos de vida. El patrón del barco español, José María Abreu, ordenó acercase con cautela a la frágil barquilla para no provocar su hundimiento.
«Un panorama dantesco»
Ante la inestabilidad del cayuco, uno de los marineros se acercó a nado al bote y vio lo que Abreu definió como «un panorama dantesco y horroroso»: siete cadáveres flotaban en el agua que inundaba la barca, entre un «hedor insoportable». Junto a ellos, estaba el único superviviente del viaje, que apenas pudo levantar la mano para pedir agua.
«Estaba deshecho, desnutrido, en una situación muy grave», relató el patrón, que no dudó en dar la orden de subir al pesquero al superviviente para hidratarle y darle de comer. Abreu ordenó acostar el Tiburón III al cayuco para rescatar al maltrecho inmigrante y achicar con las motobombas el agua de la barca para rescatar los cadáveres uno por uno.
De inmediato, el pesquero pontevedrés llamó a Palmas Radio para pedir ayuda y notificar el hallazgo de la embarcación. El Instituto Social de la Marina movilizó en cuestión de minutos al buque hospital Esperanza del Mar, que se encontraba a unas 17 horas de navegación del lugar donde el pesquero había interceptado al cayuco.
El barco de Salvamento Marítimo llegó a la zona pasadas las 13.30 horas de ayer para hacerse cargo del superviviente y de los cadáveres. El Esperanza del Mar partió minutos después a su base en Las Palmas, a donde llegará mañana para desembarcar los cuerpos. El Tiburón III, por su parte, continuó su travesía con rumbo a Galicia.
El relato del inmigrante superviviente a los marineros del Tiburón III ha permitido a Salvamento Marítimo reconstruir el viaje y el terrible final de la peripecia. Según explicó Abreu, muy emocionado, el superviviente señaló que el cayuco había partido de Nouadhibou hacía un mes con al menos 57 personas abordo. La mayoría de las personas que integraban la expedición eran jóvenes senegaleses.
Decisión equivocada
Nada más partir, el superviviente, que era el patrón de la embarcación, descartó poner rumbo norte, directo a las Islas Canarias con la clásica travesía de cabotaje por la costa del Sáhara Occidental para luego separarse del litoral a fin de ganar las costas de Gran Canaria o Tenerife. Su obsesión era evitar ser detectado por las patrulleras hispano – mauritanas que vigilan las costas africanas dentro del programa Frontex de la Unión Europea contra la inmigración ilegal.
Ese fue su error fatal: la barca puso proa al sur – oeste, al corazón del Atlántico, sin calcular que para esa travesía se necesitaba más del doble de combustible y de tiempo para llegar al archipiélago español. Hace veinte días, tras una semana de viaje, el motor se quedó sin gasolina, en medio del océano y sin que se divisara tierra alguna. Horas después, faltaba también la comida y, sobre todo, el agua. COLPISA
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