La Otra Orilla. Que les vaya bien

"Obiten señala a quienes los contratan (a mansalva y con sueldos de miseria), a quienes les alquilan pisos patera a precios de Manhattan. A los ojos de los gobernantes"

Canarias 7, Juan Manuel Pardellas, 18-10-2007

Una de las vecinas de Tazacorte que este martes asistió con asombro al desembarco de los 161 varones negros, 17 de ellos niños, de un cayuco se despidió de ellos con lágrimas, gritándoles «Que les vaya bien, que tengan mucha suerte, mis niños». Fue una imagen muy similar a la de los bañistas de La Tejita, cuando se despojaron de toallas y víveres para abrigar, consolar y salvar a los que habían desembarcado en las arena. Ésa es Canarias. La de las gentes que lloran de impotencia, de incredulidad, de pena y de rabia por no poder o creer no poder cambiar el ritmo de las cosas. Es la tierra del pescador Pedro Miguel Hernández, de 41 años, que los encontró casi en la bocana del muelle y les salvó de embarrancar en la playa contigua de callaos.

Es el grito de ánimo de esa señora, lo que resume a la perfección, sin tecnicismos no abalorios. Esa es la tierra que no representan en absoluto la orgía de altos cargos que escupen, maldicen y deshonran a la mayoría de los habitantes de esta tierra, para los que lo importante es saber si llegan en barcos nodriza, que se destruyan las chatarras flotantes que se hacinan en los cauces de las desembocaduras de ríos como el Senegal, el Gambia y el Níger, en el laberinto de la Casamance o en cualquier lugar de la costa (¿nadie repara en los miles de buques oxidados y embarrancados en la costa mauritana?). El Observatorio de la Inmigración de Tenerife acaba de publicar el mayor estudio científico sobre la inmigración que jamás antes se haya elaborado en esta tierra. Sus conclusiones desabaratan el actual discurso político y arrojan tanta luz como la de los faros que guían a los (recuerden, pocos) que vienen en barquillas. Descartan mayor control en los aeropuertos, porque casi todos entran legalmente, con dinero, visados de turista y residencia. Es a los tres meses cuando pasan a ser irregulares y cuando habría que arbitrar un mecanismo para comprobar qué hacen.

Obiten señala a quienes los contratan (a mansalva y con sueldos de miseria), a quienes les alquilan pisos patera a precios de Manhattan. Y ocurre a los ojos de los gobernantes.

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