UNO COMPRENDE que los que entren de nuevo en un cargo político deseen hacer cosas para hacerse notar o simplemente para beneficiar a la población, pero lo que no debe hacer es repetir lo que ya está en marcha o diseñado, y hacerlo llamándolo de otra manera. Así, por ejemplo, ahora vemos que el Ayuntamiento de Santa Cruz y el Gobierno de Canarias van a dar cien mil euros, junto con la Sociedad de Desarrollo y la Viceconsejería de Bienestar Social, a los inmigrantes. Pero si lo analizamos, todo eso que parece el parto de los montes, estaba ya proyectado, aunque, como sucede aquí en muchas cosas, no se llevaba a cabo, por lo visto.

Desde hace tiempo funcionaban en esta isla escuelas de capacitación o formación profesional de donde se suponía que saldrían alumnos aptos para el trabajo; había obligación de que los pequeños asistieran a las escuelas para que por lo menos aprendieran las primeras enseñanzas, y había también ayudas para los que querían establecerse como empresarios.

Ahora bien, que funcionara o no todo eso es otra cosa. Yo diría que más bien no, porque en este país tenemos muchas iniciativas pero luego no somos capaces de continuarlas. Nos cansamos muy pronto y al poco tiempo abandonamos aquello que con tanto entusiasmo habíamos emprendido. Por lo que no me extrañaría que eso que ahora se nos presenta como nuevo pasara al olvido en muy poco tiempo, cuando dejen de venir tantos cayucos y pateras, que sólo fueran flor de un día tales propósitos, aunque, como digo, ya un poco trasnochados.

Tengamos en cuenta, por otra parte, que no sólo debemos mostrar nuestros desvelos por los que vienen de fuera, y es que también entre nosotros hay muchos jóvenes que están con las mismas necesidades y que también son pobres e hijos de Dios.