Condenados en el 'Alcatraz' de Bahamas
El Universal, , 27-09-2007alejandro.suverza@eluniversal.com.mx
BIMINI, Bahamas. El drama que los trabajadores de la construcción han vivido en esta isla pudo medirse una mañana de principios de junio, cuando un colocador de lámina cayó desde el techo que construía. Eran más de cinco metros de altura. Se fracturó las cervicales y le dieron incapacidad por ocho meses, pero después de ser hospitalizado, en lugar de ir a casa fue llevado de regreso a la zona de trabajo.
Sus compañeros le acondicionaron un baño para asearlo. Le improvisaron una estructura que lo mantenía de pie. En el dormitorio, despegaron la litera de arriba y se turnaron para madrugar con el fin de dejarlo sentado antes de salir a trabajar.
La empresa quería evitar el escándalo, por eso cuando lo dieron de alta lo regresaron al dormitorio, estimó el oficial albañil Antonio Alcántara, un hombre que se quejó de falta de arnés de seguridad, mientras abordaba un avión para regresar a México vía Cuba.
Se sabe que migrantes mexicanos, como los constructores de la Riviera Maya, o en ciudades de EU, construyen un proyecto de 850 millones de dólares en Bimini, la más pequeña de las islas Bahamas. Un pedazo de tierra que mide 15 kilómetros de longitud y en el que los habitantes de color pasan muchas horas sentados debajo de árboles para cubrirse del sol.
Los migrantes mexicanos junto con colombianos, dominicanos y hondureños construyen casas para Rav Bahamas, la compañía que lleva a cabo el Bimini Bay Resort, un proyecto que a partir de enero presumiblemente comenzará la edificación de un hotel con 250 habitaciones. La cadena Conrad Hilton será la encargada de administrarlo.
El caso de David Alejandro González, el accidentado de junio, había puesto en el escenario público lo que parecía ser una isla del engaño. Dos meses después de su llegada a México, él junto y otros seis trabajadores queretanos denunciaron ante el diputado priísta de Querétaro, Jaime Escobedo, maltrato y explotación. Decían que habían logrado huir de Bimini, a la que asemejaron con la prisión de Alcatraz.
Nosotros no traemos a nadie engañado, damos un contrato. Traemos a mexicanos desde 1997. Lo que pasa es muchos vienen a echarle ganas y otros no. La isla no es fácil, a nadie le gusta quedarse ahí. Después se echan para atrás y buscan problemas, dijo la vicepresidenta de Rav Bahamas, Mercedes Thomas Capo.
En entrevista telefónica desde Miami, asegura que informó al cónsul de México en Bahamas que cuando el doctor dio de alta a David Alejandro González, la compañía le ofreció mandarlo de regreso a casa por una línea comercial con escalas en Nassau, Cuba, Cancún y Ciudad de México, pero el accidentado y su primo se negaron por las incomodidades del viaje.
La mayoría de los migrantes mexicanos habían llegado a la isla a principios de enero, en un vuelo privado y directo que salió de la ciudad de México. Eran oficiales albañiles, ayudantes, carpinteros. Se contrataron por un año con salarios prometidos, a partir de 15 mil pesos mensuales. Los contratistas los engañan desde México, les dicen que les van a pagar 500 dólares y cuando llegan les dan sólo 200, dice el albañil Antonio Alcántara.
En los meses siguientes arribaron más a la isla Bimini en la que ahora se venden tortillas y chile, y en la que permanecen 68 mexicanos, de los 120 que eran. Entre ellos está Roberto, un ayudante de albañil oriundo de la Noria, municipio de Pedro Escobedo, Querétaro. Aquí nos tratan como animales, con ese precio no vale la pena el sacrificio; gano 200 dólares a la semana. Uno sale de allá por un porvenir mejor, para tener con qué pagar cuando se te enferme un niño. Aquí sufres el calor, deshidratación, te entra la desesperación, dijo mientras comenzaba a caer la noche sobre el Bimini de mil 600 habitantes.
Decía Roberto que por lo menos en México estaba cerca de la familia, y pendiente de que sus hijos no le falten al respeto a su esposa. Por lo menos estando allá, uno les va diciendo qué está bien y qué está mal.
Antes, en el municipio de Pedro Escobedo trabajaba como jornalero. Su ahorro estaba fincado sobre 32 puercos, 250 pollos y un negocio de ropa en el que invirtió 15 mil pesos. Luego le sobrevino la enfermedad de su hijo y el patrimonio quedó en manos de los doctores que no curaron el niño. Al final invirtió 100 pesos para llevarlo con un curandero que lo alivió. Tenía un mal aire, de haber sabido desde el principio lo llevó con el doctor del pueblo.
