Telefónica pide mayor vigilancia tras un segundo robo de cable en Aia en 24 horas

Los ladrones se llevaron un tramo del tendido en el alto de Orio, lo que ha dejado sin línea a otras 250 familias Se sospecha de una banda de delincuentes organizada

Diario Vasco, ARANTXA ALDAZ, 28-09-2007

SAN SEBASTIÁN. DV. Un nuevo robo de cable en Aia ha dejado sin teléfono a 250 familias de la localidad. El saqueo se produjo el miércoles por la noche en el alto de Orio. Es el segundo hurto de estas características que se produce en apenas 24 horas y en la misma zona. Los hechos han sido puestos en conocimiento de la Ertzaintza que investiga a los posibles autores, aunque no ha habido detenciones.

El suceso se suma a la cadena de robos de las dos últimas semanas en varios municipios guipuzcoanos. También han vivido una situación similar en Navarrra (en Arano, Betelu y Latasa), donde los ladrones se han llevado varios tramos de cables de línea telefónica. Coincidencia o no, algunas voces ya empiezan a hablar de una banda especializada que opera en los alrededores, versión que no ha sido confirmada por fuentes oficiales.

Lo que sí corroboran es lo extraordinario del caso. Desde Telefónica aseguran que es la primera vez que se enfrentan a una «oleada» de robos de cable en Gipuzkoa. En otros puntos de la geografía ya han sufrido saqueos con el mismo modus operandi: los ladrones roban el cable por la noche, en lugares poco habitados y lo venden posteriormente a las chatarrerías sin dejar huella.

El cobre es uno de los metales mejor pagados, a unos 4 euros el kilo en el mercado negro. En el caso del cable de telefonía, su valor puede superar la citada cantidad ya que es un material «limpio», sin revestimientos de plástico ni otros elementos, lo que ha propiciado los pillajes.

Clanes familiares

El Departamento vasco de Interior asegura que los ladrones de chatarra se corresponden a «una tipología muy concreta de delincuentes, por lo general clanes familiares» que ponen el ojo sin intención de enfrentamientos en almacenes de productos metálicos para luego vender el material a otro minorista de chatarra, precisan desde la Ertzaintza. En los últimos meses se han sumado «pequeños grupos de inmigrantes llegados de Europa del Este», organizados también en clanes familiares, aunque los casos perpetrados por este colectivo han sido «esporádicos», indican las mismas fuentes.

De momento el Departamento de Interior no cuenta con una estadística al respecto, aunque resulta obvio que los sucesos se han incrementado. Ante este panorama, Telefónica reclama a la Er – tzaintza una mayor vigilancia del tendido. «Al fin y al cabo es un servicio de interés público», apuntan desde la empresa de telefonía. El control de la red (miles y miles de metros de cable por todo el territorio) se presenta difícil, «prácticamente imposible», reconocen. Pero exigen al mismo tiempo un «esfuerzo» para frenar este tipo de delincuencia que perjudica a los usuarios y causa evidentes pérdidas a las empresas responsables. La reparación del cable no es sencilla, menos aún en un territorio de difícil orografía, explican los técnicos. Telefónica no tiene contabilizadas las pérdidas originadas por los últimos robos. Sólo en Amezketa, donde robaron 1.500 metros de cable, el coste puede superar los 18.000 euros.

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