El día más violento de la Cañada Real
El Mundo, , 19-10-2007Una veintena de agentes heridos y nueve detenidos fue el saldo de la batalla campal registrada en el asentamiento chabolista de la Cañada Real Galiana tras el enfrentamiento entre vecinos marroquíes y la Policía. Los uniformados escoltaban a la piqueta municipal, que se disponía a derribar una casa ilegal con la correspondiente orden judicial. Bajo el lema «La próxima puede ser la tuya», decenas de compatriotas desafiaron a los antidisturbios, que se emplearon con contundencia para disolver a la multitud El derribo de una casa ilegal terminó ayer en una batalla campal en el poblado de la Cañada Real, a 10 kilómetros de la capital. Un centenar de marroquíes se atrincheró para impedir que la piqueta municipal, escoltada por la Policía, derribase la vivienda. Cuando las máquinas echaban abajo la casa se desató un violento combate entre medio centenar de agentes y 200 vecinos. Hubo 9 detenidos y 20 policías heridos y una embarazada abortó en los incidentes.
Los policías se emplearon a fondo y utilizaron material antidisturbios (pelotas de goma y porras) para disolver a los moradores que lanzaban a los agentes piedras, bombonas, hierros y palos. Desde las azoteas también las mujeres y los niños lanzaban tejas contra los agentes, que se protegían con escudos ante la lluvia que se les venía encima.
Los graves incidentes se saldaron con 11 policías nacionales y nueve municipales heridos, uno de ellos en estado grave, según Emergencias Madrid. Este agente tiene rota la cara y la mandíbula como consecuencia del impacto de una bombona de butano. Se encuentra ingresado en un centro médico. Además, los otros 19 policías han sido dados de baja.
En el otro bando, el de los vecinos, se registraron tres heridos. Entre ellos está una mujer embarazada que ayer abortó durante los incidentes, según la Policía.
También hubo nueve detenidos, uno de ellos Abdela, de 40 años, el dueño de la casa derribada, que ayer permanecía detenido en comisaría.
La chabola sobre la que pesaba la orden de derribo está situada en el sector A – 5 de la Cañada Real, entre la A – 3 y la esquina de Covibar, en Rivas Vaciamadrid. En esta zona hay 300 personas que llevan más de 40 años viviendo. No tienen escrituras, no pagan luz y agua. Sólo abonan el IBI. «Aquí no traficamos con droga y somos trabajadores», se defiende Félix, presidente de la Asociación de Vecinos del sector 5 de la Cañada Real.
Pero en los últimos años han llegado numerosas familias magrebíes que edifican sus casas en menos de un mes. Es el caso de Abdela y Fátima, casados y con dos hijos, que vivían desde hace 2005 en la Cañada. El Ayuntamiento les advirtió tres veces de que debían desalojarla. Pero el padre de familia no presentó ningún recurso y la burocracia municipal se zanjó en septiembre con una orden judicial de derribo.
Angustiado, Abdela se resistió a que su casa corriese la misma suerte que 40 chabolas tiradas la semana pasada por las excavadoras. Y colocó los siguientes carteles por toda la calle: «Convocatoria urgente. El jueves día 18 a las 8.30 horas derribo de la parcela número 40. Por favor venir. No dejéis de acudir, la próxima puede ser la tuya». Toda su comunidad le apoyó.
Cuando ayer por la mañana se presentaron en el lugar los operarios municipales se encontraron con la casa de Abdela llena de niños y mujeres. En el exterior un centenar de magrebíes dispuestos para cualquier cosa. También había niños que, alentados por sus padres, no acudieron a clase. La tensión era máxima.
Una treintena de policías municipales trató de sacar a las familias atrincheradas en lo más alto de la casa. Al salir una mujer golpeó a un agente en la cara. Fue entonces cuando todo estalló. Gritos, carreras, insultos, empujones… Y a continuación la primera carga de los agentes de la Policía Municipal que sacudieron varios porrazos para tratar de protegerse. «A mi hija no la tocáis», gritaba un hombre mientras trataba de lanzarse contra un funcionario. «Me han pegado, me han pegado», chillaba otra mujer. En la refriega uno de los policías perdió su arma reglamentaria. Otro agente la recuperó cuando uno de los vecinos ya la empuñaba.
Los marroquíes salieron corriendo hacia una colina y desde allí lanzaron piedras contra los agentes. El caos y el nerviosismo fue creciendo. Media hora después se presentaban los miembros de la Unidad de Intervención Policial, antiguos antidisturbios. Su llegada reventó el conflicto. «La gente les ha empezado a chillar y de repente se han liado contra nosotros. Han lanzado pelotazos de goma y ha dado porrazos a todo el mundo sin distinguir entre niños y adultos», se quejaba una mujer.
En la calle varios vecinos colocaron cajas de madera a modo de barricadas. Mujeres, tocadas con el hiyad (velo), arrojaban más tejas y piedras a los agentes. Por el aire volaban hasta botellas de butano. La policía, cercada, lanzó botes de humo. Por momentos, la niebla invadió el lugar. Entonces, sólo los osados jóvenes se enfrentaban a la Policía con la cabeza oculta con la capucha. «Había humo por todos los lados, ellos como iban con máscaras han comenzado a lincharnos», decía un joven.
Marian, una vecina marroquí, denunció la brutalidad de los agentes: «Incluso dirigieron comentarios racistas contra los vecinos, diciéndoles que volviesen a su país a pedirle casa a su Rey. Uno de los marroquíes sangraba tras un golpe en un ojo. Abdela, el dueño de la casa derruida, se lamentaba en el suelo, gritando: «¡Viva España!, ¡Viva Juan Carlos!». Tenía una fuerte contusión en los genitales. Fue detenido junto a su mujer, Fátima, que no articulaba palabra.
«Mira lo que le he cogido a uno de los chicos», comentaba un agente que blandía una navaja. Tenía un pequeño corte en la cara. Ya se había pasado lo peor, y la policía, tras replegarse al inicio del poblado chabolista, volvía a protagonizar una nueva incursión. «Nosotros pagamos impuestos», gritaba una vecina al paso de los agentes, protegidos con escudos. Pasado el mediodía, decenas de vecinos se arremolinaban alrededor de los escombros. Las mujeres enseñaban fotografías de los pequeños «que se han quedado sin casa». «Estamos haciendo una colecta para sacar dinero y volver a hacerles la casa», decía un hombre. Ante la magnitud de los incidentes, el propio cónsul de Marruecos se presentó en la zona. «Nos ha dado ánimos y se ha interesado por todo», dijo un joven.
Ya por la tarde una excavadora limpiaba los escombros de la chabola derruida. «Vamos a levantarla cuanto antes», retaba un hombre a los operarios. Hasta la Cañada Real también llegó el Samur – Social que ha acogido a la familia desalojada.
El poblado de Cañada Real está considerado como la mayor concentración de viviendas ilegales levantadas sobre terreno público de España y probablemente de Europa. A lo largo de 20 kilómetros de una antigua vía pecuaria se asientan más de 4.000 chamizos y casas, la mayoría ilegales. También hay bares, algún hotel, una iglesia y una mezquita.
Vea el vídeo de los enfrentamientos en: www.elmundo.es/
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