El Ramadán y las puertas del cielo
El Periodico, , 15-09-2007Las calles del barrio musulmán de la Ciudad Vieja de Jerusalén aparecieron ayer vestidas de fiesta con bombillas de colores y guirnaldas para celebrar el Ramadán, el noveno mes del calendario lunar seguido por los musulmanes. Un mes de ayuno y oración, de acercamiento familiar y regeneración espiritual. En la puerta de Damasco, principal acceso a la ciudad amurallada desde la época romana, un adolescente vendía jugo de tamarindo y dátiles. Muy cerca refulgía una montaña de uvas frente a dos ancianas beduinas. Pero nadie pareció reparar en ellos. Como tampoco en la mujer que pedía limosna recitando la profesión de fe del islam, junto a un niño en silla de ruedas. Ya habrá tiempo para ejercitar la caridad prescrita por el Ramadán. Lo importante ayer era llegar a salvo a la Explanada de las Mezquitas para participar en el rezo del primer viernes del mes sagrado. Casi 100.000 personas lo lograron.
De acuerdo con el Corán, se debe ayunar – – con excepción de los niños, los ancianos y las mujeres embarazadas – – mientras uno sea capaz de distinguir un hilo blanco de uno negro. La mayoría desayuna copiosamente antes del alba y rompe el ayuno, acompañado de familiares y amigos, al caer la tarde. Durante el día, no solo están proscritos alimentos y líquidos, también el tabaco y el sexo. Toda una prueba de fuego cuando se avanza por los zocos de Jerusalén de camino a las mezquitas. Frutos secos, dulces almibarados, tortitas de Ramadán, que se acompañan con queso y nueces, y otras tentaciones irresistibles atiborran las calles. Y eso que, en palabras de Mahoma recogidas en el Hadith, durante este mes se cierran las puertas del infierno y los demonios permanecen encadenados.
A la policía israelí, sin embargo, parece preocuparle más el hecho de que, durante estos días, se abran también las puertas del paraíso. El Ejército cerró a cal y canto los territorios y centenares de soldados custodiaron cada esquina de la Ciudad Vieja. Solo a algunos varones mayores de 45 años y a mujeres de más de 35 se les permitió llegar a Jerusalén desde Cisjordania. Este año el Ramadán coincide, además, con las fiestas del Año Nuevo judío.
Pero este es un mes para ser mejor persona y mejor musulmán, para exonerar pecados y enterrar malos hábitos como el tabaco, el adulterio o el alcohol. Una quimera semejante a la que afrontan los cristianos en Navidad. Y, para lograrlo, se reza, porque este es el mes más propicio del año. El mes en el que los primeros versos del Corán fueron revelados a Mahoma por el arcángel San Gabriel. En muchas mezquitas se recita cada noche algo más de una tercera parte del libro sagrado para concluirlo al final del Ramadán, celebrado con la fiesta del Eid al Fitr. Algunos fieles incluso se recluyen en casa o en los templos los últimos 10 días porque, según la tradición, las oraciones durante la noche de la revelación del Corán valen más que 1.000 meses de culto. Y ningún lugar mejor para hacerlo, después de La Meca y Medina, que la mezquita de Al Aqsa en Jerusalén. De ahí que muchos palestinos se jueguen estos días el cuello para intentar entrar ilegalmente en la Ciudad Santa.
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