Paulino Rivero y los cayucos
El Día, , 13-09-2007Don Paulino, espero que usted se encuentre bien. Llegar al poder es muy bonito, porque imagino que se siente uno muy grande y lógicamente muy importante, pero nadie es perfecto y todos nos equivocamos cuando opinamos o respondemos a los asuntos del mundo.
Dice que el Gobierno es el culpable de las muertes de los cayucos y el único culpable es el hambre, y al mismo tiempo, somos todos. Culpar a alguien de las muertes es decir que es cómplice y eso es muy fuerte, y creo que no me equivoco. Imagino que su respuesta fue por culpa de los impulsos, que no actuaron bien.
Durante cinco veranos algunas familias acogen niños de Tinduf o de Rusia, de los campos de refugiados, y este año me di cuenta de que en esta parte del mundo los años pasan rápido, porque pensaba que era el cuarto año de acogida de una niña y sin embargo llevaba cinco. No la dejan venir más porque cumplió doce años y las normas prohiben que vuelvan.
Ojalá nunca venga el hambre a Canarias, porque este que escribe es capaz de saltar el muro de su jardín para poder dar de comer a mi gente. Muchos trabajadores que pagamos impuestos, además acogemos a niños que, cuando llegan a Canarias, vienen llenos de piojos, flacos y hartos de una situación casi insostenible. Aquí no entra la política y sin embargo es la culpable. Pero la semilla culpable es el hambre, que obliga a subirse a una patera o a un cayuco de madera y estar varios días en el mar luchando contra los temporales.
¿Cuántos funcionarios están rasgándose las vestiduras, durante todo el año? Tengo claro que usted está arrepentido de culpar a personas de la muerte de esa pobre gente, porque si verdaderamente fueran culpables tendrían que ir a la cárcel. Y a la cárcel deben ir las mafias que se aprovechan de dicha situación. ¿Qué voy a contarle que usted no sepa? Aquí nos conocemos todos.
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