La historia se repite

ABC, 03-10-2007

POR M. ASENJO

MADRID. La historia de la pequeña Shaima reaviva una polémica que tuvo su punto álgido entre los últimos meses de 2001 y los primeros de 2002, cuando unos padres marroquíes se negaron a que sus hijas acudieran a clase en un colegio concertado porque la exigencia del uniforme les impedía utilizar el pañuelo islámico o hiyab.

Entonces, Fátima Ledrisse y Maiem y Khadija Aharram fueron protagonistas involuntarias de un enfrentamiento que las autoridades educativas de la Comunidad de Madrid – las niñas residían y debían ser escolarizadas en San Lorenzo de El Escorial – resolvieron capeando el temporal.

Todo comenzó en noviembre de 2001 cuando la Consejería de Educación obligó a los padres de Fátima a llevarla al colegio, y la correspondiente Comisión de Escolarización le adjudicó plaza en un centro concertado religioso de gran prestigio, pese a que el padre había solicitado uno público.

Ni uniforme ni chándal

Y de ahí surgió el problema. Las religiosas que dirigían el centro advirtieron al padre que su reglamento exigía uniforme y que, si no podían comprarlo, el fondo social del colegio se haría cargo del gasto. El padre pareció aceptar, pero de inmediato comenzó a poner pegas: la falda era demasiado corta, debía utilizar el chándal para gimnasia… Sus exigencias eran cada vez mayores y ni siquiera aceptó la posibilidad de que su hija acudiera al colegio vestida de calle, con el pañuelo, y una vez allí se pusiera el uniforme. Tras estas tensiones, las autoridades adoptaron una solución de compromiso que consistía en escolarizar a la niña «provisionalmente» en un instituto público y permitirle usar el hiyab.

Poco después y, tal vez animados por este episodio, otros padres se negaron a escolarizar a sus hijas, en situación de absentismo escolar, en el mismo colegio religioso, pese a que, como en el caso anterior, se inclinaban por la enseñanza pública. Las tensiones fueron menores, porque la Consejería se mostró más tolerante. La pequeña de las niñas acudió a un centro público y la mayor, al concertado.

Casos como los de Madrid se han producido en otras regiones pero las consejerías de Educación han buscado puntos de encuentro y hasta han hecho la vista gorda para evitar fricciones. De hecho, tanto en colegios públicos como en concertados, se permite – o se tolera – el uso del hiyab.

Ahora renace un problema que no parece ni mucho menos resuelto, sino que permanece larvado.

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