París dedica un museo a explicar su inmigración
El recinto abre sin autoridades, en plena polémica por el registro de ADN
La Vanguardia, , 11-10-2007ÓSCAR CABALLERO – París. Servicio especial
Todo es modesto en la Cité de l´Immigration, museo cultural y científico imaginado en 1992, relanzado diez años más tarde e inaugurado ayer sin guardaespaldas… porque no hubo ministros. Un gran cartel exterior, firmado por el historiador Gérard Noiriel, en esa simbólica frontera este de París y su extrarradio: “El inmigrante es ante todo un ser humano a quien los otros consideran inmigrante”. Y sólo 20 millones para retocar – es monumento nacional- el palacete art déco edificado en 1931 para una exposición colonial, un zoo humano del que hoy se avergüenzan los nietos de los creadores.
El flamante museo, patchwork de arte y multimedia – hay un videomatón para contar a cámara impresiones de visita o testimonios de inmigrante- y objetos con historia (el martillo que su madre dio a María Adela, española emigrante, “para construir mi vida”; las botas de fútbol de un anónimo cabila y la camiseta de Zidane) que van de lo particular a lo general.
El presupuesto del museo es de 7 millones, aportados por los ministerios de Cultura, Educación Nacional, Enseñanza Superior y el más que conflictivo invento de Sarkozy: Inmigración e Identidad Nacional. La unión de ambos términos motivó la renuncia del historiador de la Sorbona Patrick Weil y otros siete miembros del consejo científico del museo. Yun considerable revuelo político. Así, mientras sus propios correligionarios contestan la idea de someter a la familia de los inmigrantes a tests de ADN para comprobar la filiación y la propuesta de negar asistencia médica a los sin papeles,el titular del ministerio, Brice Hortefeux, visitó la Cité discretamente.
Jacques Toubon, coordinador del proyecto, y ex ministro de Cultura, destaca que “en cuestión de inmigración, somos los Estados Unidos de Europa. Desde el siglo XIX recibimos inmigrantes – y contra lo que se dice hoy, siempre con iguales conflictos, independientemente del origen y confesión de quien llega-. Los otros países de Europa sólo son receptores a partir de 1950”.
El museo explica la evolución del grabado barato de “una italiana símbolo de Francia” (la Gioconda), al contrapunto del bolso Vuitton y el Tati – gran almacén antecesor de los todo a cien-, las caricaturas de 1930 y las actuales (Wolinsky, por ejemplo) como continuidad de la sospecha y el rechazo. Pero también el papel de los inmigrantes en la Resistencia o en las luchas sociales de los 60… Desfilan ininterrumpidamente las imágenes – trenes, fronteras, autocares, peregrinaciones, chabolas…- en grandes pantallas. Y un corto audiovisual tan mudo como elocuente: emigrantes de diversos orígenes llenan su respectiva maleta.
Como dijo Patrick Weil, “un espacio que a través de historias ajenas cuenta la nuestra”.
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