La UE intenta armonizar sus políticas de inmigración con una 'tarjeta azul'
El Mundo, , 24-10-2007La Comisión asegura que su propuesta, que serviría para atraer ‘cerebros’ jóvenes cualificados de todo el mundo a imitación de la ‘green card’ estadounidense, no será un cheque en blanco Extranjeros, aunque jóvenes y sobradamente preparados. Ese es el perfil que debe buscar la UE fuera de sus fronteras, al menos en opinión de la Comisión Europea, que defiende una tarjeta azul, a imitación de la green card de EEUU, para atraer inmigrantes más cualificados.
En su primer intento de armonizar la política de inmigración de los Veintisiete, la Comisión propuso ayer un proceso europeo acelerado para dar permisos de trabajo de dos años a los ciudadanos de terceros países que tengan una oferta en la UE con un sueldo de, al menos, el triple del salario mínimo de ese país o el doble, si tienen menos de 30 años y han estudiado en una Universidad comunitaria.
Los cerebros, según el plan, podrán llevarse a sus cónyuges y familias en un máximo de seis meses y renovar su permiso cada dos años, mientras no se queden sin trabajo durante más de tres meses después de la expiración de su tarjeta. Tras dos años, también podrán mudarse a otro Estado miembro o, si lo desean, se facilitará el regreso a su país y una posible vuelta a la UE pasados otros dos años. Tendrán plenos derechos sociales y económicos, incluida la pensión, que se acumulará aunque cambien de país dentro de los Veintisiete.
José Manuel Durao Barroso intentaba ayer disipar los temores de algunos países después de que Franco Frattini, comisario de Justicia, dijera en septiembre que la UE necesita más de 20 millones de inmigrantes de este tipo en dos décadas. «La tarjeta azul no será un cheque en blanco. No es el derecho a un permiso de residencia», dijo el presidente de la Comisión, en rueda de prensa, en la sede del Parlamento en Estrasburgo.
Barroso defendió la existencia de un solo proceso idéntico para toda la UE para regular las entradas, porque la convivencia actual de 27 es, según él, «absurda». En cualquier caso, la UE nunca establecerá cuotas. «No se va a decidir en Bruselas cuántos ingenieros se necesitan en Francia o en Holanda», explicó Frattini, que insistió, además, en que, a diferencia de la green card americana, la tarjeta azul siempre estará ligada al trabajo y animará al retorno de los inmigrantes a su país.
Barreras
Además, se dará preferencia a los trabajadores del Este de Europa en los viejos países que sigan manteniendo las barreras a la libre circulación de los empleados de los nuevos (algunos las tienen hasta 2011). Por ejemplo, una empresa francesa no podría contratar un ingeniero indio antes que a un candidato estonio si su país sigue sin abrirse. Europa, destino tradicional de pateras del norte de Africa, no atrae, en cambio, a los inmigrantes más preparados de ese continente o de Asia, que prefieren Estados Unidos – a donde va más de la mitad – o Canadá. Sólo cerca del 1% de los trabajadores en la UE son inmigrantes muy cualificados, mientras que suponen casi el 10% del mercado laboral en Australia, el 7,3 en Canadá o el 3,2 en EEUU.
Los puestos con más requisitos profesionales crecen al 3%, según la Comisión, pero los nacionales de los Veintisiete no los ocupan, entre otras cosas por la falta de movilidad entre los Estados miembros (sólo el 1,5% de los europeos viven y trabajan en un país diferente del propio). Barroso dijo ayer «confiar» en que los líderes de los Veintisiete den el visto bueno a su propuesta en la cumbre de diciembre, pero los gobiernos no parecen, hasta ahora, entusiasmados con una legislación que animaría la entrada de más inmigrantes y se entrometería en una política considerada, sobre todo en Centroeuropa, como estrictamente nacional.
El canciller austriaco, Alfred Gusenbauer, anunció la semana pasada que vetará el proyecto. Los sindicatos alemanes y franceses presionan a sus gobiernos para que hagan lo mismo y se quejan de que la UE debería invertir más dinero en formar a sus ciudadanos o desarrollar sus tecnologías.
En cambio, España ha sido uno de los primeros en apoyar la medida que podría cambiar el perfil del inmigrante a Europa. El ministro de Trabajo, Jesús Caldera, auguró que la propuesta prosperará, porque «está bien fundamentada».
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