Ahora está en Bimini porque quiere reactivar el negocio de ropa. Un amigo de su hermano fue el que les dio el tip para trabajar en la isla: Aquí tienes que obedecer lo que te manden, no puedes faltar, el sol está bien caliente, a veces hasta chillas, pero si yo hubiera sabido que nos iban a dar 200 dólares a la semana, no vengo. Él y Leonardo dicen que no tienen zapatos de seguridad, ni arnés para trabajar en las alturas.
Dijeron que si querían regresarse tenían que trabajar tres meses gratis o pagar 3 mil pesos por incumplimiento de contrato y que por un tiempo les fue retenido el pasaporte, hasta que representantes del ministerio del Trabajo en la Bahamas visitaron la zona de trabajo y les dijeron que era ilegal. La embajada de México en el lugar confirmó este último dato, pero desmintió que trabajaran en condiciones de esclavitud. Aunque varios refieren la palabra cumplir con el contrato como si se tratara de una condena.
Un maestro fierrero de Tapachula, Chiapas, que construye la calle principal llamada Bimini Bay, dice que los contratistas pagan lo que quieren. En la isla, dos colombianos que hacen acabados a las paredes e instalan la electricidad, coinciden con los mexicanos. Con dolor en el alma, pero toca. Nos trajeron con engaños, no vale la pena el sacrificio, hermano, dice uno de ellos que es de Barranquilla.
Yo no creo que se les pague menos, ellos cobran a destajo y el que trabaja gana, señaló Mercedes Capo, quien se comprometió a entregar los recibos de pago de los migrantes.
Pese a todo, la opción Bimini resulta atractiva para los trabajadores del México sin oportunidades. Guadalupe, un oficial albañil dijo que los que no cumplieron los afectaron. Nosotros tuvimos que pagar por ellos porque el contratista nos dijo que nos tocaba de menos. Dijo que tenía asegurado el sustento de su familia hasta abril del año próximo.
Mercedes Capo dijo que en días pasados viajó a ese estado para entrevistarse con el diputado priísta Jaime Escobedo y arreglar un cheque con David Alejandro González. Ella quería hablar con la prensa para dejar en claro lo que consideró una difamación, y para limpiar la imagen de la empresa. El legislador le respondió: Qué le parece si arreglamos esto aquí y que quede entre nosotros. La mujer regresó a su casa, dice que el diputado le inspiró desconfianza. El legislador la ha llamado varias veces, le ha pedido regresar con un cheque y entregárselo: Traemos la cámara y tomamos fotos a la hora de que me lo entregue, le dijo.
alejandro.suverza@eluniversal.com.mx
BIMINI, Bahamas. El drama que los trabajadores de la construcción han vivido en esta isla pudo medirse una mañana de principios de junio, cuando un colocador de lámina cayó desde el techo que construía. Eran más de cinco metros de altura. Se fracturó las cervicales y le dieron incapacidad por ocho meses, pero después de ser hospitalizado, en lugar de ir a casa fue llevado de regreso a la zona de trabajo.
Sus compañeros le acondicionaron un baño para asearlo. Le improvisaron una estructura que lo mantenía de pie. En el dormitorio, despegaron la litera de arriba y se turnaron para madrugar con el fin de dejarlo sentado antes de salir a trabajar.
La empresa quería evitar el escándalo, por eso cuando lo dieron de alta lo regresaron al dormitorio, estimó el oficial albañil Antonio Alcántara, un hombre que se quejó de falta de arnés de seguridad, mientras abordaba un avión para regresar a México vía Cuba.
Se sabe que migrantes mexicanos, como los constructores de la Riviera Maya, o en ciudades de EU, construyen un proyecto de 850 millones de dólares en Bimini, la más pequeña de las islas Bahamas. Un pedazo de tierra que mide 15 kilómetros de longitud y en el que los habitantes de color pasan muchas horas sentados debajo de árboles para cubrirse del sol.
Los migrantes mexicanos junto con colombianos, dominicanos y hondureños construyen casas para Rav Bahamas, la compañía que lleva a cabo el Bimini Bay Resort, un proyecto que a partir de enero presumiblemente comenzará la edificación de un hotel con 250 habitaciones. La cadena Conrad Hilton será la encargada de administrarlo.
El caso de David Alejandro González, el accidentado de junio, había puesto en el escenario público lo que parecía ser una isla del engaño. Dos meses después de su llegada a México, él junto y otros seis trabajadores queretanos denunciaron ante el diputado priísta de Querétaro, Jaime Escobedo, maltrato y explotación. Decían que habían logrado huir de Bimini, a la que asemejaron con la prisión de Alcatraz.
Nosotros no traemos a nadie engañado, damos un contrato. Traemos a mexicanos desde 1997. Lo que pasa es muchos vienen a echarle ganas y otros no. La isla no es fácil, a nadie le gusta quedarse ahí. Después se echan para atrás y buscan problemas, dijo la vicepresidenta de Rav Bahamas, Mercedes Thomas Capo.
