Otxarkoaga: ejercicio de convivencia

Deia, , 27-09-2007

La marcha de vecinos y comerciantes convocada para hoy y que escenifica el conflicto entre vecinos y algunas familias gitanas debe convertirse en un ejercicio de integración, para utilizar el diálogo y evitar enfrentamientos latentes.

eL conflicto vecinal que se está viviendo en el barrio bilbaino de Otxarkoaga durante los últimos días, en el que se enfrentan algunos vecinos con familias de etnia gitana, requiere de grandes dosis de cordura y de sentido común. Todo ello con la única intención de calmar los ánimos para que la concentración convocada para hoy por vecinos y comerciantes se convierta en una acción integradora y no en otra representación social de la discriminación. La chispa que encendió el enfrentamiento la protagonizó el dueño de un establecimiento comercial al dar un bofetón a un niño gitano de seis años de edad porque creyó que el pequeño le había robado. La respuesta de los padres del pequeño fue la natural en estos casos: la defensa de la integridad del menor, como harían todos los padres del mundo. Sin embargo, en este caso, el tinte de la raza gitana empaña el análisis de la realidad. La fama que acompaña a Otxarkoaga desde hace décadas ha sido labrada por el boca a boca vecinal y por las acciones puntuales de algunas familias que han demostrado ser incapaces de vivir en una comunidad. Pero la realidad actual del barrio queda muy lejos del que en 1987 organizaba patrullas vecinales con palos para mantener la seguridad, en una comunidad fuertemente azotada por el consumo y el tráfico de heroína. Las mejoras puestas en marcha por el Ayuntamiento han conseguido transformar un área municipal en la que, sin embargo, siguen viviendo núcleos familiares incapaces de aceptar las más mínimas reglas de convivencia, sean éstas gitanas o no. Y es únicamente el comportamiento social de esas familias el que debe ser juzgado, y no el de todo un colectivo o una etnia. Ahora bien. Lo que debe hacer pensar a la sociedad es la reacción del comerciante, que fue capaz de golpear a un niño de seis años en una reacción visceral y contaminada por tintes racistas. Un comportamiento que responde a una ansiedad acumulada a base de una difícil convivencia entre colectivos con distintas formas de ver la vida. Sólo hizo falta una chispa para encender el fuego. De ahí que la manifestación convocada para hoy por vecinos y comerciantes de la zona debe convertirse en una buena oportunidad para alzar la voz en favor de la integración. Una marcha en la que puedan participar los gitanos por propia voluntad, y no presionados por algún vecino que no entiende el significado de la palabra libertad. Y las autoridades municipales, con el alcalde a la cabeza, deben incrementar los contactos entre los colectivos implicados, como ya han comenzado a hacer, para que entre todos sean capaces de hacer de la convivencia el fundamento de las relaciones en Otxarkoaga. La realidad de un barrio se construye día a día. Y en ella participan todos los colectivos sociales implicados. Todos ellos tienen voz y voto en las decisiones, y siempre desde el respeto.

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