Islamofobia o los sembradores de odio
Diario de noticias de Gipuzkoa, , 13-10-2007el mismo día que en Córdoba, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) que aglutina a 56 países inaugura una Conferencia sobre la islamofobia como una realidad que actualmente afecta a millones de europeos, encontramos un ejemplo palmario de la misma en el artículo Invasión de inmigrantes y riesgos publicado en varios medios de comunicación por el sr. Mariscal.
La vieja versión del moro que esconde una daga bajo la chilaba se “agiorna” y ahora es la inmigración musulmana la que va a imponer a “nuestras” mujeres el velo, a las jóvenes la ablación del clítoris, a la sociedad un Estado islámico… Y ¿cómo lo va a hacer? A partir del derecho al voto que preconizamos personas que, según el sr. Mariscal, nos regimos “por sus riñones, su hígado o su bazo, en vez de por su cabeza”. A eso se llama matar dos pájaros de un tiro, ahora que se acaba de abrir la temporada de caza. Así, no contento con criminalizar a la población inmigrante musulmana, de la misma tacada acusa de racistas a la sedicente progresía, y la emprende contra feministas y todo tipo de autoridades que lo estarían consintiendo.
Claro que el sr. Mariscal se da cuenta de que quien haya sido capaz de leer todo su artículo, puede mirar a su alrededor y rascarse la cabeza preguntándose dónde carajo se está produciendo semejante panorama apocalíptico y él sin enterarse. De ahí que, al final, se vea obligado a decir que en Euskadi eso no es tan visible pero es lo que pasa en nuestro planeta y en nuestro continente. Y, erigiéndose, cómo no, en portavoz del pueblo, clama: ¡que hablen los ciudadanos de Barcelona, Madrid o Andalucía! Semejante sarta de despropósitos no tendría mayor relevancia si no fuera porque alimenta actitudes discriminatorias hacia las personas señaladas como responsables de semejante amenaza. Identificadas, pues, como una amenaza, estas personas van a ver multiplicadas las dificultades para acceder a un trabajo, o al alquiler de una vivienda, o a un centro de enseñanza si portan determinada indumentaria, o a un lugar digno donde practicar su religión, o al acceso a un local de esparcimiento. Muchas de estas personas van a verse interpeladas por la policía en un ejercicio abusivo de control por sus rasgos externos. Y la espiral llega a las agresiones por motivos racistas. Estos no son peligros teóricos. La Conferencia que actualmente se desarrolla en Córdoba atestigua que son discriminaciones y violaciones de derechos que tienen lugar hoy en Europa y de las que son víctimas, no sólo la población inmigrante musulmana, sino ciudadanas y ciudadanos europeos que profesan dicha creencia.
La bandera bajo la que personas como el sr. Mariscal pretenden envolverse es la de “nuestra cultura”. Y no hay mayor falacia que esa visión etnocentrista que pretende rescatar una sociedad supuestamente homogénea, por supuesto blanca y católica. La sociedad europea del siglo XXI, mal que les pese a todos los mariscales, es profundamente diversa y mestiza. No puede entenderse sin la inmigración. Ni siquiera la Euskadi actual puede obviar que un porcentaje importantísimo de su ciudadanía nació en otras tierras. El resultado es una gran diversidad en lo relativo a rasgos culturales, creencias, opiniones políticas, idiomas. Y la diversidad, ciertamente, incluye el conflicto. No hay más que mirar el panorama actual español para ver cómo la conflictividad está instalada en los más diversos terrenos, muchos de ellos afectando a cuestiones nucleares de las referencias culturales, y no precisamente de la mano de la inmigración. Pero ése es precisamente uno de los valores de la sociedad actual, la posibilidad de gestionar esos conflictos. Y, ciertamente, eso supone que habrá que enfrentar las tendencias a reprimir dicha pluralidad o a cercenar las libertades fundamentales recogidas en nuestro ordenamiento jurídico. Vengan estos ataques desde personas que profesan el islam, o desde la Conferencia episcopal. Y, claro está, la misma técnica utiliza el sr. Mariscal al referirse al Islam, atribuyéndole no sólo de forma generalizada algunos de los rasgos más intolerantes u opresivos que se dan en su seno, sino que niega a quienes profesan dicha creencia la capacidad para discernir y actuar en base a los criterios de derechos humanos como valores universales. No sólo oculta la enorme diversidad de las sociedades en las que esa creencia es mayoritaria sino que decreta una especie de cárcel para sus practicantes. Toda una declaración de intenciones del sr. Mariscal.
Frente a los sembradores de odio, opongamos la exigencia del cumplimiento de los derechos que nuestro ordenamiento jurídico tiene consagrados para todas las personas sin exclusiones por motivos de raza, género, pertenencia étnica, nacionalidad, opiniones políticas, creencias religiosas u orientación sexual.
- SOS Racismo
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