Temen más a migra que a incendios

El Universal, 25-10-2007

CARMEL VALLEY, California .— Isidro achica los ojos mientras lo sacude una racha de viento. José se ajusta el tapabocas para no seguir mordiendo el polvo y las cenizas del incendio que se asoma a sus espaldas. Daniel rebusca entre la ropa de segunda mano y una caja de sopas maruchan que les acaban de traer un grupo de estudiantes voluntarios desde San Ysidro. Fermín se resiste a buscar refugio en el Estadio Qualcomm, de San Diego, donde poco más de 10 mil desplazados comparten su desgracia y zozobra.

“No me quiero arriesgar a que la migra me detenga y luego no pueda regresar a mi trabajo”, dice entre escupitajos de polvo y ceniza este inmigrante de Veracruz que esta noche buscará refugio en uno de los albergues improvisados por organizaciones humanitarias o religiosas.

“Tienen terror a ser detenidos. Por eso hemos tenido que organizar una red alterna de auxilio, para tratar con los casos de cientos de inmigrantes indocumentados que trabajan en la zona de Carmel Valley y otras partes del condado de San Diego”, asegura Enrique Morones, dirigente de la organización Ángeles de la Frontera.

“Hace unos momentos me acaban de decir que agentes de inmigración detuvieron a una familia de inmigrantes en el Estadio Qualcomm. Me lo han confirmado algunos testigos y una periodista. Y esto es preocupante porque se supone que los agentes de inmigración tendrían que tener en cuenta el estado de alarma y excepción en el que nos encontramos en el Estado”,dijo Morones.

A su lado, un grupo de inmigrantes se apretuja entre cajas de madera y plástico. La mayoría de ellos, han perdido el trabajo. Aunque, otros más, dicen que han contado con mayor suerte en un campo de cultivo de tomate. Su patrón ha decidido desoír los avisos de desalojo preventivo, en medio del peor incendio en la historia de California:

“Nos dijeron que viniéramos a trabajar como siempre y aquí estamos. Desde las siete de la mañana a las cuatro de la tarde”, asegura Joaquín, un muchacho de piel curtida por el sol, con las manos hinchadas de tanto restregar. “Si no venimos, perdemos el trabajo y entonces, no podemos enviar dinero a nuestras familias”, dice.

Son todos ellos un grupo de inmigrantes indocumentados que no figuran en la lista de prioridadesl secretario de Seguridad Nacional, Michael Chertoff, ni del director de FEMA (la Agencia Federal de Administración de Desastres), James Paulison, los dos miembros de la administración sobre los que reposa la coordinación de los trabajos de socorro, aseguramiento y protección de vidas humanas.

“Nadie se acuerda de ellos, mas que las organizaciones humanitarias de siempre y algunos voluntarios como nosotros que decidimos viajar desde San Ysidro con comida, ropa y ayuda para reubicarlos en distintos albergues de la Iglesia o de amigos que pertenecen a redes de apoyo a inmigrantes”, aseguró Adrián Del Río, un estudiante de sociología del Southwestern College.

En medio de la más grande operación de desalojo y de una ola de incendios que hoy arrinconan a casi un millón de desplazados en el sur de California, los indocumentados se resignan a su papel de relegados y se resisten a engrosar la lista de refugiados en un Estadio de Futbol que ya ha sido bautizado como el Ritz de los desplazados.

“Dicen que te dan cobijas y buena comida. Pero, la verdad, no vale la pena arriesgarnos. Por eso preferimos que se olviden de nosotros, que ya nos las arreglamos a nuestra manera”, dice Jacinto.

CARMEL VALLEY, California .— Isidro achica los ojos mientras lo sacude una racha de viento. José se ajusta el tapabocas para no seguir mordiendo el polvo y las cenizas del incendio que se asoma a sus espaldas. Daniel rebusca entre la ropa de segunda mano y una caja de sopas maruchan que les acaban de traer un grupo de estudiantes voluntarios desde San Ysidro. Fermín se resiste a buscar refugio en el Estadio Qualcomm, de San Diego, donde poco más de 10 mil desplazados comparten su desgracia y zozobra.

“No me quiero arriesgar a que la migra me detenga y luego no pueda regresar a mi trabajo”, dice entre escupitajos de polvo y ceniza este inmigrante de Veracruz que esta noche buscará refugio en uno de los albergues improvisados por organizaciones humanitarias o religiosas.

“Tienen terror a ser detenidos. Por eso hemos tenido que organizar una red alterna de auxilio, para tratar con los casos de cientos de inmigrantes indocumentados que trabajan en la zona de Carmel Valley y otras partes del condado de San Diego”, asegura Enrique Morones, dirigente de la organización Ángeles de la Frontera.

“Hace unos momentos me acaban de decir que agentes de inmigración detuvieron a una familia de inmigrantes en el Estadio Qualcomm. Me lo han confirmado algunos testigos y una periodista. Y esto es preocupante porque se supone que los agentes de inmigración tendrían que tener en cuenta el estado de alarma y excepción en el que nos encontramos en el Estado”,dijo Morones.

A su lado, un grupo de inmigrantes se apretuja entre cajas de madera y plástico. La mayoría de ellos, han perdido el trabajo. Aunque, otros más, dicen que han contado con mayor suerte en un campo de cultivo de tomate. Su patrón ha decidido desoír los avisos de desalojo preventivo, en medio del peor incendio en la historia de California:

“Nos dijeron que viniéramos a trabajar como siempre y aquí estamos. Desde las siete de la mañana a las cuatro de la tarde”, asegura Joaquín, un muchacho de piel curtida por el sol, con las manos hinchadas de tanto restregar. “Si no venimos, perdemos el trabajo y entonces, no podemos enviar dinero a nuestras familias”, dice.

Son todos ellos un grupo de inmigrantes indocumentados que no figuran en la lista de prioridadesl secretario de Seguridad Nacional, Michael Chertoff, ni del director de FEMA (la Agencia Federal de Administración de Desastres), James Paulison, los dos miembros de la administración sobre los que reposa la coordinación de los trabajos de socorro, aseguramiento y protección de vidas humanas.

“Nadie se acuerda de ellos, mas que las organizaciones humanitarias de siempre y algunos voluntarios como nosotros que decidimos viajar desde San Ysidro con comida, ropa y ayuda para reubicarlos en distintos albergues de la Iglesia o de amigos que pertenecen a redes de apoyo a inmigrantes”, aseguró Adrián Del Río, un estudiante de sociología del Southwestern College.

En medio de la más grande operación de desalojo y de una ola de incendios que hoy arrinconan a casi un millón de desplazados en el sur de California, los indocumentados se resignan a su papel de relegados y se resisten a engrosar la lista de refugiados en un Estadio de Futbol que ya ha sido bautizado como el Ritz de los desplazados.

“Dicen que te dan cobijas y buena comida. Pero, la verdad, no vale la pena arriesgarnos. Por eso preferimos que se olviden de nosotros, que ya nos las arreglamos a nuestra manera”, dice Jacinto.

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