«Han pegado hasta a las embarazadas»

El Mundo, ROBERTO BECARES, 19-10-2007

Los vecinos de la Cañada Real se quejan de la dureza con la que actuaron los antidisturbios Frente a los escombros de la casa de Abdela se amontonaban ayer en varios bultos los enseres que la familia logró salvar antes del derribo. Maletas, una cuna, alfombras, sábanas, ropa, algún juguete. Enfrente varias mujeres vestidas con el ‘hiyab’ (velo) mostraban las fotografías de los hijos de Abdela. «Dos niños sin casa. Una familia rota», gritaban las mujeres, agolpadas en la puerta del vecino de la vivienda contigua a la de Abdela.


Sus vecinos, marroquíes en su mayoría, calificaban la operación de «inhumana». «Están haciendo una película de miedo. Están asustando a los niños, que tienen miedo de seguir viviendo aquí. Han pegado a las mujeres con las porras, hasta a las embarazadas, con niños de un año en los brazos, ¿tú te cres que es normal?», decía uno de los que participaron en la Intifada.


«Somos gente trabajadora. Trabajamos como Dios manda. No vendemos droga ni nada. Todo el mundo tiene derecho a vivir, pero mira a este niño en la calle», decía mientras apuntaba con el dedo a un pequeño de un año que jugaba entre los bultos de ropa.


Los jóvenes comentaban sus proezas en la batalla sacando pecho. «Había mucho humo y comenzaron a lincharnos y lanzarnos pelotas de goma. Nosotros les tiramos piedras. Era lo único que podíamos hacer. Yo sólo había visto algo así en las películas», comentaba Alila, un adolescente marroquí.


Mientras la Policía dispersaba a los vecinos situados en una loma cercana a la casa derribada, las mujeres lanzaban piedras desde los tejados de las otras viviendas. «A las 8 de la mañana sólo había aquí un coche de la Guardia Civil y dos de municipales. Han llegado los antidistrubios y se han puesto en fila. Han comenzado a disparar a la gente, que ha subido por el campo. Nosotras estábamos ahí arriba», decía una joven española que lleva varios años viviendo en la Cañada señalando los tejados de una casa cercana. «No podíamos bajar por la batalla campal que había y tampoco podíamos quedarnos arriba porque nos estaban disparando. Esto no es normal. Se han pasado tres pueblos».


Debi, una niña de apenas 14 años, invitaba ayer a los periodistas a ver decenas de pelotas de goma y botes de humo que había almacenado en su casa, en cuyo patio se podían ver también restos de sangre: «Uno que sangraba se ha refugiado aquí». «A mí me ha pegado un policía. Yo le he dicho que era menor y no me podía pegar, pero me ha gritado que me vaya a mi país y me ha dado con la porra», explicaba ayer, todavía asustada. «Mi madre estaba en el tejado y a ella también la disparaban».


La versión entre los policías era muy distinta. Después de la batalla campal, la Policía volvía a la entrada del poblado, donde estaban las ambulancias del Samur atendiendo a los heridos. «Nos han acorralado y nos han tirado hasta bombonas de butano», indicaba un antidisturbios con sangre en la cara. «Mira lo que le he quitado a uno», decía otro enseñando una navaja de grandes proporciones. «Esto ha sido la guerra».


LA DESESPERACION DE FATIMA.


Fátima, la mujer desalojada ayer por los agentes de su vivienda en la Cañada Real, salió de su casa gritando y enfrentándose a los policías pese a que llevaba a su hijo recién nacido entre sus manos. En la imagen superior de la izquierda se ve cómo coge un objeto del suelo con la mano izquierda. A continuación, golpea a un policía municipal en la cara. Los dos agentes se protegen de la agresión y detienen a la mujer que, en su desesperación, vuelve de nuevo a chillar. Descorazonada, la mujer marroquí no podía articular palabra alguna. El marido de Fátima, Abedla, de 40 años de edad, ya había sido arrestado anteriormente por la policía.

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