Nuevos vascos

Diario Vasco, 17-09-2007

El País Vasco, como el resto de Europa, se encuentra inmerso en un proceso demográfico de componente económico, pero ante todo humano, que configurará su sociedad futura. Una circunstancia a la que Euskadi no ha sido ajena en el pasado, porque no se puede entender su presente sin los miles de ciudadanos que emigraron desde otras provincias para aportar la mano de obra imprescindible en su desarrollo industrial. Un movimiento de gentes como nunca había existido en la historia del País Vasco, que resultó decisivo para formar una sociedad avanzada. El ‘agitador’ del siglo XXI viene de más lejos, empujado por la globalización y el estrechamiento de la geografía. La inmigración, la movilización de una población a la que ya no contienen las fronteras, es el factor que definirá la nueva Humanidad. Y ese flujo de gentes en busca de futuro discurre hacia zonas de oportunidad, países o regiones con recursos suficientes para acogerlos y propiciar su bienestar. Y los países más estables de Europa forman parte selecta de este grupo de receptores.

El 4,6% del censo vasco es extranjero, un porcentaje muy reducido comparado con el conjunto de España, que roza el 10%. Pero la tendencia es a un crecimiento rápido, a medida que la inmigración se desplace desde las capitales más populosas. De hecho, la población foránea empadronada en Euskadi creció un 14,69% durante el pasado año, y desde 2000 se ha multiplicado por cinco. Las previsiones son de aceleración de un fenómeno que jamás debería ser visto como un problema, sino como un elemento enriquecedor para nuestra sociedad, beneficioso para el mantenimiento y desarrollo de una economía con necesidad urgente de población, y gratificante por el componente de justicia y solidaridad que contiene. Siempre, evidentemente, que se trabaje en políticas de acogida y de integración que eviten el aislamiento, la marginalidad y la guetización. El II Plan de Integración de la Inmigración (2007 – 2009), que destinará 96 millones de euros a este cometido, debería ser una buena base, por su vocación interinstitucional.

Euskadi ha iniciado, además, la segunda fase del proceso, la de la nacionalización, y consecuente potenciación del arraigo, de la inmigración. En 2006, 1.791 personas obtuvieron el pasaporte español en el País Vasco – seis veces más que en 2000 – , casi en su totalidad suramericanos, por la mayor agilidad y brevedad en la tramitación. Y en el primer semestre del actual ejercicio, han sido más de 900. Queda aún pendiente la naturalización del numeroso contingente que se acogió a la regularización extraordinaria de 2005. Todos ellos son, o serán, nuevos vascos, ciudadanos con plenos derechos sociales y políticos. Partes de una sociedad necesariamente en evolución y cuya pluralidad y capacidad de acogida y mestizaje serán, sin duda, la mayor muestra de su salud y de su futuro.

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