TRIBUNA LIBRE

Arranca la carrera hacia la Casa Blanca

El Mundo, HENRY KAMEN, 17-09-2007

La reciente celebración de la fiesta Labor Day (Día del Trabajo) ha inaugurado el periodo electoral en Estados Unidos. Como ha señalado el Washington Post, Labor Day «marca el momento en que el ritmo se acelera y las apuestas aumentan». Este año, la precampaña cobra un especial significado, porque conduce a la selección de candidatos que rivalizarán para reemplazar al presidente saliente, George W. Bush.


Lógicamente, todas las miradas están puestas en las elecciones de 2008. Las de EEUU no son las únicas que pueden cambiar el clima político del mundo occidental, ya que el Reino Unido también va a celebrar elecciones generales la próxima primavera. Sin embargo, los británicos se hallan en una mejor posición, dado que el previsible ganador de los comicios ocupa ya el puesto de primer ministro, y ya ha empezado el programa de reformas que identificará su etapa de servicio. En Estados Unidos todo está todavía en el aire; hay una gran igualdad entre los dos partidos principales, y nadie sabe quienes serán los candidatos a la Presidencia.


Para los no estadounidenses, el proceso electoral, especialmente el de las presidenciales, es difícil de entender. Durante varios meses, nadie sabrá con seguridad quiénes serán los candidatos. Muchos políticos importantes han ofrecido ya sus nombres a sus partidos, e incluso han conseguido considerable apoyo, pero en el último momento pueden quedar eliminados por el terrible mecanismo de pactos y acuerdos entre facciones políticas. Aunque todo el mundo parece saber quiénes serán los candidatos finales, la primera señal verdadera de su posible candidatura no aparecerá hasta después de enero de 2008, cuando las elecciones primarias – es decir, la selección por miembros de cada partido – tendrán lugar en dos estados clave del norte.


Lo único que sabemos a ciencia cierta es que George W. Bush, cuya etapa de Gobierno esta llegando a su fin, no será un candidato. El aún inquilino de la Casa Blanca ha sido más allá de toda duda un desastre como líder de su país. Su ensombrecida popularidad tendrá con toda seguridad un efecto negativo en aquellos candidatos republicanos que han apoyado su política. Las encuestas del mes pasado mostraban que cuenta con el apoyo de menos del 30% de votantes en la mayoría de estados, con excepción de los del sur y Arizona. Su popularidad ha llegado a descender a un 24% en Nueva York y un 19% en New Hampshire y Wisconsin.


Eso deja el campo abierto a los posibles candidatos a presidente. Por el lado demócrata, la senadora de Nueva York, Hillary Clinton, continúa apareciendo como la candidata más clara, pero la impresionante recaudación de fondos y el fervor de las multitudes que despierta el senador Barak Obama hacen de él un formidable rival. El antiguo senador de Carolina del Norte, John Edwards – que ha sido anteriormente nominado como candidato – ha puesto sus esperanzas en las primarias de Iowa en 2008, y hasta el momento las gentes de este Estado están abiertas a él.


Los otros posibles candidatos demócratas dan muestras de estar disponibles, pero de momento sus posibilidades parecen remotas. Los resultados de las primarias en Iowa probablemente compliquen el panorama, porque éste es uno de esos estados clave donde una firme ventaja psicológica puede ser clave para la victoria final. En las primarias de allí, Clinton compite con Obama y Edwards, y los resultados podrían afectar subsiguientes pugnas. Un partidario optimista de Edwards señaló a la prensa: «Si Clinton pierde Iowa, eso lo cambia todo». En todo caso, una de las mayores preocupaciones de la senadora es que su apoyo entre los votantes demócratas es débil fuera de su base de operaciones de Nueva York y Washington.


Entretanto, el bando republicano está repleto de nombres que son importantes en la política americana, pero poco conocidos fuera de EEUU. El principal contendiente parece ser el antiguo alcalde de Nueva York, Rudi W. Giuliani, aunque los acontecimientos pueden, a pesar de todo, hacer decidir en favor de otros. Aparte de él, de momento los principales contendientes republicanos parecen ser el antiguo senador Fred D. Thompson de Tennessee, el antiguo gobernador de Massachussets, Mitt Romney, el senador de Arizona John McCain, y el antiguo gobernador de Arkansas, Mike Huckabee. Giuliani es el claro favorito hasta el momento, una clara ventaja si consideramos que cada republicano desde Eisenhower que ha ido el primero en la encuesta Gallup llevada a cabo en el Labor Day antes de las primarias ha ganado la nominación.


