Rachid Nini, el articulista más leído y temido de Marruecos, pasó tres años en Alicante recogiendo f

El Periodico, LEA DEL POZO, 27-09-2007

Llega al viejo café, frente a la céntrica estación de Rabat Ville, a las 8.20. Cada mañana, la misma rutina. Se sienta en la mesa más cercana a la puerta, el camarero le trae un plato para el pastelito – – él ya lo ha comprado en la pastelería de al lado – – , se toma el café y 35 minutos más tarde coge el tren hacia Casablanca. Rachid Nini es metódico, lleva gorra y vende más periódicos que nadie.
Pero, al principio, su historia no parecía que fuera a ser la de un triunfador. A Nini el éxito le ha llegado después de sufrir el paro y las humillaciones de la inmigración clandestina. Y ahora sí, ahora todo el mundo conoce a Nini. Sea para criticarlo o para alabarlo, Nini es el hombre de moda en Marruecos, quien ha conseguido que un diario nuevo venda 130.000 ejemplares y quien crea opinión cada día.

Directo a Benidorm
Mediados de los 90. Nini saca un periódico, “que dura apenas tres números”, con un título amazigh (bereber). Al poco tiempo, le llega una invitación del Congreso Mundial Amazigh para ir a Canarias. “Cogí la invitación, fui al consulado, me dieron el visado y me fui directo a Benidorm a buscarme la vida. Ya había tomado la decisión de no volver, de olvidarme del periodismo, de la escritura, de las letras. Voy a empezar otra vida, me dije, como un trabajador, como un inmigrante, como cualquiera”.
Nini habla bajito, hace muchas pausas y mira a menudo al suelo o a la mesa, que para el caso es lo mismo. Parece increíble que sea él, el hombre que en árabe clásico salpicado de dariya – – el dialecto marroquí – – escribe notas incendiarias, critica a políticos, oenegés, asociaciones feministas, escritores homosexuales… Pocos se salvan de la quema.
Al rey le critica poco, aunque Nini no lo ve así. “Eso no es verdad. También le he dicho que él no debe estar inaugurando tanto, que eso es tarea de los políticos”. Nini no goza de la simpatía de los intelectuales ni de la izquierda. Le consideran populista y demagogo. Probablemente también hay algo de resentimiento, porque él conecta con las clases populares, mientras que los intelectuales marroquís tienen un concepto de lo que debería ser Marruecos demasiado afrancesado para las medinas o los barrios de chabolas. “Yo soy marroquí, de origen bereber, musulmán, claro. No quiero ser otra cosa, ni español ni francés. Hay algunos que son marroquís pero desearían ser franceses. Yo defiendo mi religión, mis costumbres, no tengo contradicciones sobre lo que escribo y lo que hago”. Y aquí levanta la voz.
Después de tres años trabajando en el campo valenciano en la recogida de la fruta – – “al principio estaba en casa viendo la televisión, sin hacer nada. Aprendiendo el español de los programas de marujitas por la mañana”, – – Nini recibe una llamada desde Casablanca. Es del periódico Asabah (La Mañana); necesitan un redactor.
Y aquí empieza la segunda parte de su vida en Marruecos. Primero como periodista y luego como editorialista. Sus crónicas hacen furor. “Pero, al final, me censuraron un artículo sobre justicia. Tenían muchos problemas. Siempre había llamadas, juicios, y los ministros se quejaban, sobre todo el de Justicia”. Y nace Al Masae (La Tarde). Y las ventas no paran de crecer.
Muchos le acusan de tener el favor de la casa real. “Cada uno – – se refiere a los periódicos – – tiene a alguien detrás. Nosotros somos claros y hemos crecido con nuestras ventas y con nuestra presencia en el paisaje mediático. Y nadie, nadie, nadie nos ha echado un duro. Nunca me ha llamado nadie, ni la casa real, ni un ministro, nunca nadie”, asegura.

Los padrinos
Le digo que me perdone, pero que me cuesta creerlo. “A mí también me extraña”, confiesa. “Marruecos – – añade – – es un país donde todos los partidos tienen un periódico y donde la llamada prensa independiente acostumbra a gozar (y a veces a padecer) de algún padrino en la sombra”.
Son casi las 8.50, y Rachid ya se ha terminado el pastelito. Le pregunto qué piensa de los islamistas del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD). “¿Los islamistas? Respeto la diferencia de opiniones, la libertad de expresión. No hago como algunos, que están especializados en atacar a los islamistas, atacar por atacar”. Le pregunto a quién ataca él por atacar. “Yo ataco a la gente que tiene poder, que ejerce el poder”. Y se va hacia la estación. Casi hora y media de trayecto. Allí aprovecha para pensar qué escribirá para el día siguiente.

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