José Ovejero, escritor español

‘Todos somos una fachada’

El Universo, 23-09-2007

La nueva novela de este autor se titula Nunca pasa nada y la protagonista es una ecuatoriana que trabaja como   doméstica en Madrid.

Un Ecuador convulso dio, dos años atrás, la bienvenida al escritor español José Ovejero. El ganador del Premio Primavera 2005 (galardón que  otorga en España la editorial Espasa Calpe) vivió la etapa que antecedió   la caída de Lucio Gutiérrez. Recorrió el país en bus. Se internó en la selva y  ahí  concibió a la protagonista de su última novela, Nunca pasa nada. Olivia. Así se llama la joven de 19 años, nacida en Coca y empleada doméstica en Madrid.

Su historia, que pudiera ser la historia de miles de emigrantes ecuatorianas, sirve al escritor, residente en Bruselas, para reflexionar sobre la complejidad de las relaciones humanas. Ovejero se internó en el día a día de esos ‘nuevos vecinos’. Recorrió sus barrios, comió en sus restaurantes, se divirtió en sus discotecas. 

Parte de esas vivencias y algunas pinceladas de esa nación que un día los vio partir forman parte de una novela divertida y trágica a la vez, donde no faltan los agradecimientos. Uno en especial: a Iván Oñate, quien examinó los diálogos de los personajes para evitar errores. El resultado, una obra espléndida que invita a “desmontar los mecanismos de la buena conciencia”.

En una sociedad como esta, tan vertiginosa, ¿es posible asegurar que ‘nunca pasa nada’, tal y como se titula su última novela?
Ese ‘nunca pasa nada’ oculta las cosas que ocurren en nuestro interior. Puede mirarse como una estrategia para quitar importancia a lo que nos da miedo. Y en esta novela precisamente me interesaba esa condición de fragilidad.
 
Pero muchos hilos quedan sueltos en el libro.
Cualquier historia es inagotable, como nuestra vida. Quería crear esa sensación de angustia de cómo van a seguir las cosas.

Esa fragilidad y esa angustia también la sufren esos miles de inmigrantes que se incorporan a la sociedad europea. Es un tema que aparece por segunda ocasión en su obra. ¿Por qué?
El fenómeno de la inmigración es uno de los más importantes de las últimas décadas, tanto para los países que envían inmigrantes como para los que los reciben. Más allá de su interés social, económico y político, es un terreno literariamente muy fértil, donde miles de historias de mundos tan distintos empiezan a cruzarse. Esto, que hace 20 años era dificilísimo, ahora mismo está ahí e inspira al escritor.

¿Se puede decir, entonces, que la suya es una literatura comprometida?
Cuando empiezo a escribir no persigo un objetivo ideológico o ético. Como individuo tengo preocupaciones y eso se refleja en lo que escribo. Mis cuentos son más psicológicos e intimistas, pero en la novela me parece importante reflejar el contexto social de mis personajes y esto guarda un significado que va más allá de lo literario.

¿Por qué es importante que el mundo literario también refleje esa sociedad cambiante?
Yo no creo que los escritores estén obligados a hacer un arte ideológico, aunque en ocasiones se pide que la literatura sea comprometida. Que los inmigrantes puedan expresarse literaria y artísticamente me parece más importante que nosotros de una manera
paternalista seamos los que contemos lo que ellos deberían contar.
 
Precisamente la novela aborda ese paternalismo de una manera metafórica.
Olivia no quiere que le digan cómo tiene que hacer las cosas. En ocasiones podemos pecar de arrogantes con los inmigrantes adoptando actitudes paternalistas. Olivia, a pesar de estar muy desprotegida, se da cuenta de que las buenas intenciones no le van a ayudar a resolver sus problemas. Es ella la que tiene que salir adelante.
 
¿Había interés en explotar la vulnerabilidad de la protagonista?
No es lo mismo venir de una gran ciudad que hacerlo de sitios remotos. Olivia es originaria de Coca y eso permite comprender el estado de indefensión por el que atraviesa.  Además, se suele pensar en el inmigrante como problema y como víctima. En muchos casos lo es, pero hay algo más allá de eso.

¿Cómo definiría al resto de personajes?
De Nico y Carmela me llama la atención que por un lado funcionan como una pareja muy abierta y a pesar de esa sinceridad cada uno tiene sus secretos. No hay una sinceridad absoluta. Todos guardamos algo. Claudio es imprevisible, puede hacer que todo estalle y trae esa inseguridad.   Julián es un personaje  muy  oscuro, nunca llegamos a meternos en él. En ese sentido refleja ese extrañamiento que puede haber entre las dos culturas, ese verse pasar pero no saber más del otro.
 
Es que cuesta desterrar los estereotipos que pesan sobre los inmigrantes.
Olivia no está en su trabajo para satisfacer las fantasías eróticas del dueño de casa y es eso lo que no puede soportar porque le están estigmatizando. Independientemente de que el personaje sea una inmigrante, un tema muy recurrente en mi literatura es cuestionar los estereotipos. Todos somos una fachada, pero ¿qué hay detrás y qué sucede cuando empezamos a verla?

El choque cultural también se  refleja en las páginas de la novela.
En el libro me interesa poner en tela de juicio nuestros hábitos de pensamiento. Darse  cuenta de la existencia de esas diferencias, confrontar al lector con esos momentos de incomprensión siempre lleva a plantearse lo que uno cree y entiende.
 
En España, por un lado van los inmigrantes y, por otro, la población autóctona. ¿Es posible esa integración de la que tanto se habla?
Es cierto, nos vemos por la calle, pero somos mundos separados. Coexistimos en el mismo espacio, pero no hay una auténtica convivencia.
 
¿Cuál es el camino a seguir?
La primera integración debe ser económica, porque es la que da la libertad al que llega de fuera de meterse más o menos en la cultura de acogida, pero es una decisión propia. Hay gente que habla de integración, pero en realidad  se refieren más a un proceso de asimilación, es decir, que los inmigrantes deben parecerse a nosotros. Nos olvidamos que si crece la economía es por los inmigrantes, habrá un momento en que será necesario pagarles por la contribución que han hecho. 


Autor: José Ovejero.
Título de la obra:  Nunca pasa nada.
Género: Novela.
Editorial: Alfaguara.
Páginas: 288.

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