En entrevista telefónica desde Miami, asegura que informó al cónsul de México en Bahamas que cuando el doctor dio de alta a David Alejandro González, la compañía le ofreció mandarlo de regreso a casa por una línea comercial con escalas en Nassau, Cuba, Cancún y Ciudad de México, pero el accidentado y su primo se negaron por las incomodidades del viaje.
La mayoría de los migrantes mexicanos habían llegado a la isla a principios de enero, en un vuelo privado y directo que salió de la ciudad de México. Eran oficiales albañiles, ayudantes, carpinteros. Se contrataron por un año con salarios prometidos, a partir de 15 mil pesos mensuales. Los contratistas los engañan desde México, les dicen que les van a pagar 500 dólares y cuando llegan les dan sólo 200, dice el albañil Antonio Alcántara.
En los meses siguientes arribaron más a la isla Bimini en la que ahora se venden tortillas y chile, y en la que permanecen 68 mexicanos, de los 120 que eran. Entre ellos está Roberto, un ayudante de albañil oriundo de la Noria, municipio de Pedro Escobedo, Querétaro. Aquí nos tratan como animales, con ese precio no vale la pena el sacrificio; gano 200 dólares a la semana. Uno sale de allá por un porvenir mejor, para tener con qué pagar cuando se te enferme un niño. Aquí sufres el calor, deshidratación, te entra la desesperación, dijo mientras comenzaba a caer la noche sobre el Bimini de mil 600 habitantes.
Decía Roberto que por lo menos en México estaba cerca de la familia, y pendiente de que sus hijos no le falten al respeto a su esposa. Por lo menos estando allá, uno les va diciendo qué está bien y qué está mal.
Antes, en el municipio de Pedro Escobedo trabajaba como jornalero. Su ahorro estaba fincado sobre 32 puercos, 250 pollos y un negocio de ropa en el que invirtió 15 mil pesos. Luego le sobrevino la enfermedad de su hijo y el patrimonio quedó en manos de los doctores que no curaron el niño. Al final invirtió 100 pesos para llevarlo con un curandero que lo alivió. Tenía un mal aire, de haber sabido desde el principio lo llevó con el doctor del pueblo.
Ahora está en Bimini porque quiere reactivar el negocio de ropa. Un amigo de su hermano fue el que les dio el tip para trabajar en la isla: Aquí tienes que obedecer lo que te manden, no puedes faltar, el sol está bien caliente, a veces hasta chillas, pero si yo hubiera sabido que nos iban a dar 200 dólares a la semana, no vengo. Él y Leonardo dicen que no tienen zapatos de seguridad, ni arnés para trabajar en las alturas.
Dijeron que si querían regresarse tenían que trabajar tres meses gratis o pagar 3 mil pesos por incumplimiento de contrato y que por un tiempo les fue retenido el pasaporte, hasta que representantes del ministerio del Trabajo en la Bahamas visitaron la zona de trabajo y les dijeron que era ilegal. La embajada de México en el lugar confirmó este último dato, pero desmintió que trabajaran en condiciones de esclavitud. Aunque varios refieren la palabra cumplir con el contrato como si se tratara de una condena.
Un maestro fierrero de Tapachula, Chiapas, que construye la calle principal llamada Bimini Bay, dice que los contratistas pagan lo que quieren. En la isla, dos colombianos que hacen acabados a las paredes e instalan la electricidad, coinciden con los mexicanos. Con dolor en el alma, pero toca. Nos trajeron con engaños, no vale la pena el sacrificio, hermano, dice uno de ellos que es de Barranquilla.
Yo no creo que se les pague menos, ellos cobran a destajo y el que trabaja gana, señaló Mercedes Capo, quien se comprometió a entregar los recibos de pago de los migrantes.
Pese a todo, la opción Bimini resulta atractiva para los trabajadores del México sin oportunidades. Guadalupe, un oficial albañil dijo que los que no cumplieron los afectaron. Nosotros tuvimos que pagar por ellos porque el contratista nos dijo que nos tocaba de menos. Dijo que tenía asegurado el sustento de su familia hasta abril del año próximo.
Mercedes Capo dijo que en días pasados viajó a ese estado para entrevistarse con el diputado priísta Jaime Escobedo y arreglar un cheque con David Alejandro González. Ella quería hablar con la prensa para dejar en claro lo que consideró una difamación, y para limpiar la imagen de la empresa. El legislador le respondió: Qué le parece si arreglamos esto aquí y que quede entre nosotros. La mujer regresó a su casa, dice que el diputado le inspiró desconfianza. El legislador la ha llamado varias veces, le ha pedido regresar con un cheque y entregárselo: Traemos la cámara y tomamos fotos a la hora de que me lo entregue, le dijo.
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