JOSÉ ANTONIO MARINA: «El problema de la inmigración no se resuelve con leyes ni financiación»

El filósofo y ensayista apuesta por conceder permisos de residencia de varios años y crear flujos migratorios rotativos «Los mejores expertos tendrían que estar aquí»

Diario Sur, JAVIER SAKONA, 01-10-2007

La inmigración es una gigantesca y compleja marea imposible de detener a cuyo oleaje hay que hacer frente con inteligencia y corazón. Es, a grandes trazos, la solución que propone el filósofo y ensayista José Antonio Marina (Toledo, 1939). Los movimientos migratorios crecen, saltando fronteras, esquivando controles y sorteando leyes y tal vez haya llegado el momento de pedir las soluciones a un filósofo en vez de a un político.

¿Es posible unir ética y políticas de inmigración?

Tiene que ser posible porque lo que caracteriza a la ética es que es el nivel más poderoso de solución. Las cosas que no tienen solución económica o solución política acaban teniendo solución ética porque se produce la necesidad de conjugar intereses contrapuestos a un nivel superior. Pero la ética exige capacidad inventiva, capacidad creativa, y en un tema tan sumamente complejo como la inmigración tenemos que ver que no se arregla con una ley ni con más financiación. Se arregla con un enfrentamiento muy sistemático al problema como mínimo a tres bandas: Qué hacemos los países más desarrollados para poder integrar la mayor cantidad posible de mano de obra. Pero teniendo en cuenta que sería interesante que fuese mano de obra rotativa, que pudiera estar en el país con permiso para tres o cuatro años. Lo suficiente como para que vuelvan a su país para iniciar allí algo que sea necesario.

Ese es el fin último de cualquier inmigrante y como se desarrolló la emigración española.

Sí, claro. No se trata de dar permisos indefinidos, después de esos cuatro años debe dejar su lugar a otros. Y en segundo lugar, una tarea que sería estupenda y que he estado intentando promover, sería intentar formar a gente para que vuelva a su país con un oficio aprendido o algún contacto. Y en tercer lugar invirtiendo en los países de origen para que no tengan que la necesidad de venir acá. Esos serían tres ejes de actuación que ahora tenemos capacidad económica para levar a cabo gracias al diferencial de eficacia que tiene dinero en los países ricos y en los países pobres. Lo que nos gastamos en una cena en un restaurante resuelve el problema de una familia de Mali durante todo un año.

Cualquiera de las tres vías de solución que propone pasan por que nosotros, Occidente, asumamos nuestra o culpa, o si prefiere, nuestra responsabilidad.

Sí, pero nos puede paralizar el intentar acusarnos porque eso produce la reacción de muchas personas que dirán que no se sientes culpables de nada. Pero en lo que estamos todos comprometidos es con el proyecto humano de hacer el mundo vivible y eso podemos lograrlo sin heroicidades, manejando nuestro corazón, nuestro sentido de la justicia y nuestros medios de manera inteligente. Y se puede hacer si se tiene la voluntad política de intentarlo. El papel de las oenegés es sensibilizar a la opinión pública, explicar las cosas. No sólo lo mal que está la situación, sino ser una gran fuente de soluciones.

Soluciones que le vendrían muy bien a Ceuta, cruce de caminos en esto de la inmigración.

Los mejores expertos en arreglar esto tenían que estar aquí. Y decir vamos a presentar un buen proyecto, un proyecto bien pensado para poder decir ‘esto se puede hacer’. Tengamos esa seguridad que nos da el tener un plan hecho, entonces sí que podemos convencer a la sociedad para que convenza a los políticos.

Ceuta presume de albergar cuatro culturas (confesiones religiosas) ¿Cuál es a su juicio la receta para la convivencia ideal en un entorno multicultural, la mezcla aleatoria, las comunidades diferenciadas o el estilo Nicolás Sarkozy de obligar al inmigrante a asumir una serie de condiciones y adaptarse al país en el que se instala?

Hay que precisar las cosas. Hay dos soluciones al problema de la multiculturalidad. Uno es que quien venga a un país asimile la cultura del país. Eso parece que es injusto porque se le hace perder su propia cultura. Otra solución es la interculturalidad que puso en marcha Canadá, es decir, aquí no se mezcla nadie, quien entra en Canadá musulmán sale musulmán y va a vivir toda su vida en una especie de guetto para musulmanes. Lo que yo propongo es que todos tenemos que tener un marco común, que es un marco ético basado en los derechos humanos. Y a todo el mundo que venga a un país, en este caso éste España, tiene que ajustarse al marco de los derechos humanos. Pero hay que subrayar que una de las características que tiene es que el marco ético de los derechos humanos es que también protege las diferencias culturales y religiosas. Las protege pero siempre que se amolden al marco de los derechos humanos. Y esa solución es la única perfecta a la interculturalidad.

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