Ellas también se abren camino

Cada vez son más las mujeres que lideran los proyectos migratorios

Diario Vasco, MAITANE OLAIZOLA, 20-10-2007

IRUN. DV. Contrariamente a la idea difundida de una migración predominantemente masculina, los movimientos de población actuales implican el desplazamiento de una cantidad semejante de hombres y de mujeres. La inmigración es un fenómeno social que hoy en día no destaca por su novedad, pero sí por su creciente feminización. La profesora de Sociología en la Universidad de Deusto, Trinidad Vicente, reflexionó, en una conferencia ofrecida en el ateneo Kabigorri y organizada por SOS Racismo, sobre las las causas y las consecuencias de la migración femenina.

El perfil de la persona inmigrante ha sido, durante años, el de varón adulto, activo y que se desplaza solo, dejando a la familia atrás, en busca del cumplimiento de un proyecto migratorio temporal que mejore su situación económica y la de sus allegados, para después reagrupar a la familia en la sociedad de acogida. «Las mujeres aparecen en escena cuando los hombres, desde la sociedad receptora, les llaman», señaló Trinidad Vicente. Por lo tanto, la migración femenina ha estado representada, desde años atrás, por un colectivo homogéneo, conformado por la mujer reagrupada y dependiente del marido.

Sociedad de origen

Desde una perspectiva de género, Trinidad Vicente destacó la necesidad de profundizar en el estudio del impacto que la inmigración masculina provoca en las mujeres que se quedan atrás, en la sociedad de origen. «Hay importantes impactos negativos. En algunos casos, las mujeres se ven forzadas a asumir aún más tareas para la supervivencia material de la comunidad o a abandonar su hogar para reunirse con la familia del esposo, perdiendo parte de su ya escasa autonomía». Además, «si el varón que emigra no envía dinero a su familia frecuentemente, la situación de la misma se va a ver perjudicada». Otro de los impactos negativos tiene que ver con la educación de los hijos, ya que «sobre todo las niñas, se verían obligadas a dejar la escuela para contribuir en el mantenimiento de la familia».

En otros casos, la emigración del cabeza de familia supone más efectos positivos que negativos, según Vicente. «Las mujeres van accediendo a nuevos espacios que antes tenían vetados». También pueden «ganar en independencia, al ser las que deciden cómo invertir los recursos familiares».

Aunque raramente se reconoce que las mujeres también emigran por sí mismas, ésta una situación que se da en la actualidad. Según los datos del Padrón, en nuestra Comunidad Autónoma, el principal colectivo de mujeres extranjeras es el constituido por las colombianas, que duplica en presencias al de las ecuatorianas, seguido por el grupo de brasileñas, portuguesas, marroquíes, argentinas y cubanas.

«Para entender por qué algunas mujeres deciden marcharse y otras esperar a la llamada del marido, hay que analizar cuál es la posición social de las mujeres en su sociedad de origen», explicó Trinidad Vicente. «No es lo mismo emigrar para una mujer que vive en una sociedad como la árabe, en la que la organización sociofamiliar viene determinada por su carácter patriarcal, piramidal y endogámica; o para una que vive en una sociedad como la latinoamericana, donde la mujer tiene una mayor presencia en el espacio público y mayor responsabilidad en el mantenimiento de la prole».

Una vez en el país de acogida, las mujeres inmigrantes reciben unas oportunidades de empleo muy limitadas. Según contó la socióloga, las extranjeras demandantes de trabajo, a pesar de tener un perfil académico mejor que el de los hombres, solicitan puestos de trabajo poco cualificados, tales como el servicio doméstico o el cuidado de personas mayores o niños. «Son empleos que las trabajadoras autóctonas no desean cubrir». Además, «muchas veces estos empleos carecen de contrato de trabajo, situación que no contribuye a cambiar el status legal de las mujeres, dejándoles en una situación de explotación y exclusión social», dijo Trinidad Vicente.

Sin embargo, los datos publicados por la OCDE muestran «una nada despreciable participación de las mujeres inmigrantes en el mercado laboral en los distintos países de la Unión Europea, máxime si tenemos en cuenta que este grupo de población encuentra con frecuencia su nicho laboral en la economía sumergida», explicó la profesora. Según ella, las mujeres inmigrantes ocupan el último lugar del escalafón laboral.

La industria del sexo

En la industria del sexo, y específicamente en la prostitución, también adquiere cada vez más importancia la presencia de mano de obra inmigrante. «El ejercicio de la prostitución sí suele relacionarse con situaciones de explotación, presentando a las mujeres como víctimas que más que desplazarse son traficadas», comentó Trinidad Vicente. Muchos estudios, en cambio, están poniendo de manifiesto que gran parte de las mujeres que trabajan en Europa en la industria sexual son agentes activos de los procesos migratorios, que sabían que su trabajo tendría algún aspecto relacionado con la prostitución. «Una vez entrevisté a una mujer que había trabajado en el servicio doméstico y que más tarde optó por la prostitución porque le ofrecía más oportunidades de empleo», contó la conferenciante. Las mujeres ya son protagonistas de los flujos migratorios, pero no así de los planes de integración de las sociedades receptoras. «En muchos casos las necesitamos pero al mismo tiempo las invisibilizamos, negamos su presencia», opinó la socióloga. «Creo que ha llegado ya el momento de plantearnos trabajar con ellas y no sólo para ellas, con el objeto de favorecer su inclusión social».

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