Las mafias africanas abren cuatro rutas para llegar a Canarias

ABC, 30-09-2007

TEXTO Y FOTO: CRUZ MORCILLO ENVIADA ESPECIAL

DAKAR. Al sur, más al sur, cada vez desde más lejos. Ya nadie se acuerda de los 15 kilómetros que recorrían las pateras de Tánger a Cádiz. La distancia del sueño se ha ido agrandando: 500, 800, 1.500, 2.000 kilómetros y las rutas inciertas de mar caprichoso, olas y penurias se alejan y se bifurcan para eludir los barcos y los aviones que se interponen en su camino. África expulsa a su gente y su gente agudiza el ingenio y decide seguir jugándosela. Los informes de Inteligencia han detectado que los inmigrantes están siguiendo cuatro caminos para alcanzar Canarias, además del clásico y más cercano desde las costas del Sahara occidental.

Costear, acercarse a tierra por si el pequeño motor falla y se alía el Atlántico feroz de Mauritania es la peor opción. El riesgo de que los intercepte la patrullera de la Guardia Civil o el helicóptero o los medios de Defensa de la «Noble Centinela», un poco más al norte, es alto – ruta 1 [ver gráfico] – .

Cien millas al oeste

Cada vez más, los cayucos senegaleses cargados de autóctonos, de guineanos, de gambianos, de malienses deciden alejarse, abrirse más de cien millas hacia el oeste y desde ahí enfilar al norte, rumbo a las islas, cuando ya han superado la barrera de vigilancia de Nuadibú (Mauritania) – ruta 2 – .

«Son marineros excelentes, a veces llevan GPS – si los interceptan los arrojan al agua para que no se sepa su procedencia y dificultar así la repatriación – , pero otras les basta una brújula y la fe ciega en lograr su propósito», explica un oficial de la Guardia Civil.

Este año casi todo son parabienes para quienes combaten la inmigración irregular. A Canarias han llegado un 65 por ciento menos «sin papeles» que en 2006. El número de muertos/desaparecidos engullidos por la travesía también se ha reducido casi en la misma proporción – 277 personas frente a las 983 del año pasado – . Estadísticas, números sin rostro, seguro que más abultados, como admiten en el Centro de Coordinación de Canarias. Pero los cayucos (imponentes los senegales con sus barnices deslumbrantes y sus espolones abriendo el agua) continúan saliendo: Casamance (Senegal), Conakry, Guinea Bissau, Nuadibú, el Sahara…

El fin aventa el miedo o lo enmascara y aunque abrir las rutas sume días de riesgo y sufrimiento eso es lo que están haciendo las mafias de la inmigración. Se han interceptado desde julio cuatro cayucos en las islas de Cabo Verde que habían partido de Casamance, Guinea Conakry, Gambia y Ghana. «Se abren perpendicularmente y se orientan por los volcanes. Más días y más peligro hasta Canarias (seis como mínimo). Parece que no les importa» – ruta 3 – .

El mar se divide en millas, las operaciones para frenar a los inmigrantes – náufragos también. Y ellos siguen retando al mar y sorteando las barreras enviadas por España, por Europa en forma de aviones, de helicópteros, de barcos.

La cuarta ruta, plenamente vigente, se hace por tierra casi al completo. Los aspirantes parten a pie desde los mismos puntos, atraviesan el desierto hasta llegar al Sahara y desde ahí buscan patera. Se trata de dar la espalda al mar y aproximarse al objetivo. Si los detienen en aguas de Senegal o Mauritania saben que se acabó el sueño; si están dentro de las cien millas españolas al menos llegarán a Canarias. Y luego con un poco de suerte no serán repatriados o sí, aunque queda una tímida oportunidad.

Los muros en el mar tienen nombres como «Río Cabriel», «Río Ara», «Río Duero» o «Río Miño». Son las embarcaciones de la Guardia Civil desplegadas en Senegal y Mauritania, tripuladas por agentes con doble condición y doble mirada. Su misión consiste en hacer de freno, en evitar que centenares de inmigrantes burlen los controles y acaben en España.

Y lo cumplen: más de 1.500 personas han sido interceptadas en aguas africanas en lo que va de año. Pero luego están las miradas. «Cuando estás junto al cayuco, balanceándose, y ves a ciento y pico personas mirándote sin saber muy bien qué les va a pasar te planteas si estás haciendo lo correcto. Y lo vuelves a pensar después. En ese momento (a cien millas de tierra) sabes que probablemente les estás salvando la vida, pero también que estás acabando con su ilusión, que su familia ha confiado en ese viaje. «La contradicción es continua», reflexiona uno de los agentes que lleva casi meses navegando en busca de clandestinos.

El «efecto prensa»

Las operaciones encabezadas por España contra la inmigración irregular están dando «un resultado excelente», según un oficial español que trabaja en Dakar. Funciona el efecto disuasorio – ya no parten cayucos desde la capital – y cunde el desánimo cuando se publican las interceptaciones en la prensa local. Senegal se ha subido al carro con la sonrisa de medio lado: admite repatriaciones casi sistemáticas, campañas informativas, ha encabezado detenciones en tierra (562 personas en los dos últimos años), se han implicado los gendarmes. La mala mar y los naufragios contribuyen a minar la moral de los candidatos. Pero África sigue expulsando a sus hijos y para comprobarlo sólo hay que darse una vuelta por cualquier calle. Su tierra los echa y ellos se suben al cayuco.

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