Aunque el debate y la publicidad aún gira en torno a las personalidades, los candidatos no pueden ignorar algunos de los temas que tienen ante sí. Entre ellos está la cuestión de la inmigración. Sobre la ilegal, en especial la que llega desde México, la opinión es sorprendentemente firme. Una encuesta Gallup de julio mostraba que el público estaba dividido sobre los beneficios y desventajas de la inmigración. Efectivamente, la mayoría la veía como provechosa. Esto no sorprende cuando uno considera que EEUU es un país hecho por inmigrantes . Sin embargo, los resultados de la encuesta fueron distintos en cuanto a la inmigración ilegal. La población apoya con firmeza los intentos de parar la llegada ilegal de hispanos, y la mayoría de votantes afirmaba que esta cuestión le influiría a la hora de votar al candidato. Dos tercios de los votantes apoyan firmemente la valla que el Gobierno está construyendo en la frontera entre México y Estados Unidos. Y del sondeo también se desprendía un acuerdo total sobre otro punto: tres cuartos insistían en que los inmigrantes que deseen ser ciudadanos estadounidenses deben tener dominio del inglés.


Sobre el tema cada vez más importante de Irak, las últimas encuestas de agosto se manifiestan sólidamente en contra de Bush. Una encuesta de la CNN mostraba que dos terceras partes de los ciudadanos se oponían a la intervención en el país asiático. La misma proporción consideraba que EEUU no estaba ganando la guerra. Otro sondeo de la CBS señalaba que hasta el 90% de los votantes desaprobaba la manera en que Bush manejaba la contienda. Pero esta oposición al presidente también pide una solución inteligente al problema. Sólo una minoría, alrededor de un 30%, estaba a favor de retirar las tropas de Irak, mientras que la mayoría estaba a favor de una retirada parcial, acompañada de un cambio de política (es interesante ver cómo los británicos acaban de hacer exactamente lo mismo, retirándose de Basora).


Las encuestas realizadas hasta hoy en algunos estados concretos no revelan toda la verdad sobre las intenciones de los que votan, porque tienden a reflejar la actitud de los votantes hacia los candidatos más que su actitud hacia los temas. Esta situación cambiará a medida que las elecciones se animen. Pero no deberíamos pensar que todos los estadounidenses tienen interés en cambiar la situación política.


Mucha gente se siente perfectamente feliz con la actual situación y preferiría no cambiar. En el estado de Georgia – desde donde estoy escribiendo – , los árboles todavía tendrán que esperar algunas semanas antes de que su color empiece a cambiar con el otoño. Entretanto, los colores políticos del Estado permanecen invariables. Mientras algunos legisladores han hecho frente a las protestas en contra de la guerra durante el descanso del último mes, en el corazón de Georgia se oyen voces tranquilizadoras hablando de una misión que cumplir y una victoria que se debe ganar. Muchas de las 21.500 nuevas tropas que el presidente Bush ordenó enviar a Irak en la primavera pasaron por Fort Benning, en Georgia. Recuerdo estando en el aeropuerto de Atlanta ver pasar a un contingente de tropas de camino a la guerra. Fueron vitoreados con cálidos aplausos por todos los que esperaban en el aeropuerto.


Uno de los senadores locales de Georgia, el Senador Isakson, ha compartido la serena pero firme decisión de muchos de sus conciudadanos. Mantenía correspondencia electrónica con un joven soldado que mas tarde encontró la muerte en Irak. «Nuestra presencia» – escribía el soldado en su primera carta al senador, seis semanas antes de su muerte – «pretende enviar un mensaje a la gente de todo el mundo de que la libertad puede ser una realidad». Durante los tres días de campaña, ni un solo residente georgiano apremió a Isakson para que volviera a Washington y votara contra la guerra.


Sin embargo, incluso en Georgia siempre ha habido un movimiento de protesta contra la guerra. El año pasado, una representante del Estado en el Congreso habló en contra de la intervención y como consecuencia perdió su escaño en las siguientes elecciones. Y hace sólo unos días, un residente de Georgia decía tristemente en un medio: «Ya no es nuestra guerra. No podemos hacer que ellos [los iraquíes] nos estimen».


Estados Unidos – es oportuno recordarlo – no es un país, es todo un continente. En su interior coexisten cientos de gentes, culturas, lenguas y opiniones diferentes. No será una tarea fácil para los candidatos elegidos intentar satisfacer todas las opiniones divergentes, pero de su éxito depende el futuro de la democracia más grande del mundo.


Henry Kamen es historiador y acaba de publicar


Los desheredados. España y la huella del exilio


(Aguilar).

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