A dos velos, POR TEODORO LEÓN GROSS

Diario Sur, TEODORO LEÓN GROSS, 04-10-2007

LA polémica del velo está ahí, destinada a multiplicarse por lógica demográfica. Y antes o después habrá que regular esto. Se puede prohibir como en la escuela laica francesa – allí, en tres años, ya no hay velos – o tolerar como en la sociedad anglosajona en nombre de los derechos individuales aunque respetando el criterio de las escuelas; pero, en definitiva, hay que adoptar alguna solución y no postergar ésta para sacudirse el marrón embarazoso, como parecen hacer, una vez más, las autoridades españolas.

De momento aquí, y no es la primera vez, los padres de una adolescente han exigido el uso del hiyab imponiéndose ellos al criterio de la escuela. En realidad ésta debería ser determinante, como en el Reino Unido, en Alemania y como recomendó el Consejo de Estado francés ante el primer caso en Créteil a finales de los ochenta. Parece sensato. Sin embargo, la Generalitat, como otras administraciones españolas, prefiere escurrir el bulto amparando el hiyab, antes que a la escuela, para acallar la polémica. No les preocupa el fondo del asunto; les preocupa el ruido y salir mal parados en los medios.

Éste es uno de esos debates que ponen más contradicciones ideológicas al desnudo. Quienes se oponen a Educación para la Ciudadanía reclamando el derecho a decidir el desarrollo moral de sus hijos en las escuelas, son los que más se oponen a que haga lo mismo el musulmán. Quienes defienden Educación para la Ciudadanía, ven normal que haya una estudiante con un símbolo de anulación de la mujer. Quienes defienden el no al velo por ser una prenda inadecuada, sí admiten aulas llenas de bañadores, camisetas del Barça o el Madrí, pantalones bajo el culo y tirillas del tanga sobre las lumbares. Quienes defienden el laicismo, hacen una defensa confesional. Y suma y sigue. Esta polémica nada fácil al cabo retrata la tendencia de la derecha a las ideas cerradas y su intolerancia ante la ‘diversidad’, la ‘multiculturalidad’ o las ‘minorías’; y también retrata a la izquierda en la anemia de su corrección política, incapaces de salir de ese argumentario. De hecho, el ministro Giuliano Amato ha escandalizado en Italia a la derecha antivelo con su provocadora propuesta de prohibir los hábitos de las monjas; pero esa izquierda, más allá de la provocación, no sabe qué hacer. Desde luego no es fácil; sin embargo, al final hay que establecer un criterio, a la francesa o casi mejor a la inglesa, pero un criterio. Y aquí a nada le teme tanto el político como a eso.

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