15 minutos en la vida de un inmigrante

La Prensa Gráfica, Werner Romero/Ministro consejero de la embajada de El Salvador en Washington, D.C., 27-09-2007

En 15 minutos los compatriotas inmigrantes nos abren las puertas de su intimidad y nos muestran su vida desde que dejaron El Salvador.

 

Tengo cinco, pero uno se me acaba de morir: esas fueron las palabras que con resignación pronunció un compatriota que junto a su esposa comenzó a mencionar nombres y fechas de nacimiento de sus hijos. José, un joven en sus veinte, con ojos de tristeza respondió no tenemos hijos propios, y luego con un impulso de esperanza continuó: Pero tenemos dos niñas que hemos adoptado, son hijas de la hermana de mi esposa que se murió y las dos quedaron huérfanas.

Muchos de mis entrevistados, casados y solteros, declaraban sus hijos como un recuento de sus más valiosos tesoros. En su mayoría son jóvenes con todas las ganas de vivir que han formado sus familias acá en Estados Unidos. Sus hijos son ciudadanos estadounidenses que no conocen El Salvador.

¿Tiene hijos?, esa es una de las tantas y precisas preguntas que metódicamente hemos formulado a cada uno de los salvadoreños al que asistimos a llenar su solicitud de reinscripción para el TPS. Algunos contestan con timidez y pena, otros con mucho aplomo y orgullo. Lo cierto es que en 15 minutos estos compatriotas inmigrantes nos abren las puertas de su intimidad y, como quien recorre un viejo álbum de fotos de familia, nos muestran sin tapujos y de una forma anecdótica su vida desde que salieron de El Salvador hasta que se establecieron acá en Estados Unidos. Todas las historias son diferentes, aunque todas incluyen el desarraigo y el adaptarse a un nuevo entorno.

¿Trajo la copia de la aplicación del año pasado, su permiso de trabajo y su Social?, preguntaba. Sí, aquí están, también aquí está la fotocopia del permiso, revés y derecho, me respondían. ¿Se ha cambiado de dirección?, proseguía yo. No. pero nos cambiamos de apartamento, ahora estamos en el 2 – B, es más pequeño y pagamos menos, la respuesta.

Para algunos el recuento de sus orígenes es triste. No me diga. ¿Cómo está todo por allá?, estas fueron las frases nostálgicas de una joven originaria de San Fernando, en Morazán cuando le dije que hacía unos meses había visitado Perquín.

Yo trabajo en una compañía que empaca la carne para las hamburguesas del McDonald’s. Yo trabajo en jardinería. Yo soy taxista independiente. Nadie se quedaba sin decir nada cuando le preguntaba sobre su trabajo.

¿Tiene algún proceso migratorio o judicial pendiente? ¿Lo han arrestado?, eran mis últimas preguntas. Yo sí me he portado bien, yo acá he venido a trabajar, me respondían.

Regáleme una firmita aquí y también acá. Vaya, ahora lleve este sobre al correo para que se lo envíen por correo certificado a la oficina de migración. ¡Que le vaya bien! ¡Suerte!, esas eran mis últimas palabras. Al final de cada entrevista me quedaba solo, como en un vacío. En 15 minutos lo sabía todo, o casi todo. ¿Le paso otro, licenciado?, esa era la frase que rompía el momento. Ahora tenía enfrente otra vida que aprender en 15 minutos.

La oportunidad de conocer y ayudar a más de 234,000 salvadoreños protegidos bajo el TPS en Estados Unidos, a través de la campaña de asistencia para su reinscripción, finaliza el 22 de octubre de 2007.

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