La especie humana es de derechas. Progreso social, solidaridad y equidad son invenciones contra natura. Los ideales de la izquierda contrarían el orden natural de las cosas. Esa es su grandeza, justamente, porque aspiran a construir humanidad a partir de zoología. Pero van contracorriente. No restituyen normalidades robadas ni restauran equilibrios perdidos. Pretenden instaurar un generoso desequilibrio prospectivo, insólito en el universo zoológico del que emergemos los humanos. Por eso el ideario izquierdista tiende a enfriarse solo, como el agua caliente falta de lumbre.
La especie humana es racista. Todas las especies lo son. La diferencia inquieta a los iguales, que la rechazan. La zoología no se basa en el respeto ni en el derecho. El derecho es otra invención humana, mantenida con esfuerzo y contra tendencia. Me parece espléndido, pero no natural. Nos hace humanos convenir acciones que el instinto no induce en los demás animales. Me siento humano cuando me supedito al orden jurídico, y humano progresista cuando hago del derecho herramienta de equidad. Pero si imagino que justicia y progreso – – o sea, sostenibilidad – – son objetivos tendenciales de la especie, no paso de humano equivocado.
Cuando la izquierda deja de remar, no se estanca: retrocede. La corriente de la abulia zoológica se la lleva hacia un mar de cotas cero. Todo niño nace ignorante y egoísta. Aprende con esfuerzo o no aprende, deviene solidario o rico indiferente.
La izquierda sueña con cultos humanos progresistas. Se equivoca pensando que incultura y egoísmo son vicio o falencia. Son estado carencial espontáneo. La justicia no se instaura denunciando el mal, sino construyendo el bien. Voltaire contra Rousseau.