Los inmigrantes cualificados extracomunitarios van a tener, por fin, un trato especial en Europa. Se trata de la tarjeta azul, que se puso ayer encima de la mesa en la Comisión Europea. Cuenta, en principio, con la aprobación de la mayor parte de los Vientisiete. Sus detractores, sobre todo Alemania y Austria, argumentan que supondría una pérdida de parte del control de sus fronteras en favor de Bruselas, lo que consideran peligroso para sus intereses. La tarjeta azul intentará atraer a inmigrantes muy cualificados a los que se ofrecerá un contrato de dos años, renovable, con un sueldo no inferior al triple del salario mínimo. Dará opción, además, a acumular distintos periodos laborales en varios países de cara a conseguir más rápidamente el permiso de larga duración. La iniciativa mejora la llamada carta verde, que está en vigor en Estados Unidos y Canadá. El 55% de los inmigrantes en estos países son cualificados frente a tan sólo el 5% en la Unión Europea. La tarjeta azul pretende invertir estos datos. La inmigración es un fenómeno global para Europa y necesita respuestas comunes. Atraer a inmigrantes especializados, facilitar legalmente su entrada y salida del país, viene a normalizar las necesidades de oferta y demanda de un mundo globalizado. La regulación del flujo debe ser muy respetuosa, por otra parte, con las necesidades de los países de origen. Se debe evitar una fuga masiva de cerebros que empobrezca aún más a las naciones menos desarrolladas.